Así se rearma el independentismo para parecer menos feroz y tratar con Sánchez
Algo se cuece entre ERC y el PSOE. Una vez derrotado Puigdemont por Junqueras, la estrategia ha variado: pero tiene truco, pues no se renuncia a la independencia.
"Sin renuncias ni prisas". La frase es de Jordi Cuixart, procesado por rebelión en el Tribunal Supremo, presidente de Òmnium Cultural y uno de los cabecillas del golpe institucional. Y refleja la nueva estrategia del independentismo que, además, gusta o vienen bien al Gobierno de Sánchez.
El anuncio de Cuixart, menos valorado por el establishment soberanista que por los medios que tanto lo ensalzan por su aire bohemio, no es una excepción: una vez lograda la hegemonía del separatismo por ERC, con Puigdemont y Junts desplomados ante Junqueras, toca variar de estrategia, pensar en la Generalitat y fabricar un nuevo relato que, sin perder el objetivo, lo dulcifique para mejorar las relaciones con el Gobierno de Pedro Sánchez.
ERC y el PSOE se necesitan, aunque su convivencia sea difícil en Cataluña y compleja para el resto de España: ahora tal vez para la investidura de Sánchez o la alcaldía de Barcelona; mañana para los Presupuestos Generales del Estado y pasado, en 2020 si no hay adelanto, para las Autonómicas. Y además están las condenas del Supremo, que todos dan por seguras, y la posibilidad de indulto.
Todo ello compone un paisaje complejo, y muy subterráneo, en el que los radicalismos no ayudan: ERC no puede parecer ahora autonomista, pero el PSOE no puede entenderse públicamente con el separatismo. Hay que encontrar un camino intermedio, y luego Dios dirá.
Cuixart lo resume a su manera, tras la típica retahíla de mantras contra España y su supuesta exclusión de los parámetros democráticos. Según el dirigente que se hizo célebre al subirse a un coche de la Guardia Civil junto a Jordi Sánchez para arengar a las masas, ahora hace falta "generosidad y empatía", con -ésta es la clave- una estrategia flexible pero compartida por todo el independentismo: "Solo lo conseguiremos si lo hacemos juntos".
Junqueras ha arrasado a Puigdemont, y ésa era su batalla principal por encima de la independencia
Pero aún ha sido más explícito el propio Oriol Junqueras, que combina desde prisión una hoja de ruta a favor de la separación con un calendario consciente de que ahora, simplemente, es imposible. Su batalla, desde hace meses, no ha sido por la independencia, sino por coronar a su partido como referencia máxima de ella: más que derribar a Rajoy o a Sánchez, a quien quería retirar es a Puigdemont. Y de momento lo ha logrado.
"Salir del inmovilismo", lo llama ahora el número dos de la Generalitat, Pere Aragonés, vicepresidente formal de Quim Torra pero en realidad representante de Junqueras en el poder institucional catalán.
"El inmovilismo"
"Estamos ante un inmovilismo del nacionalismo conservador pero a la vez también ante la parálisis de otros actores políticos, en buena parte del partido socialista", dijo este viernes Aragonés utilizando incluso el castellano, algo prácticamente 'prohibido' en el manual del buen soberanista cuando habla en público.
El vicepresidente reconoció, para enfriar aún más la tensión, que el único acuerdo político que se ha alcanzado entre Cataluña y el Estado, desde el Estatut, ha sido la declaración conjunta de Pedralbes "que nos ofrece una oportunidad" de diálogo que "tenemos que recuperar". "Empecemos, ha enfatizado, no podemos renunciar a nada". Ha recalcado que esa declaración es "una autopista amplia" en la que ni los independentistas ni el Estado deben renunciar inicialmente a sus planteamientos.
La declaración de Pedralbes nunca ha sido expuesta al público por el Gobierno de España. Solo Torra difundió ese supuesto escrito que intercambió con Sánchez el pasado diciembre, cargado de retórica y con pocas peticiones concretas.
Muy sospechoso, especialmente por la negativa de Moncloa a mostrar el documento y constatar si solo hay uno, el difundido por la Generalitat, o en realidad el sucesor de Puigdemont le entregó otro distinto al dirigente socialista.
Algo sí está claro: en pocos días, a lo sumo semanas, la trama independentista, en el sentido de que supone un cambio de estrategia pero no de fines, empezará a cuajar o a embarrancar: la proclamación del nuevo alcalde de Barcelona, el 15 de junio, y la investidura del presidente del Gobierno, ya después, ofrecerán pistas para desentrañar el jeroglífico. Mientras, sí puede afirmarse que algo está pasando. Y solo sus protagonistas en Madrid y Barcelona lo conocen.