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Casado y Soraya pelean cada voto hasta el último minuto por miedo a traiciones

El carácter secreto del voto, los indecisos y los compromisarios que se han comprometido con ambos candidatos -a saber cuántos- convierten en imprevisible el resultado de este sábado.

Soraya está convencida de que ganará.

Soraya está convencida de que ganará.

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¡Hagan juego! Como en la ruleta, ya no es tiempo de más apuestas. Ha arrancado el Congreso y los compromisarios decidirán este sábado. Él o ella, no hay otras opciones en un cónclave popular absolutamente distinto a los demás conocidos, donde los discursos se centraban en presentarse contra el PSOE. Mientras ahora, los candidatos, Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría, buscan convencer a su público de que siendo del mismo partido son distintos.

“Vamos por delante y de forma clara”, repetían una y otra vez delegados decantados por ambos aspirantes dentro del clásico juego de crear estado de ánimos entre grupos de compromisarios. La táctica del caballo ganador. Muy claro lo debió de ver en el último momento el canario Asier Antona, que después de pasarse toda la campaña proclamando su neutralidad, corrió a ponerse detrás de Sáenz de Santamaría en su foto de familia, para sorpresa general.

“Todo está abierto y todo es posible”, resumía un desconcertado miembro del comité organizador del congreso. Ni él, ni ninguna de las candidaturas, puede garantizar qué hará cada uno de los 1.082 delegados cuando deba elegir entre Sáenz de Santamaría y Casado.

Garantizar el voto libre y secreto ha sido una de las obsesiones de la comisión organizadora

Prima la libertad de los compromisarios a la hora de ejercer su voto, porque votarán en sobre cerrado y además por orden alfabético y no por delegaciones territoriales; lo que hace más difícil el control del presidente local de turno.

Eso se palpa en el ambiente: “El voto es secreto”, ha sido casi un latiguillo durante toda la tarde del viernes. Todos ellos han recibido muchas llamadas de los dos equipos y algunos hasta se han comprometido con ambos, pero “yo – advirtieron varios, los escasos indecisos - quiero oír a Soraya y a Pablo” ante el plenario del cónclave exprés.

La presentación de las candidaturas, cuyo orden se sorteará este mismo sábado, puede ser clave para decantar la victoria de uno u otro lado: de hecho, los discursos se ha convertido en una obsesión en los equipos, una vez, tras la emotiva despedida de Mariano Rajoy, lágrimas incluidas de Elvira Fernández, “Viri”, arrancó el verdadero congreso.

Encuentros por todas las esquinas, conversaciones cruzadas, siempre a la caza del penúltimo apoyo de cualquier despistado aún, hipotéticos cambios de bando, filtraciones y desmentidos constantes de por medio. El último chau chau, que Casado le habría ofrecido a la andaluza Esperanza Oña la Secretaría General. A saber.

Los pasillos fueron un hervidero hasta bien entrada la noche, cuando a los candidatos aún les quedaban ganas de seguir haciéndose fotos con todo el que se lo pidiera. A ellos y a Adolfo Suárez Illana, que estaba encantado con tanto protagonismo.

Después, los compromisarios se desperdigaron en cenas donde seguir dando rienda a las maniobras de última hora.

¿Son las primarias un caballo de Troya de la "nueva política"?

Está todavía por ver si los procesos de primarias dan una legitimidad enorme que lleva en volandas a quienes los ganan o, por el contrario, son el caballo de Troya introducido por la “nueva política” para acabar a medio plazo con las formaciones políticas de corte organizativo tradicional. Ese temor revoloteaba en el ambiente. “Menos mal que al menos no hemos plantado con el asunto del debate, que solo habría sido carnaza para la prensa”, decía uno de los compromisarios.

Desde luego, esta carrera por la sucesión de Rajoy, al menos desde fuera, lo que trasluce son dos “compañeros”, tras una primera vuelta ya selectiva con seis precandidatos, que han peleado hasta el último suspiro a cara de perro por el cetro de Génova 13, incluso vacía de poder nacional. Muchos otros, luego, se han posicionado por lo que consideran mejor para el futuro de sus siglas. Pero, también, otras voces han aprovechado el momento para esgrimir fobias personales guardadas por años.

Compañeros de partido, amigos personales e incluso familiares, han dado muestras de un notorio distanciamiento en este proceso. “Hemos preferido suspender las comidas de los domingos”, me reconocía un cargo andaluz, antes partidario de María Dolores de Cospedal, ahora reconvertido al pablismo, enfrentado a su prima, dirigente también del partido y sorayista de pro. Deberían tomar ejemplo de Ignacio Cosidó y de Juanma Moreno, fundidos en un efusivo abrazo ante la mirada de propios y extraños.

Ambiente tenso y agridulce

El hotel Madrid Marriot Auditorium se ha llenado de un ambiente tenso y agridulce. Se palpa la división y hay quienes se ven a lo lejos y se evitan. Los diferentes territorios populares, a pesar de lo que se ha dicho, vienen rotos, nada de eso de que el voto va a ser unánime por Pablo o Soraya según cual región o provincia. Sin duda, va a haber un antes y un después de este cónclave, aunque para casi todos es una incógnita ese después. Veremos, a partir de este sábado a mediodía, cómo evoluciona la fiebre de un proceso que ha explorado terrenos tan puramente sentimentales.

Uno, Casado, ha hecho su campaña a lomos de la renovación y, por lo visto, ha ilusionado a una mayor parte de sus compañeros partiendo desde cero. Sale como ganador. “El aplausómetro está 60-40 a favor de Pablo”, me decía un experimentado dirigente vasco. La otra, Sáenz de Santamaría, ha gozado del regalo del aparato que ni siquiera ha disimulado sus preferencias.

Cambio frente a posibilismo. Un joven político de 35 años con ideas firmes, las de siempre del centro derecha, aunque expresadas de modo fresco, frente a caras expertas como las de Javier Arenas, Fernando Martínez Maillo y Celia Villalobos, agarradas al imperecedero concepto político de sobrevivir.

Sorayistas y pablistas intentarán amarrar sus votos hasta el último suspiro

Ambos candidatos, lógicamente, se han esforzado en convencer a los delegados que asisten al cónclave que de su mano gana el PP. Unos y otros, sorayos y pablistas, aún centrados en amarrar sus votos. Porque nunca conviene confundir deseos y realidades. Las apariencias pueden llevar a calculados engaños. Y, claro, han hablado, y mucho, de integración.

Sáenz de Santamaría la ha pedido desde el minuto uno. Casado, sin embargo, ha deseado primero que voten los compromisarios este sábado y, luego, se integre quien quiera. “Ha sabido aguantar presiones internas y externas. Y eso tiene un valor”, presumían sus convencidos. “Ya no podrán decir que a Soraya no la quiere el partido”, refutaba una entusiasta de la ex vicepresidenta.

Casado y Soraya en presencia del presidente de la comisión organizadora del Congreso.

Casado y Soraya en presencia del presidente de la comisión organizadora del Congreso.

Casado dirigiéndose a la prensa.

Casado dirigiéndose a la prensa.

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