El fin de ciclo de Rajoy deja sin escudo a los "intocables" del marianismo
El CIS ha dictado sentencia: más de veinte puntos ha perdido el PP desde 2011. Hoy, Rajoy sólo gana entre los españoles mayores de 65 años.
El vaso de la paciencia pública tarda en llenarse, pero una vez repleto no tolera ni una gota más. Basta un repaso a la vida política de los presidentes españoles para darse cuenta de cómo esto parece una realidad inexorable. Algunos lo bautizan novelísticamente como "síndrome de La Moncloa".
Felipe González, por ejemplo, tardó casi diez años en sentir las garras de la crispación ciudadana. Pero incluso alguien tan carismático como él hubo de vivir en sus últimos años como presidente el suplicio de esquivar protestas de la calle y portadas a diario con informaciones escandalosas sobre su partido y su Gobierno.
Su antecesor, Adolfo Suárez, protagonista de la Transición, se vio obligado ante las airadas críticas a abandonar la formación política que él mismo había fundado seis años antes y con la que ganó las elecciones en dos ocasiones.
Tampoco José María Aznar se libró del maleficio. De hecho, los últimos años de su segunda legislatura, la de mayoría absoluta, fueron una continua manifestación en su contra (Prestige, guerra de Irak) pese a haber anunciado de antemano su marcha.
Y qué decir de Zapatero, a quien el PSOE cortó preventivamente las alas por ver si se cumplía la máxima de "muerto el perro se acabó la rabia" Ni por esas el socialismo logró esquivar una crisis que siete años después le persigue.
Los cuatro líderes pasaron de la grandeza excelsa, en la que cualquier cosa se minimizaba y perdonaba, a la crítica severa más insoportable. "Piove, porco Governo".
Pues bien, me da que el vaso de la paciencia con Mariano Rajoy no aguanta ya ninguna gota más. El ambiente (salvo la rabia por el dolor que provocaba la crisis económica, hoy sustituida por el procés y la gangrena de escándalos que machaca al PP) recuerda a los estertores de ZP.
Los dos años que le faltan para acabar la legislatura van a ser todo un tormento para Rajoy. Para él y para quienes le rodean. Porque cuando el viento de la opinión sopla en contra no hay manos que lo detengan.
Observen lo último del ministro Rafael Catalá. Muy sintomático. Ni apuntándose a surfear la ola de indignación contra el impresentable voto particular del juez de La Manada pudo evitar que terminase tragándose toda la arena de la playa.
Y qué decir del último incidente de la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, "cazada" en Alicante expresándose como ella misma es sobre los jubilados que esperaban a Rajoy a las puertas del Ayuntamiento: "¡Qué ganas de hacerles un corte de mangas de cojones y decirles: 'Pues os jodéis'!"
Los finales de ciclo, en realidad, terminan con los velos de silencio. Y emerge entonces la realidad sin filtros. Todo un drama arrollador.