Sánchez se niega a elecciones o a 155 pese al chantaje desesperado de Torra
Los pactos del PSOE con los independentistas y de estos con la CUP estallan a la vez en una resaca aciaga del 1-O. El presidente socialista se encuentra en un callejón sin salida.
El pacto con los independentistas que llevó a Pedro Sánchez a La Moncloa y el del PdeCat con la CUP que le permitió seguir al frente de la Generalitat han saltado por los aires un día después del 1-O. Acogotado por los CDR y la guerrilla callejera, Quim Torra lanzó un ultimátum imposible de cumplir a La Moncloa: permitir un referéndum de independencia.
Y obligado a tratar con guante de seda a sus socios de moción de censura, Pedro Sánchez se ha olvidado del 155 y de la situación real en Cataluña, con la mitad de la población coaccionada y el Parlament paralizado, para discutir la hoja de ruta soberanista, aunque sea para negarla.
Sánchez niega ahora lo que anunció hace sólo unos días: Elecciones si Torra mantenía el pulso
Eso hizo la portavoz del Gobierno, Isabel Celáa, en una comparecencia de urgencia tras conocerse el desafío con fecha de Torra: "No tendrá que esperar a noviembre, la respuesta es negativa", dijo la ministra, para a continuación negarse a confirmar su habría Elecciones Generales, tal y como el propio Sánchez anunció hace sólo unos días para el caso de que Torra mantuviera su objetivo separatista y pusiera en jaque la estabilidad del Ejecutivo español.
Ni 155 ni urnas
Lo ha hecho, tras entregarse a los CDR, pero Celáa se negó a poner fecha a una convocatoria electoral que será inevitable si los socios de moción de censura retiran su respaldo a Sánchez. Tampoco se quiso mojar con un nuevo 155 que abiertamente reclaman desde hace tiempo PP y Ciudadanos, y se quedó en el consabido mensaje de Sánchez, superado por los hechos para todo el mundo excepto para La Moncloa: diálogo y autogobierno. No les sirve y no se conforman, sin más.
Antes de eso, un Torra desafiante demostró que su respaldo a Sánchez para relevar a Rajoy nunca fue gratuito: pidió un referéndum, que es ilegal e ilegalizable sin una reforma constitucional para la que probablemente nadie tenga nunca mayorías, y aunque lo hizo para calmar a los CDR y a la CUP más que por convicción total, dejó en el camino la huella de que el pulso, lejos de "normalizarse", vuelve a estar en el monte y en la barricada.