Las seis claves del Congreso del PP marcado por las lágrimas y la emoción
Los lagrimones de Viri y de Cospedal ponen fin a una era en el PP representada por un Rajoy transformado en 'padre' del partido. El Congreso deja imágenes y claves que marcarán su futuro.
El Congreso del PP está dejando varias imágenes históricas, al menos para el partido, reunido en una estepa tórrida animada por el ruido de las chicharras. El Hotel Auditorium de Madrid, una mole situada frente al aeropuerto de Barajas, es un oasis de refrigeración y sombras bajo un sol externo que ilumina y quema a la vez, con el mismo contraste de un cónclave que es, a la vez, una fiesta para abrir nueva época y un funeral para enterrar la anterior. Y que deja estampas y claves para la posteridad como las siguientes:
Las lágrimas de Viri
A Elvira Fernández Viri no le gustan las aglomeraciones, pero le encanta apoyar a su marido, Mariano Rajoy, allá donde la necesita. Lo dijo el expresidente, que confesó su agradecimiento por haberse podido ausentar de tantos eventos familiares gracias al apoyo de su mujer, a quien le dedicó uno de sus chispazos de humor:
"Siempre sin reproches por su parte, y si los hubo no los recuerdo". Viri recibió muchos aplausos, confirmándose como una Primera Dama discreta y elegante hasta para llorar: varias veces las lágrimas le asaltaron el rostro, pero ella peleó contra ellas y apenas las dejó resbalar. Desde el famoso beso de Rajoy y Viri en el balcón de Génova en 2008, no se veía una demostración así de afecto público entre la pareja.
El ¿frío? saludo entre Rajoy y Feijóo
Rajoy dedicó tiempo a saludar a Soraya antes y después de su intervención, y aunque casi todo el mundo lo interpretó como un apoyo a su vicepresidenta, lo cierto es que tras los ósculos iniciales nada más llegar al Congreso, también preguntó "¿Dónde está Pablo?". En ese juego de interpretaciones sobre gestos, cronómetro en mano, también puede entrar el encuentro con Feijóo, el presidente que no quiso serlo.
Un extraño abrazo a una sola mano da para muchas lecturas: o se ven mucho y no hay que montar numeritos, o allí había cierto distanciamiento. La conclusión es libre, pero el hecho es que no se dedicaron más que unos segundos y el saludo excedió del apretón de manos pero no llegó al abrazo rotundo que la ocasión reclamaba.
El poderío de Juanma Moreno
El presidente del PP andaluz pesa más que nadie en el equipo de Soraya y se nota. Ni los exministros Báñez o De la Serna ni los dirigentes vascos llenan ahora el sorayismo como Moreno, a quien le deben ya la victoria en la primera vuelta y quizá en la segunda si llega: de Andalucía depende casi todo y, gane quien gane, el dirigente andaluz se ha ganado el respeto y un puesto relevante en el futuro del partido.
Allá donde estaba Soraya aparecía Moreno y la potente delegación andaluza, con un reto por delante que pondrá a prueba al 'nuevo' PP: todo el mundo da por hecho que Susana Díaz anunciará el adelanto electoral a la vuelta del verano.
El día de Cospedal
La número dos del partido firmó uno de los discursos más aplaudidos que se le recuerdan, un chute de pepeína, la vitamina que necesitan los militantes de su partido, huérfanos de algún modo desde el desalojo de Moncloa. Cospedal deja la primera fila, pero no el PP como algunos medios de comunicación llegaron a difundir. Y también dejó para la posteridad algunas imágenes infrecuentes en la Dama de Hierro.
Sus lágrimas al sonar el Himno de España y el amago de ellas al citar a los cargos públicos populares asesinados por ETA secundaron una despedida que, ahora sí, fue unánimemente reconocido con aplausos: Cospedal dejó en ese instante de tener adversarios internos para disfrutar, por primera vez en toda su carrera, de partidarios de todos los colores, a los que legó una frase que será leiv motiv del PP una vez solvente sus cuestiones internas: "(El nuevo Gobierno) es una felonía y una infamia (...) Una escandalosa falta de escrúpulos ha llevado al poder a nacionalistas y herederos de ETA con una traición a Rajoy".
Los hijos ilustres y el 'padre' perdido
Si el mensaje de unidad e integración flotó en el aire y en todos los discursos, quizá porque todos la ven amenazada tras dos semanas a cara de perro entre Soraya y Cospedal; el de respeto por la historia propia fue el segundo más citado: renovarse sí; refundarse no, vinieron a decir casi todos, mirando a su pasado para evidencia que el PP no necesita aquelarres.
Y para enlazar con ese pasado hubo tres hitos: la presencia de dos hijos de padres ilustres, Carmen Fraga -una copia femenina y enjuta del fundador de AP- y Adolfo Suárez Illana. Y algunos nombres más: todas las victimas de ETA y todos los fallecidos que un día fueron ilustres encontraron acomodo en el relato sentimental del Congreso, con varios nombres especialmente recordados: Miguel Ángel Blanco, Loyola de Palacio y Rita Barberá. Sólo faltó uno: Aznar no estaba, no se le esperaba y nadie le citó.
Entre risas y tensiones
Medio PP está preocupado por el lunes: con un ganador ya, las heridas seguirán muy frescas y el temor a que la integración y la unidad estén en peligro es manifiesto. Hay gente ilustre que piensa que difícilmente sanarán ya, pese a que la actitud personal de Soraya Sáenz de Santamaría y de Pablo Casado intenta ser cómplice y fraternal.
Fuera, en los pasillos, es otra cosa: el pulso entre sus equipos no cesó hasta el último segundo, con aparatosas críticas recíprocas que dejan un poso en sus relaciones de inciertas consecuencias.