El Abascal de Dragó: un hombre sencillo y sincero que no tiene miedo
La entrevista de Fernando Sánchez Dragó a Santiago Abascal le vincula a una idea orteguiana, “España vertebrada”, y nos ofrece un interesante perfil político y personal de su protagonista.
Vox ha definido la reacción nacional que encabeza como la "España viva", y Fernando Sánchez Dragó encarna en su líder una idea de resonancias orteguianas (Fernando Sánchez Dragó. Santiago Abascal. España vertebrada. Planeta. Barcelona, 2019, 286 págs.). Lo de menos es esa referencia, porque Santiago Abascal explica que José Ortega y Gasset no es para él una referencia esencial. Lo importante es que el Abascal que sale de las preguntas de Dragó sí presenta un retrato vivo y vertebrado de sí mismo y de lo que quieren él y el partido que está sacudiendo la política nacional desde las elecciones andaluzas.
Ambos se reunieron en Castilfrío de la Sierra (Soria), refugio del escritor, el fin de semana del 11 al 13 de enero pasado. Cuarenta y ocho horas de conversaciones en las que Sánchez Dragó ofrece mucho de sí mismo como cauce para que su entrevistado se manifieste tal cual es.
Y ¿cómo es la persona que, le sitúen donde le sitúen los electores, va a ser definitorio para la España del futuro inmediato? De sus respuestas surge un personaje transparente, directo y sencillo, que apela a principios fundamentales (en materias del día a día admite que le da "casi igual una cosa que su contraria"), que no se deja enredar en las disquisiciones intelectuales en las que busca enredarle –amablemente– su interlocutor ("eres demasiado imaginativo y libertino para mí, que soy de pueblo") y muy poco preocupado por evitar el juicio condenatorio de los biempensantes de costumbre. No se detecta vanidad en sus palabras. No presume de "patriota" ("es como presumir de guapo"), pero sí de ser "una persona valiente, coherente y atrevida".
Abascal afirma que seguirá diciendo que el aborto le repugna, aunque pierda votos
Abascal se reitera católico en varios momentos de la entrevista: "La fe es un don. Yo la perdí y la volví a recuperar… Se tiene o no se tiene. Y yo la tengo". Cree en la Resurrección de Jesús, porque "sin ella, decía San Pablo, vana es nuestra fe". Y ve "toda la lógica del mundo" en la doctrina de la salvación por la fe ("los que crean en Él") y las obras ("los hombres bondadosos").
Traza algunas líneas rojas en lo que serán sus inmediatas exigencias políticas: "Las relativas a la defensa de la unidad nacional, a la libertad de conciencia, a la de expresión y a la de elegir la educación de nuestros hijos. Y también, faltaría más, la del derecho a la vida". Sobre el aborto añade: "Nos repugna… y lo seguiremos diciendo, aunque perdamos votos… En la defensa del no nacido estamos solos y no flaquearemos". También de la mujer, porque "los dos son víctimas. El aborto también es malo para ella". En cuanto a la adopción por parejas homosexuales, entiende que "lo mejor para los niños es disfrutar de los dos modelos: el paterno y el materno… No existe el derecho a adoptar, sino el derecho del niño a ser adoptado y protegido". Sin homofobia: "Nosotros defendemos la libertad sexual. Decir que estamos contra los gais es una falacia idéntica a la de afirmar que estamos contra las mujeres porque no somos partidarios del aborto". Pero "el lobby gay es de un sectarismo implacable".
Estas páginas aparecen a un mes de las elecciones. En los temas que más voluntades podían enajenarle, incómodos para cualquiera cuyas ideas se salgan de la corriente dominante, Abascal ha hablado con sinceridad. Es un hábito que aplica luego a otros temas. Como el sistema autonómico, cuyo desmantelamiento ve “no solo deseable, sino también inevitable”. O como la caza, con una postura que no es oportunista sino de fondo, al rechazar un intervencionismo legal “que busca poner al animal en un plano de igualdad con las personas”.
O como la inmigración. Su oposición a los ilegales no es inhumana, lo inhumano es la "nueva forma de esclavitud" a la que se les quiere someter, y cita la frase de un alto ejecutivo de Airbus que desea fomentarla para bajar el salario mínimo. ¿Cómo "van a pagarnos las pensiones", como se dice, "con salarios ilegales o esclavistas y sin pagar impuestos"? Es "jugar con grandes problemas culturales que conducirán a graves enfrentamientos sociales". Pero no hay racismo, sentimiento que considera "antiespañol", pues la evangelización de América y la consideración hacia los indios son un motivo por el que "los españoles tenemos que estar orgullosos". Además, "la inmigración hispanoamericana se adapta bien a nosotros".
La gracia de leer la interviú de Dragó a Abascal no es conocer el programa de Vox, ni siquiera las ideas-fuerza que están catapultando al partido. Para todo eso no hacía falta un libro ni un entrevistador de campanillas. Ante quien, por cierto, sin dejarse liar en complejidades intelectuales, da el nivel. Cuando Fernando sitúa a su partido en la tradición del conservadurismo español y cita una decena de autores, Santiago repentiza rápido un juicio que denota conocimiento y criterio: "Mezclas a conservadores con revolucionarios", matiza, y no muchos políticos en ejercicio habrían detectado ese matiz en los nombres que da. "Tienes razón", le concede, de hecho, Dragó. A quien también discute, en otro momento, que identifique el igualitarismo socialista con el cristianismo: "La parábola de los talentos es poco igualitaria", lanza Abascal, con buena esgrima teológica.
Es honesto al torear el morlaco del elitismo con el que le tienta Dragó en más de una ocasión. No ve nada negativo en la idea de las élites como "suma de lo mejor que existe en el seno de una sociedad", pero plantea sinceramente: "Nosotros somos un partido político, no la Academia ateniense… Todos los partidos necesitan votos, y cuanto más, mejor. Eso es la democracia. Si me dices que sobre ella gravita siempre un asomo de oportunismo, tendré que darte la razón". Eso sí, el problema no está en el pueblo: "Yo no creo que estemos en la rebelión de la chusma. Estamos, más bien, en la dictadura progre ejercida por unos pocos". Más adelante insistirá en que "no puedes pedir el voto a la gente diciendo que a lo mejor no están capacitados para votar".
Abascal proclama algo que la mentalidad ambiente, que fomenta la autoafirmación orgullosa, nos impulsa a menospreciar: "Queremos defender y practicar los valores que nuestros padres nos transmitieron y que nosotros fuimos aprendiendo y asimilando de forma natural".
Admite que apela a las emociones, pero no se deja arrastrar por ellas, sobre todo en política internacional. "Adonde no quiero ir bajo ningún concepto esa a lo desconocido", responde para explicar por qué no ha querido acercarse a Vladimir Putin. Por lo mismo, se apartó de Matteo Salvini cuando al vicepresidente del gobierno italiano le dio por apoyar al separatismo catalán. Y consiguió que Steve Bannon se comprometiera a explicar a la derecha europea la necesidad de defender la unidad de España.
Ni Putin, ni Salvini, pues. Tampoco Donald Trump ni Viktor Orban le seducen del todo: "Cuando me preguntan por mi modelo, digo que es Isabel la Católica". Y en la polémica entre Claudio Sánchez-Albornoz y Américo Castro que le plantea Dragó, se decanta por el primero: "Lo de las tres culturas me resulta del todo ajeno". La Reconquista, la Hispanidad y la Guerra de la Independencia son sus referentes históricos, porque España no nació ayer: "La conciencia de que algo se había perdido y el deseo de recuperarlo… se mantuvo desde Don Pelayo hasta los Reyes Católicos".
Sánchez Dragó no oculta su admiración por Abascal, un personaje "épico, casi heroico", "católico y patriota" y de costumbres "morigeradas", quien un día "decidió arrimar el hombro a la hazaña, hercúlea, de poner freno a la desvertebración de España y taumatúrgico remedio a su posible defunción". Dentro de no muchos días sabremos desde qué puesto continuará esa labor.