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El mayor escándalo de corrupción del PNV baja los humos de Urkullu con Rajoy

Si el presidente está tan seguro de la aprobación de los Presupuestos es, en buena medida, porque el nacionalismo vasco ha moderado sus pretensiones. Y ello tiene fácil explicación.

El lendakari vasco, Íñigo Urkullu, en La Moncloa junto a Mariano Rajoy.

Publicado por
Carlos Dávila

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Muy claros debe de tener Rajoy los apoyos parlamentarios para lanzarse a poner fecha a la aprobación de los Presupuestos: 27 de marzo en Consejo de Ministros y a partir del 3 de abril en el Parlamento. Pero hasta el momento sólo hay una certeza: que Ciudadanos no ha vuelto a poner como condición para apoyar las cuentas públicas que Pilar Barreiro, exalcaldesa de Cartagena, abandone su escaño en el Senado.

Quizá porque el PP se ha enrocado en su posición y manifiesta por activa y por pasiva que “no nos vamos a plegar a su chantaje, entre otras cosas porque la Fiscalía ha exonerado ya a Barreiro”, o quizá porque un hipotético amago de elecciones anticipadas no le conviene a Rivera, que prefiere seguir acumulando encuestas favorables a la espera de que Rajoy se cueza en su propio caldo, lo cierto es que Ciudadanos desde hace alguna semana ya no coloca como condición pública indispensable para su apoyo a los Presupuestos del Estado, la renuncia de Barreiro.

Ello no significa, ni mucho menos, que afloje su exigencia de mayores regalías económicas para gasto social, pero en las negociaciones que, discretamente, se siguen manteniendo entre los técnicos del Gobierno y del partido naranja, los primeros han confirmado que algunas de las proposiciones de aumento de gasto que llegan al Parlamento -muchas de ellas firmadas precisamente por Ciudadanos- suman una cantidad estratosférica, un volumen de casi 100.000 millones de euros que es totalmente inasumible para el Estado.

Y sea porque el debate con las cuentas encima de la mesa resiste muy poca consistencia o por la razón antedicha de que a Rivera no le conviene ahora mismo una anticipación electoral, su partido y él mismo parecen haberse decidido a “molestar” duramente a la otra formación política que a Rajoy le resulta indispensable para la aprobación de los Presupuestos: el PNV.

Aún no han llegado al límite de la presión que consistiría en exigir a Rajoy que abriera la discusión sobre la procedencia actual del Concierto Vasco y naturalmente del Cupo, al que, ya se sabe, Ciudadanos denomina el “cuponazo”, el que por cierto apoyaron en la pasada campaña al Parlamento Vasco.

En el PP no se descarta que en un plazo breve de tiempo Rivera plantee al presidente del Gobierno una exigencia de este tipo, pero, también en el PP se dice textualmente que: “Visto cómo funciona Ciudadanos no hay nada que descartar”.

Pero es que además a Ciudadanos le ha salido algún extraño compañero de cama en su propuesta de liquidar el Concierto porque, en efecto, en el PP moran antiguos dirigentes, algunos cercanos a la Fundación de José María Aznar, partidarios también de liquidar lo que ellos llaman el “privilegio inaceptable” de vascos y navarros.

Albert Rivera, presidiendo este lunes la Comisión Permanente de Ciudadanos. El apoyo a los Presupuestos está prácticamente cerrado.

Se excusa decir que la sola mención de una medida barrenadora del Concierto es cuestión bélica para los nacionalistas vascos que, según parece, tienen la seguridad de que mientras Mariano Rajoy sea presidente, una discusión de este estilo no se va a plantear en ámbito alguno de responsabilidad.

Urkullu y el PNV necesitan urgentemente que el Estado tenga dinero en efectivo para poderle urgir a que cumpla compromisos económicos ineludibles

El PNV desde luego continúa insistiendo en que la derogación del Artículo 155 en Cataluña es condición indispensable para su firma de las Cuentas Pública, ahora bien, ¿no es cierto asimismo que en los últimos días, los nacionalistas vascos han moderado su discurso abstencionista?

Lo es y ello por dos motivos: el primero porque el Gobierno de Vitoria necesita urgentemente que el Estado tenga dinero en efectivo para poderle urgir a que cumpla compromisos económicos ineludibles.

Pero también porque el PNV y el Gobierno de Urkullu se temen que el silencio que se mantiene sobre los dos juicios por corrupción, uno en Vitoria (el Caso de Miguel) y el otro en Bilbao, que actualmente se están celebrando, puedan tener traslación al espacio mediático nacional, hoy dominado casi en exclusiva por la información sobre la Púnica, la Gürtel o los números casos que afectan PP.

El PNV ha recibido en este sentido muy claros avisos y conoce de cerca que el PP puede jugar cartas como éstas que no son precisamente favorables a los intereses de los nacionalistas. Así las cosas se entiende perfectamente que este domingo pasado en Murcia el presidente Rajoy haya datado milimétricamente los Presupuestos en dos fechas: la del 27 de marzo en su Consejo de Ministros y la del 3 de abril en el Parlamento.

Sabiendo cómo se las gasta el presidente y hasta qué punto no es partidario de anuncios que posteriormente no se confirmen en la realidad, no hay que descartar que a estas alturas del partido ya tenga articulado un doble acuerdo, con Ciudadanos y el PNV, para la aprobación de los Presupuestos. Su oferta para aumentar la cuantía de las pensiones más bajas y de las de viudedad apunta a un compromiso con sus posibles socios.

Rajoy quiere llegar a su Convención sevillana posterior a la Semana Santa con algunos logros que presentar y éste de los Presupuestos es el principal porque sería tanto como afirmar ante sus correligionarios que la legislatura, que será casi con toda seguridad la última de su presencia política en primera línea de fuego, se va a cumplir en su totalidad. Para un hombre que ha hecho de su credibilidad un dogma representaría una gran despedida.