Así han naufragado en el Vaticano Borrell y su embajadora con el 'dosier Franco'
En apenas un año, La Moncloa no ha dejado de cosechar un fracaso tras otro en Roma con la exhumación de los restos. Y Sánchez y sus ministros concernidos, han pagado la novatada.
"O son unos temerarios, o unos chapuceros, o desconocen el funcionamiento de la milenaria diplomacia vaticana", sentencia a ESdiario un veterano diplomático, ya jubilado, que ha trabajado con dos embajadores de España en la Santa Sede en etapas distintas, con el PSOE y con el PP en La Moncloa. Vamos, que Pedro Sánchez "ha pagado la novatada".
Y es esta una reflexión traída al naufragio que el gobierno de Sánchez ha cosechado, desde que hizo su promesa electoral estrella y casus belli de la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caidos. Hay, todos están de acuerdo en el Ministerio de Asuntos Exteriores, un señalado en primer término: el Palacio de La Moncloa y la vicepresidenta Carmen Calvo, expresamente encargada del dosier Franco.
Sin embargo, como Calvo no parecía conocer "como se las gastan" en Roma, de los vaivenes con la exhumación -sobre todo en lo que respecta al papel de la Iglesia española y de la Conferencia Episcopal-, hay al menos dos cargos chamuscados más: Josep Borrell y la embajadora de España en el Vaticano, Carmen de la Peña, que aterrizó en tan delicado destino en octubre del pasado año. Y de forma, algo insólita, como se verá.
Calvo ha cosechado un fracaso tras otro, desde que el 30 de octubre del pasado año visitó en Ciudad del Vaticano al secretario de Estado, Pietro Parolin. Ni logró la vicepresidenta que Roma obligase a la Conferencia Episcopal a plegarse a las sugerencias del Gobierno; ni que metiera en cintura a la Orden de los Benedictinos y su combativo prior; ni que evitara que los descendientes de Franco optaran como destino de sus restos el panteón familiar de la Catedral de la Almudena.
"Asuntos internos de España", han repetido una y otra vez desde la Santa Sede cuando en los tribunales, La Moncloa recibía un varapalo tras otro. Ni siquiera cuando Calvo intentó "enredar" entre Añastro (la calle que alberga la sede de la Conferencia Episcopal en Madrid), la Nunciatura en la capital y la Secretaría de Estado en Roma. El mejor ejemplo, la rajada con la que se ha despedido de su cargo el nuncio del Papa, Renzo Frattini.
Carmen Calvo y el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, en su entrevista en Roma en octubre pasado.
Lo cierto es que Sánchez empezó con mal pie en sus relaciones con Roma. En su estrategia de tierra quemada con los embajadores, Josep Borrell fulminó al jefe de la Embajada en el Vaticano, Gerardo Bugallo, a las primeras de cambio.
Lo más insólito, es que el Consejo de Ministros aprobó el relevo días antes de que la vicepresidenta tuviera su primera entrevista de cortesía con el número dos del Vaticano, Pietro Parolin. Para estupor de muchos los que conocen los hábitos del mini-Estado, Calvo fue a la audiencia sin embajador.
Tampoco tranquilizó entonces el perfil elegido por Borrell para un destino que siempre se ha considerado por todos los gobiernos, fueran del signo que fueran, estratégico. La elegida fue la diplomática Carmen de la Peña. Con una larga hoja de servicios, ni Europa es su fuerte ni tenía experiencia alguna con la Santa Sede.
De la Peña ha sido embajadora en Etiopía, Seychelles, Yibuti y Catar y hasta su ascenso a Roma era la cónsul general en Berna. Ha sido asesora técnica en la ONU contratada por la Comisión Económica para África, con sede en Addis Abeba, y subdirectora general de Acción Cooperativa y subdirectora general de África Subsahariana en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación.
En cualquier caso, en Exteriores reprochan a Calvo y su equipo en Moncloa de haber entrado en el dosier Franco como "elefante en cacharrería". Lo menos oportuno para una diplomacia, la Vaticana, que no cuenta en días... sino en siglos.