Casado y Rivera dan tal repaso a Sánchez que tiene que pedir refuerzos a Ábalos
Se le empezaron a torcer las cosas cuando el líder del PP le pilló en un renuncio y ya no remontó. Los indultos fueron su cruz. Lo intentó con el comodín de la ultraderecha pero no funcionó.
Pues no. Esta vez tampoco hubo forma de que Pablo Casado y Albert Rivera, al alimón, consiguieran que Pedro Sánchez aclarara si indultará a los presos del procés en el caso de que sean condenados por el Tribunal Supremo.
Y mira si se lo preguntaron una, dos, tres, cuatro, cinco y hasta en seis ocasiones. Pero lo único que el candidato socialista hizo fue irse por la tangente: "No hay precedente de ningún presidente del gobierno que haya dicho antes de una sentencia firme qué va a hacer", sostuvo.
El silencio atronador de Sánchez en un asunto de tal calado habida cuenta de su necesidad de los independentistas marcó un debate en el que al fin los españoles entendieron por qué tanta insistencia del presidente en negarse a debatir: tenía mucho que perder y poco que ganar.
De hecho no ganó nada, más allá de un aliado que ya llevaba puesto de casa: Pablo Iglesias, que con su minuto final dejó claro que a lo más que puede aspirar es a colar algunos ministros en un gobierno de Sánchez: "Dennos una oportunidad de estar en un gobierno cuatro años", suplicó a los espectadores.
El debate empezó muy frío, y de hecho en la primera hora pareció más un mitin a cuatro voces que un debate. Hasta el punto de que el moderador, Xabier Fortes, intentó que los púgiles se dejaran cuanto antes de los juegos de piernas en el ring y pelearan. "Está bien el mensaje, pero también que crucen propuestas", sugirió mirando a los cuatro.
El único que en los minutos iniciales lanzó algún golpe al mentón de Sánchez fue Rivera. Después se le unió Casado y ahí empezaron los auténticos problemas del candidato socialista.
La cuesta abajo del presidente comenzó cuando el líder de los populares le pilló en una mentira: la de presumir -otra vez- como si fuera suya de la subida de las pensiones que heredó del PP. "¿Cómo se puede tener la cara tan dura? Hay que tener desfachatez", señaló Casado.
Sin tiempo para reaccionar entró el asunto catalán al debate, y ahí fue un pim pam pum, por más que Sánchez insistiera en que con un gobierno socialista "no va a haber un referéndum independentista".
"Usted no se levantó de la mesa en Pedralbes (con Quim Torra) y usted no da la talla como presidente del Gobierno, el hábito no hace el monje. Es tremendo que no diga que no va a indultar", se lamentó Casado. "Lo lleva en la frente, indultos. Es una emergencia nacional enviar a Sánchez a la oposición", añadió Rivera, que durante la refriega le regaló una foto del socialista con Torra, para que la tenga de recuerdo.
Sánchez veía cómo el debate se le iba de las manos y quiso sacar el comodín de la ultraderecha cuando quedaban 20 minutos para el final, recordando que el PP y Cs quieren pactar con un partido que propone tener armas en casa, que quiere "cerrar las teles que no le gustan" y que dice que "el negocidio nazi en un invento".
Pero lo de invocar al espíritu de Santiago Abascal como si estuviera delante de la ouija no le funcionó, y probó otra cosa: ir de víctima por el "cordón sanitario" que Rivera le ha puesto, consciente de que, según las encuestas, los electores prefieren un pacto entre el PSOE y Cs que uno del PSOE con los independentistas.
A todo esto que en los minutos finales al candidato de Ciudadanos le entró la tentación de confrontar con Casado, que rápidamente le corrijo el rumbo: "Ni mis electores ni los suyos lo entenderían, porque usted no es mi adversario".
Por lo demás, la pinza de Casado y Rivera a Sánchez funcionó, y dejó al candidato socialista sin apenas oxígeno. El equipo socialista visibilizó su derrota enviando a José Luis Ábalos a hacer ante las cámaras el relato de un debate que difícilmente tenía más interpretación que una: Sánchez perdió, o al menos no ganó.
El presidente tiene hasta las 22 horas de este martes para corregir el rumbo. Si no luego será demasiado tarde.