Guerra sucia entre las ministras Robles y Delgado con dosieres y el CNI en medio
Las titulares de Defensa y Justicia se profesan una animadversión mutua que está haciendo muy difícil su convivencia en el Consejo de Ministros. Su enfrentamiento se remonta décadas atrás.
En estos últimos días, algunos veteranos diputados del PSOE ironizan con una singular apuesta: ¿Quién será la próxima ministra en caer, Margarita Robles o Dolores Delgado? Las titulares de Defensa y Justicia están más que tocadas -la gélida desautorización de Sánchez a la primera en La Sexta ha sido muy comentada en la bancada socialista-; y a su situación política se suma un odio personal visceral entre ambas que se remonta a décadas atrás.
"Simplemente, no se soportan. Se destruirían si pudieran", afirma un exalto cargo del PSOE que trabajó con Robles en el gobierno de Felipe González.
Y ahora, ambas se miden, se miran de refilón y se acusan de conspirar mutuamente. En los aledaños del Ministerio de Justicia ven, según las fuentes consultadas por ESdiario, la mano de Robles en las últimas revelaciones que acorralan a Dolores Delgado. Por sus relaciones peligrosas con el excomisario encarcelado José Villarejo, uno de los personajes más tóxicos del momento.
Relaciones que se extienden al mentor de la ministra, el exjuez Baltasar Garzón, a quien en Defensa acusan directamente de ejercer de "ministro de Justicia en la sombra".
Y es que el entorno de Delgado está difundiendo en círculos privados la idea de que Robles ha recurrido al CNI, ahora bajo su mando, para filtrar partes de la agenda del superpolicía de las cloacas en las que aparecen citas entre Villarejo y Delgado en una oscura trama sobre una extradición que salpica al expresidente de Guatemala, Otto Pérez Molina.
Cabe recordar que Villarejo mantiene a su vez una guerra abierta con el director del espionaje, Félix Sanz Roldán, a quien atribuye el fin de su impunidad de cuatro décadas, su detención y su posterior ingreso en prisión.
Una maniobra en la que los afines a Delgado ven la larga mano de Robles, a modo de cortina de humo para hacer olvidar su colosal fiasco con la operación de venta de bombas a Arabia Saudí, de la que -según fuentes socialistas- la titular de Defensa ha salido "totalmente chamuscada".
Aunque tampoco Delgado ha salido mucho mejor parada de su gestión en el caso Llarena, que ha puesto a la Judicatura de uñas contra la ministra. También al Tribunal Supremo, en el que Robles tiene como ex, notable influencia.
Delgado ha desmentido ambiguamente sus contactos con Villarejo negando haberse reunido con él en el ámbito "profesional", aunque este miércoles ha variado su versión inicial y ha reconocido que ha coincido con él en varios actos.
Y en La Moncloa crece la preocupación por esta polémica que amenaza con crecer. De hecho, la ministra ha reaparecido en el Congreso, visiblemente nerviosa, en respuesta a una pregunta del PP sobre el criterio con el que se han designado a los expertos de su Ministerio para recuperar la Justicia Universal.
La pregunta tenía su intención y tras su respuesta el PP ha exigido su dimisión. Todos esos expertos, José Ricardo de Prada, Manuel Ollé, Manuel Miguel Vergara y Hernán Hormazábal son estrechísimos colaboradores de Baltasar Garzón. Y Garzón es el "enémigo numero uno" de Margarita Robles en la carrera judicial.
Tanto, que cuando en el año 2010 Garzón fue suspendido por prevaricación, recusó a Robles -que entonces era vocal del CGPJ-, con el argumento de la "enemistad profunda" que, según el entonces magistrado, le tiene la actual ministra de Defensa.
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El exjuez Baltasar Garzón y la ministra Dolores Delgado, una estrecha amistad que amenaza con dar problemas a Pedro Sánchez.
Por si fuera poco, esta batalla personal salpica al PSOE en el peor momento, cuando Sánchez y la cúpula de Ferraz buscan a sus cabezas de cártel para las elecciones municipales y autonómicas de mayo próximo. Y es que tanto Baltasar Garzón como Margarita Robles han sonado como opciones independientes de los socialistas para hacer frente a Manuela Carmena como futuros alcaldes para Madrid.
Tras las salidas prematuras de Màxim Huerta y Carmen Montón del Gobierno, en La Moncloa el núcleo duro de Sánchez ya no se fía de nadie. Y más aún con el titular de Agricultura, Luis Planas, imputado.
Muchos en el círculo que rodea a Iván Redondo -el ideólogo de todas las decisiones del presidente- interpretan que el mensaje de Sánchez el domingo pasado contra Robles por "ir por libre" y poner en riesgo la carga de trabajo de los astilleros de Cádiz para cinco años fue, en realidad, una invitación a la dimisión.
Lo de Delgado pinta aún peor. "De Villarejo y sus andanzas todo se puede esperar, y éste paseaba por la Audiencia Nacional como Pedro por su casa. Y está desesperado por salir de la cárcel", confiesa un dirigente socialista experto en asuntos de Justicia e Interior.
Y es que lo único que le falta al noqueado Consejo de Ministros es que el odio visceral que se profesan Robles y Delgado se extienda a dos ministerios de Estado. Y con las cloacas y el CNI -en otra guerra brutal abierta en los últimos meses- como invitados de excepción.