Tragedia en el PP cántabro: el partido se arriesga a su disolución y una gestora
La formación atraviesa por una situación crítica motivada por la guerra entre dos bandos, el de Diego y el de Sáenz de Buruaga. O Rajoy o Cospedal dan un golpe en la mesa o acabará muy mal.
Si Rajoy no da un puñetazo en la mesa esta misma semana el Partido Popular en Cantabria se romperá en dos facciones enfrentadas hasta la primera, o la última, sangre. Una, la pequeña, apenas cuatro diputados en el Parlamento regional, se quedará con las siglas, y otra, la más grande, la que apadrina el expresidente de la comunidad, Ignacio Diego, será expulsada a las tinieblas exteriores para en ellas, quizá, organizar un nuevo partido.
Las dos partes se reconocen a sí mismas como “irreconciliables”, tanto que los miembros de cada de una de ellas ya ni siquiera se saludan aunque eso sí, se insultan; pública y privadamente.
La historia de esta ruptura es más o menos conocida pero se puede resumir en los siguientes episodios: Ignacio Diego, que gobernó cuatro años sin apenas un dinero que echarse a la boca, se quedó en la minoría parlamentaria en las pasada elecciones y Miguel Ángel Revilla, un tipo que en su vida ha ganado una sola elección, se fundió otra vez con el PSOE en ruinas, y usurpó la Presidencia al PP.
Si Rajoy no da un puñetazo en la mesa esta misma semana el PP de Cantabria se romperá en dos facciones enfrentadas hasta la primera, o la última, sangre
A raíz del fracaso, el partido vivió momentos de convulsión alterada y Diego anunció que no volvería a ser candidato a la dirección del partido; inopinadamente y sin advertir a Diego, su secretaria general, María José Sáenz de Buruaga, presentó su candidatura y causó un enfado monumental en el que hasta el momento había sido su jefe; a partir de este momento el aún presidente rectificó su decisión y afirmó que repetía como aspirante al trono popular.
Es esta una síntesis incompleta que está jalonada por actuaciones, algunas chuscas, de una parte y de otra en proporciones casi idénticas. En esta situación llegó el Congreso regional de marzo con dos candidaturas peleadas y con acusaciones mutuas de pucherazo.
El PP nacional envió a Pablo Casado a freírse en aquella reunión y el vicesecretario de Comunicación se alzó como un enorme lidiador y en su discurso se limitó a ensalzar las anchoas de Santoña, los quesos cántabros en general y las corbatas de Unquera sin entrar ni un momento en la refriega de gallos.
Ganó pírricamente la que fue consejera de Sanidad con Diego, María José Sáenz de Buruaga, e inmediatamente el otro sector clamó por mil irregularidades, tantas que no reconoció la victoria de su rival y llevó primero la protesta a la dirección nacional y después al juzgado de guardia.
Y aquí entró en acción Madrid, no sin antes haber recibido toda suerte de reproches cruzados y haber asentado la impresión de que “estos tíos -literal- no pueden vivir juntos”. Los supuestos perdedores no se avinieron de entrada a solución alguna que no fuera la remoción de Buruaga, la recomposición electoral y el expediente a los que ellos llaman los “organizadores del expolio”.
La otra parte se negó en rotundo a escuchar siquiera reclamaciones y, en principio, obtuvo, al parecer, la comprensión de Fernando Martínez Maillo, coordinador general del partido. Maillo no quiere líos pero él ha articulado varios, entre ellos, el prolongar la situación días y días, ofreciendo una sensación de parcialidad que a lo mejor tampoco responde a la verdad.
En todo caso, Maillo no está siendo en este conflicto un mediador especialmente afortunado, tanto que los dos sectores, sus protagonistas principales, claman porque el coordinador se aleje del embarrado campo y salgan al juego o Rajoy o en su defecto, María Dolores de Cospedal.
En todo este intermedio sólo ha habido una buena noticia: el silencio público de los púgiles, solo quebrado por las cortas maniobras de uno ellos, el afín a Ignacio Diego, por acudir al panorama mediático nacional para explicar lo que haga falta. Como dice uno de ellos: “para largar cantidubi”. Maillo, él sí, ofrece su versión a sus informadores de cabecera y ello no contribuye precisamente a la búsqueda de una solución.
Que, por lo demás, no existe. Quizá, como siempre afirmaba Joaquín Garrigues cuando se refería a los permanentes arrebatos en UCD: “Las cosas siempre se tienen que poner muy mal para que de una vez por todas se arreglen”. Hoy por hoy ello no resulta posible. ¿Se podría ensayar alguna jugada a la desesperada? Hace falta saber si las dos partes aceptarían el referido puñetazo en la mesa de Rajoy o Cospedal y un tajante: “¡Hasta aquí hemos llegado!” o se amoldarían a la intermediación de un hombre o mujer, por Dios, por Dios, bueno o buena, salida que de inicio no se antoja fácil porque en esta batalla encontrar un personajes de esas características es prácticamente imposible.
Siempre quedará la Gestora de compromiso presidida quizá por un militante no adscrito como el antiguo alcalde de Polanco, un ingeniero singularmente juicioso según las crónicas, o por un dirigente no demasiado implicado en la trifulca como es el eterno alcalde de Arnuero, José Manuel Igual, abogado y prestigiado político. Este es además hermano de la actual alcaldesa de Santander, Genma Igual, un alcaldesa que ha sucedido, y lo está haciendo francamente bien, al ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, y que en las próximas elecciones se puede quedar compuesta y sin Ayuntamiento si su partido decide suicidarse, cosa que está intentado con toda persistencia; solo le falta encontrar el veneno para culminar su destrucción.
Para el PP nacional perder Cantabria y sobre todo Santander sería una auténtica tragedia de la que solo se beneficiarían un partido como Ciudadanos -que no tiene ni arraigo ni líderes en la región- o el citado Revilla que, entre plató y plató de televisión e indiscreciones varias (¿cómo es posible que haya anunciado la próxima visita de los Reyes a Cantabria sin que haya mediado la oportuna comunicación de la Casa Real?) se dispone a seguir sentado en una Presidencia que nunca ha ganado en las urnas.
Cantabria se le escapa a chorros al PP y la situación precisa de líderes con autoridad. Sólo Rajoy o Cospedal pueden revertir la tragedia política que se avecina.