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Por qué Arrimadas está tan convencida de que Iceta y el PSC no son de fiar

Ciudadanos y su candidata ha sido hábiles al difundir que las elecciones del 21 de diciembre se van a disputar entre los rebeldes separatistas y ellos, los constitucionalistas de verdad.

La líder de C's en Cataluña, Inés Arrimadas.

Publicado por
Carlos Dávila

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Dicen, pero a lo mejor es un relato apócrifo, que solamente hace unos días el presidente del Gobierno clausuró una conversación a muchas bandas sobre el insoportable asunto de Cataluña con esta sentencia concluyente: “… Pues a lo mejor han que empezar a hablar de elecciones”. Sea o no cierta la galaica frase sí es seguro que hasta bien entrada la semana pasada, incluso hasta el viernes, el Partido Popular no se había puesto al tajo electoral.

Es más: es posible que incluso hasta hoy mismo cuando todos sepamos si por fin los sediciosos marchan en comandita o, si como parece, cada perro se lame su cachiporra, el partido de Rajoy no comience a discernir qué hace con su vida de aquí al 21 de diciembre. Tiene que decidir pronto su estrategia porque los más cercanos ya saben perfectamente de qué va este reto.

Ciudadanos se ve el “ganador constitucional” y por eso le ha tirado el guante al Partido Popular, no al PSC porque de los socialistas, y con razón, no se fían ni Rivera ni Arrimadas un pelo. Lo mejor que le puede suceder a Ciudadanos es que los electores compren una especie que ellos ya han empezado a difundir; es ésta: fuera de nosotros no hay salvación o más matizadamente, el partido se va a disputar entre los rebeldes separatistas y los aquí presentes, los constitucionalistas de verdad.

El PSC no descarta nada, tampoco ayudar desde fuera a un gobierno de 'superizquierdas' en el que incluso tenga cabida el aún líder de Podemos, Pablo Iglesias

Es lo que se llama polarizar la campaña, una martingala enormemente hábil que le deja al Partido Popular, ya que más o menos hablamos de fútbol, fuera de juego. Arrimadas es atrevida pero mide el riesgo o, mejor dicho, calcula si sus ardides políticos le acarrean o no beneficios.

Se equivocó de medio a medio cuando en plena vorágine tuvo la malhadada ingeniosidad de presentar una moción de censura contra Puigdemont. Aquello, como era de esperar, se quedó en agua de borraja, pero los tiempos han cambiado en poco más de un mes y ahora puede creer que su órdago al PP y al PSC para que se comprometan a apoyar la lista más votada le ha salido francamente bien.

Inés Arrimadas, en una sesión de control en el Parlamento catalán cuando Puigdemont presidía la Generalitat.

Albiol le ha dado largas, nunca mejor escrito en él, porque razonablemente no quiere aparecer en la campaña como un simple acólito de Arrimadas e Iceta ni siquiera se ha molestado en contestar porque el PSC no descarta nada, tampoco ayudar desde fuera a un gobierno de superizquierdas en el que incluso tenga cabida el aún líder de Podemos, Pablo Iglesias. Este, por defraudar, está defraudando también a sus fanáticos que aún le quedan presididos en el club de fans por el argentino Echenique cuyas comparecencias públicas se miden en desmanes políticos.

Esta campaña que empieza “resién”, por utilizar un término tan querido por Echenique, va a constituir una sorpresa en sí. Por lo pronto, fíjense: ¿habrá alguien que proponga un debate a dos entre los candidatos con mejor perspectiva, Arrimadas por un lado y Junqueras desde la cárcel por otro, o la citada otra vez y Puigdemont por videoconferencia desde Bruselas o desde Amberes donde se encontrará tan a gustito con sus flamencos? Los episodios no tendrían precedentes en el mundo, seguro que lograrían un trending topic universal.

C's se ve el “ganador constitucional” y por eso le ha tirado el guante al PP, no al PSC porque de los socialistas, y con razón, no se fían ni Rivera ni Arrimadas un pelo.

La impresión en el sector constitucionalista es que el reino del PP no es para estas elecciones, aunque Albiol tiene ante sí el enorme reto de lograr un resultado decente, un poco mejor desde luego del que anteriormente consiguió. Si como aventan algunas encuestas la noche del 21 el PP puede mantener el tipo, entonces, según indican en el partido central, llegará el momento de plantearse una estrategia a medio y corto plazo que ya está incluso diseñada.

Se trata de programar un plan consistente en estabilizar Cataluña en un plazo no superior a los ocho años, un plan suficientemente regado con posibles en el que participe, o al menos esa es la intención, toda la sociedad civil española.

El objetivo primario es devolver a ese veinte por ciento del catalanismo todavía succionado por los rebeldes a, por lo menos, una convivencia de intereses, a una participación efectiva en la administración de España entera. Es un porcentaje que ahora mismo todavía no ha abjurado ni de las vesánicas intenciones separatistas de Puigdemont y sus cuates, ni tampoco, por extraño que parezca, del horror corrupto que desprende el pujolismo asentado durante decenios en el Principado.

Hace unas fechas, un médico catalán explicaba a unos interlocutores variopintos, cómo gentes honradas, sensatas y con enorme pedigrí burgués, aceptaban al orate fugado y a los “pujoles” más enfangados, y lo hacía recordando el chiste del matrimonio catalán más tópico que acomodado en el patio de butacas del Palau miraba a los entrepalcos en los que se asentaba una pareja de desigual edad que, efectivamente, no parecía bendecida por mosén alguno.

El hombre decía a su señora: “¿Has visto Montserrat lo vistosa que es la “estimat” del Pau?”. Y la santa, sin descomponerse, palmeaba el brazo del esposo y le tranquilizaba: “No, Jordi, la “nuestra” es mucho mejor”. Y es que, en efecto, ni los gravosos desfalcos de Pujol, ni las mentecateces de Puigdemont han horadado la fe en el República catalana de los separatistas. Con esos “hooligan” no se puede contar; el objetivo es recuperar la veinte por ciento de los individuos normales que aún deben morar en Cataluña.

Y en esa campaña que describimos puede aceptarse desde luego la reforma constitucional siempre y cuando que, como dice Dolors Montserrat, una política muy útil para estos designios que debe sólo moderar su atropellada verbosidad, la tal reforma no se discuta para complacer nuevamente con dádivas lo que exigen los separatistas o los comunistas y anarquistas de Colau o del todavía preboste de Podemos, Pablo Iglesias Turrión.

El largo plazo ya está concebido, curiosamente no lo está el corto que finaliza el 21 de diciembre. De aquí a entonces, ya lo hemos dicho, van a menudear los interrogantes, entre otros los más principales también son estos: ¿dejará la Junta Electoral que TV3 siga enfermando a sus oyentes con mensajes de odio? Y ¿los medios de información catalanes volverán por interés a sumarse al furor suicida de los independentistas? No descarten que así sea.