Por qué nadie puede creerse a Sánchez cuando dice que no habrá independencia
La revelación del vicepresidente catalán sobre una consulta pactada y las palabras de Iceta alimentan la sospecha de una "hoja de ruta secreta", de la que hay más hitos. Son éstos.
Pedro Sánchez tiene dos caras, y su propia vicepresidenta lo reconoció en una hilarante comparecencia, hace meses, para justificar a duras penas sus contradicciones: una cosa es el secretario general y otra el presidente.
Uno defendía endurecer el delito de rebelión y aplicar un 155 más contundente. El otro llegó a La Moncloa con el voto de los separatistas, incluyendo a Bildu, el partido que se inspiró en la Batasuna que llenó de plomo, metralla y goma 2 a una decena de dirigentes socialistas en 40 años de horror.
Esa misma paradoja entre lo que se dice y lo que se hace parece presente para el caso catalán: cuanto más niega el presidente que vaya a ceder en algo, más cercano parece el secretario general a aceptarlo para lograr que su álter ego siga al frente del Gobierno. En las últimas horas Sánchez recriminó a los independentistas que pidieran la luna y les advirtió que no lograrían nunca la secesión.
Así habla la Generalitat: "A Iceta se le escapó que el referéndum es la solución"
Pero, en ese mismo lapso de tiempo, su mano derecha en Cataluña, Miquel Iceta, puso fechas y porcentajes para obtener la separación de España -diez años y un respaldo del 65%- y la mano derecha de Quim Torra, Pere Aragonés, fue más lejos en una entrevista pública en Catalunya Radio, el tenaz altavoz del procés:
"A Iceta se le escapó que el referéndum es la solución", dijo. Y para que no quedara duda al respecto, añadió dirigiéndose directamente a conversaciones con el presidente: "Sabe perfectamente Sánchez, porque nos lo ha dicho, porque lo hemos hablado que la única solución que puede haber en este conflicto entre la sociedad catalana y las instituciones del Estado es una solución validada democráticamente por los ciudadanos de Cataluña".
En ese contexto, saber qué Sánchez se impondrá parece una quimera. Los recelos, muchos de ellos ya escandalizados, de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal, están justificados. También los de la vieja guardia del PSOE, que se siente más cercana a la plaza de Colón que a Ferrar y piensa -así lo dicen- que el 28 de abril hay que votar "en términos patrióticos".
La sospecha sobre Sánchez no procede de un único hito, ni exclusivamente de testimonios ajenos. Sus propias palabras y decisiones lo avalan. Fue él quien dio casi categoría de visita de Estado a sus reuniones en Moncloa y Pedralbes con Torra.
Quien apostó públicamente por una nación de naciones con otro nombre, la España plurinacional o federalista. También quien sustituyó al abogado del Estado que sostenía la acusación de rebelión para Junqueras y compañía o se negó a desmentir a Iceta presagiando indultos.
La duda sobre Sánchez
Y quien, tras anunciar que nunca sería presidente con el apoyo directo o indirecto de los independentistas, lo fue con el voto de todos ellos: pidió en varias ocasiones que todos los que le acusaban de querer ser presidente a cualquier precio se comieran sus palabras; pero ahora intenta comerse él la hemeroteca, con la inestimable ayuda de un sector televisivo entregado al sanchismo.
La duda se consolida por una circunstancia insólita: la negativa a incluir en el adelanto del programa electoral, presentado al semana pasada, una propuesta concreta para Cataluña. Sánchez habla de la despoblación, de la luna y hasta imparte lecciones en Europa; pero Cataluña, el principal problema de España, ha desaparecido del mapa.
Mientras, todo el mundo da por hecho que al alianza entre PSOE, Podemos y ERC será la que se imponga en Madrid, si dan las cuentas; y en Cataluña, cuando en 2020 haya que pasar de nuevo por las urnas si acaso no se adelantan. Una alianza duradera, se cree, que ahora opera en las tinieblas y se resumen en todo un vicepresidente secesionistas delatando conversaciones privadas sin que nadie le desmienta.