Enfado mucho más que notable entre la antigua armada socialista por la nueva deriva que ha tomado Pedro Sánchez en relación con Cataluña y su futuro.. Tras una etapa, como la denominan de “digestión” en la que han tratado de asimilar la victoria del secretario general en su lucha contra Susana Díaz, y tras esperar, con bastante desconfianza, que los apoyos de Sánchez al Gobierno por la aplicación del Artículo 155 de la Constitución fueran inequívocos y sin contrapartidas evidentes, la realidad, según parece, ha estallado en los cerebros políticos de los viejos barones que analizan, estupefactos, palabra a palabra y letra a letra, las sucesivas declaraciones de Sánchez y en menor medida, lo verán, de Iceta.. Sánchez ha dado orden expresa a todo su círculo de colaboradores en que insistan en una determinación: con Ciudadanos y el PP ni a recoger una herencia. Algunos pensaron en principio que esa afirmación respondía sólo a una necesidad estratégica electoral; es decir, a no aparecer como vasallos o monaguillos políticos de la derecha españolista encarnada por el dúo que componen Arrimadas y Albiol, un dúo que, pase lo que pase el día 21, ya está constituido en Cataluña.. Pero no; no se trataba de una pirueta oportunista sino de una decisión neta: los socialistas no van a pactar en ningún caso con los antedichos y mucho menos para hacer presidenta de la Generalitat a Inés Arrimadas.. Curiosamente, esa decisión pertenece más al ámbito de Sánchez que al de Iceta, que este lunes matizó su veto inicial a C's -habría que verlo- aclarando que si de él depende no habrá repetición de elecciones y abriéndose a "otras posibilidades" que no pasen por él. Es decir, Arrimadas. . No obstante para el líder del PSC sería un triunfo que, tras meses de frustración, el nuevo Parlamento llegara a la conclusión de que él, Miquel Iceta, podría ser una solución que no espantara demasiado ni a tirios, ni a troyanos, ni a independentistas, ni a constitucionalistas.. Ese es el mejor escenario para Iceta, pero no para el PSOE, que lo único que desea es que Ciudadanos se pegue un morrazo descomunal en Cataluña, algo que no es ni mucho menos previsible, y que el PP se vaya quedando poco a poco en los huesos electorales.. A Sánchez le conviene una panorama así en el que su propuesta para las generales resultaría beneficiada. Esto, la postura del secretario general, es lo que engorda la creciente desconfianza de toda la antigua armada que intento sin éxito que Sánchez no tuviera otra salida que abandonar directamente. Ahora vuelven las conversaciones, regresan los cenáculos, y, mal que bien se planifican las intervenciones públicas.. Alfonso Guerra y varios exministros del PSOE acudieron a la recepción de la Fiesta Nacional para arropar al Rey por la crisis catalana.. . El primero en comparecer fue Carlos Solchaga que, sin recato alguno, manifestó su desdén por Sánchez, muy en la línea de la soberbia intelectual que siempre ha caracterizado al que fue durante tanto tiempo ministro de Economía de Felipe González.. Después ha comparecido Pérez Rubalcaba con un artículo que, sin mencionar a su en teoría jefe partidario, refuta sus tesis y sobre todo la de la reforma a todo trapo de la Constitución. Para Rubalcaba, según escribe en su periódico de cabecera y dice a quien le quiere escuchar, ni es momento de menear nuestra Norma Suprema y volverla del revés como un calcetín. Ni tampoco, claro está, de emprender reformas voluptuosas que puedan ser interpretadas como una cesión a los barreneros que quieren dinamitar España.. A esta antigua armada tan bien representada por estos dos exministros, la urgencia consiste, como dice otro socialista muy próximo a sus tesis, únicamente en que lo que ha sucedido en Cataluña no vuelva a suceder nunca más. Saben desde hace mucho tiempo, que la voracidad de los independentistas es insaciable y que esta nueva argucia de Puigdemont y su equipo de pensamiento de ofrecer una pactada salida confederal, no es más que una martingala para salir del atolladero en el que está metido.. Vuelto al poder Puigdemont lo intentaría otra vez. De eso la antigua armada no tiene la menor duda. Por ello, lo más deseable es una victoria electoral en la que los constitucionalistas puedan desalojar a los rebeldes y para ello no hay otra solución que apoyar a quien pueda hacerlo. En ese sentido es muy revelador lo que en estos mismos días está ocurriendo en Alemania donde se prevé más pronto que tarde la recreación de la gran coalición porque, como dicen los asesores de Merkel: “Zu grossen ubeln grosse heilmittel”, más o menos que a grandes males, grandes remedios.. Dentro de esta repetida antigua armada se incluyen además otros socialistas menos generosos con Sánchez del que aseguran literalmente que “con él no hay absolutamente nada que hacer”. Son los que han recibido en sus carnes el absoluto desprecio de la nueva clase gobernante en el PSOE que tilda a los felipistas de toda la vida de resentidos a los que el tiempo político se les ha pasado hace tiempo.. Hace algo más de un mes dos ellos acudieron en tropel llamados a rebato por la exportavoz Rosa Conde para cumplimentar y arropar al Rey Felipe VI en la Fiesta Nacional. Allí se hacían cruces del desparpajo indumentario de Sánchez descorbatado como si estuviera acudiendo a una asamblea de penenes de facultad.. Algunos de estos viejos gobernantes coinciden ahora en sus supuestos políticos con Alfonso Guerra que, con menor contención, ha criticado sin tapujos a Sánchez por su decisión de no pactar con Ciudadanos y el PP en Cataluña. “Guerra -dice uno de los socialistas que más se opusieron a él en otros tiempos- se está haciendo más de derechas que el propio José Luis Corcuera”.. Pero todas estas opiniones o descalificaciones como se las quiera denominar, le traen exactamente por una higa a Pedro Sánchez que no hace ascos, eso hay que repetirlo muchas veces para que quede en el consciente colectivo del electorado catalán, a pactar con los independentistas de Esquerra y, desde luego con los podemitas de Doménech.. Esa es su opción, una alternativa que de convertirse en cierta representará una convulsión general en el PSOE, o por decirlo más claramente aún, una ruptura orgánica sin precedentes, cosa que a Sánchez le vuelve a importar un pimiento.