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Por qué (casi) nadie quiere hacerse ya la foto con Pablo Iglesias

"Unidos Podemos" empieza a ser una entelequia irónica. La división de las mareas, la estampida de partidos y la fractura interna retratan el ocaso de Pablo Iglesias, encerrado en sí mismo.

Por qué (casi) nadie quiere hacerse ya la foto con Pablo Iglesias

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No solo Íñigo Errejón y Manuela Carmena han abandonado a Podemos. Las llamadas confluencias, un nombre acuñado para maquillar el reparto de cuotas de toda la vida entre facciones y partidos deseosos de garantizarse su porción del pastel electoral desde 2015, ha saltado por los aires. Casi nadie quiere ponerse cerca de Pablo Iglesias, icono de esa sopa de siglas que, al calor del tirón de la marca madre, está a punto de saltar por los aires.

Hasta IU, desahuciada desde hace años, se plantea acudir con sus propias siglas a las Elecciones Autonómicas y Municipales del 28 de abril, tras lanzarle un órdago a Podemos: o le da más y mejores puestos en la listas, o volará solo. No es una excepción.

Todo el mundo se le sube a la parra a Iglesias, que mientras andas desaparecido para el público en su casa en Galapagar, como un Conde Montecristo afligido que sustituyera el cautiverio en la torre por las agradables vistas de la Sierra de Madrid, entre cambio de pañales y biberones.

Más Madrid, el partido de Carmena y Errejón, se extenderá por los grandes municipios madrileños, sustituyendo a las "marcas blancas" que en 2015 ocuparon el papel de Podemos, allá donde esas plataformas están enfrentadas con la dirección regional del partido morado y compitiendo con él, tal vez, en ciudades como Alcalá de Henares o Alcorcón.

La decrepitud de Podemos se visualiza en IU: antes imploraba un hueco; ahora estudia presentarse al 28A en solitario

Compromís en Valencia y En Marea en Galicia irán todavía más lejos y se presentarán con su propio nombre en las Generales y en las Autonómicas, dando carpetazo así a dos de las tres "confluencias" originales: sobrevive la de Cataluña, En Comú Podem, pero cada día más divida y enfrentada, hasta el punto de que no se descarta la duplicidad de marcas que se vivirá ya en otras regiones.

Un fenómeno similar al de IU, que ya ha firmado el divorcio en Navarra, Castilla y León, Murcia y Asturias, y puede separarse del todo en los comicios autonómicos, para completar un paisaje demoledor y a la vez definitorio de qué fue en realidad la estrategia confluyente: un matrimonio de interés que, cuando han llegado las malas, busca el interés de cada cónyuge aun a costa de traicionar el mensaje vendido al elector.

Un mapa roto

Para resumir la decrepitud, bastan algunos datos. En 2015 Podemos ganó una enorme presencia en Ayuntamientos de toda España sin necesidad de presentarse directamente, usando supuestas plataformas vecinales copadas en realidad por el partido, pues quería guardar la marca sin desgaste para las Generales. Y para éstas, "absorbió" a IU y lideró las distintas mareas en Galicia, Cataluña o Valencia.

Hoy aquellas plataformas municipales o se han sumado a Carmena, en Madrid, o se han partido en dos. Izquierda Unida se sacude el yugo para buscar su propia resurrección y, allí donde hay más peso identitario o líderes más reconocibles, a Iglesias le dan de lado, caso de Mónica Oltra en Valencia; o le subordinan, en el de Ada Colau, o se parten en dos, caso de las mareas gallegas.

Mientras, Iglesias sigue confiando en un cambio de viento, con Irene Montero, Rafa Mayoral o Juan Carlos Monedero diciéndole aún que "sí se puede"... intentar sobrevivir.

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