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Así propone Pedro Sánchez atar en corto a los Mossos y que no haya más Traperos

Ahora que el independentismo está negociando el reparto de competencias y nadie quiere hacerse con las de la Policía autonómica, el líder del PSOE tiene una idea: que se ocupe el Ministerio.

¿Es posible que los Mossos dejen de depender de la Generalitat?

Publicado por
Carlos Dávila

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“¿De quién hay que fiarse?”, se preguntan en La Moncloa, “¿del Pedro Sánchez que apuesta por el fin de la “centrifugación de competencias” o del que proclama en sus viajes por España las bondades de un Estado radicalmente federal?”, ¿del que se queja de que no es posible que los Mossos no estén controlados por el Gobierno central, o del que acusa al Gobierno de haberse pasado siete pueblos en la represión del referéndum?

Pues bien, no hay contestación fija y cierta a estas preguntas. Al Gobierno de Mariano Rajoy le gustaría más el primer Sánchez, pero éste acostumbra a dar mil paletadas de cal y una sola de arena por lo que tiene despistado al personal y no es que Rajoy no intente por todos los medios ganarse al candidato socialista y que éste de vez en cuando le devuelva los cumplidos, es que cuando todo parece encarrillado, va Sánchez y le propina una varapalo de no te menees.

El “Nuevo Sánchez” que quiere propulsar el PSOE está tan lleno de contradicciones como el anterior aunque su protagonista asegure que ha aprendido de su primera etapa

Fíjense, la anécdota: en plena “luna de miel” entre ambos, el presidente y el aspirante a echarle de La Moncloa, Sánchez quiso consultar a su permanente interlocutor una última hora que bien podría ser un consenso para cargarse el bodrio de ley electoral al que propenden Ciudadanos y Podemos.

Sánchez, antimadridista furibundo (él suele decir que en el Instituto Ramiro de Maeztu se ha mamado siempre el odio al Real Madrid), no quiso perturbar sin embargo el encelamiento de Rajoy ante el zurriagazo que los blancos propinaron hace algunas fechas el millonario París Sant Germain. Y no le llamó. Eso solo se le hace a un amigo.

Pero al día siguiente del gran detalle Rajoy se desayunó en La Moncloa, siete y media de la mañana, con unas declaraciones de Sánchez en las que abortaba cualquier compromiso nacional para propulsar la candidatura de Luis de Guindos para la Vicepresidencia del Banco Central Europeo.

Así son las cosas de Sánchez que, sin embargo, no se recata en sugerir en círculos de influencia que hay que reorientar el funcionamiento de las autonomías. Un exministro de UCD que escuchó hace escaso tiempo esta afirmación del secretario socialista, decía a este cronista: “Cualquiera que oiga a Sánchez algo como esto creería que está abogando por la resurrección de la LOAPA”.

La LOAPA, aquella ley maldita que pactaron Arias Salgado y Tomás de la Quadra, tras apoyar el borrador del catedrático García de Enterría, y que el Tribunal Constitucional en una sentencia vergonzante que incluso abochornó posteriormente a su presidente García Pelayo, enterró por quíteme allá estas pajas.

Quizá no venga a cuento este relato pero vale la pena recordar que el vicepresidente del Tribunal, a la sazón Angel Escudero del Corral, preguntó a su jefe cómo había sido posible su cambio de opinión sobre la tal LOAPA, y obtuvo del presidente, esta tartamuda (Pelayo era más bien tartajudo) respuesta: “Angel por razones de Estado; hay que meter a los catalanes dentro”. Ni siquiera citó a los nacionalistas vascos; Pelayo, al fin, fue un profeta.

Rajoy y Sánchez, en uno de sus encuentros en el Palacio de la Moncloa.

Y sí: Pedro Sánchez, ahora febrero de 2018, proclama en esos círculos en los que al parecer dice lo que quieren que se le escuche, que hay que embridar a las autonomías, pero luego celebra que el alcalde socialista de Castellón, un analfabeto de manual, intente borrar el español de los nombres de los recién nacidos en la provincia.

Claro está que algunos socialistas que no están precisamente de acuerdo con la mamarrachada del levantino edil replican, cuando se les afea la conducta que: “Lo mismo está haciendo el candidato “in pectore” a la Presidencia del Gobierno, Núñez Feijóo, en Galicia”.

Y así parece que es. En todo caso, si hay que creer al mejor Pedro Sánchez, su idea de centripetar la autoridad de los Mossos y convertirles en unos funcionarios cuya final jerarquía radique en el Ministerio del Interior, lo más adecuado es que exista pacto entre los todavía grandes partidos nacionales: el PP y el PSOE.

Nada mejor que un acuerdo así para saber qué haría entonces Ciudadanos aunque un jefe parlamentario del PP, lo atisba y lo prevé: “Pues diría ni más, ni menos que esa es una propuesta suya y que como tal la va a defender”. Y es que tanto en el PP como en el PSOE, en eso no existe diferencias, se hacen cruces de la voracidad pantagruélica de los naranjas a la hora de apuntarse los tantos de los demás.

Este mismo domingo en una emisora local de Castilla, un dirigente de Rivera decía respecto a la propuesta de Rajoy (insólita y utópica propuesta, digámoslo claro) de ordenar que este país termine la vida laboral a la seis de la tarde, que realmente esa es una iniciativa de Ciudadanos que ha copiado el presidente del Gobierno.

¿Qué dirá a este respecto el incombustible y pertinaz Ignacio Buqueras, auténtico padre de la homologación de los horarios españoles con Europa? ¿Reconocerá que a Ciudadanos se le había ocurrido antes la idea, incluso antes de nacer como partido?

Pues a lo que vamos: el “Nuevo Sánchez” que quiere propulsar el PSOE está tan lleno de contradicciones como el anterior aunque su protagonista asegure que ha aprendido de su primera etapa y que no está dispuesto a cometer los mismos pecados de juventud que entonces. El va, lo dice con énfasis, con “las luces largas” y pretende que Rajoy se vaya cociendo en su propio caldo mientras de vez en cuando él, generoso, le aparta del fuego.

Es perfectamente lógica esta postura siempre y cuando acarree buenos resultados, como sería sin duda alguna ésta iniciativa de “centripetar” la feria autonómica, una idea que, si se puede poner negro sobre blanco sin duda se la deberíamos los españoles a la interminable facundia política de Rivera y sus muchachos.

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