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La leyenda negra de Iván Redondo: 100.000 euros al año por jugar a Maquiavelo

Unidas Podemos ha convertido al jefe de Gabinete de Sánchez en el blanco de casi todas sus iras. Creen que solo pretende destruir a su líder como paso previo a la voladura total del partido.

La leyenda negra de Iván Redondo: 100.000 euros al año por jugar a Maquiavelo

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"Es culto, rápido, sensible... Es una pena que casi siempre haya trabajado para nuestros adversarios". Así presentaba Pablo Iglesias a Iván Redondo en abril de 2016, cuando el ahora jefe de Gabinete de Pedro Sánchez acudió al programa Otra vuelta de tuerka para hablar con el líder de Podemos de táctica y estrategia política.

Entonces Iglesias consideraba al joven consultor un tipo brillante. Hoy le considera, simplemente, un mercenario, la cabeza pensante detrás de todas las jugadas siniestras de Sánchez. La política, afirmó el líder morado hace unos días, no puede ser "una competición de spin-doctors que no atienda al contenido de las políticas que se pretenden implementar". El dardo iba claramente dirigido al gurú del presidente en funciones.

En Unidas Podemos pronunciar el nombre de Iván Redondo es hoy casi una provocación. Es lo mismo que pronunciar el nombre de Anticristo. La formación está furiosa con el consultor, con quien antaño Iglesias trabajó codo con codo para ganarle la moción de censura a Mariano Rajoy.

Creen los morados que Redondo busca la muerte política de Iglesias como primer paso hacia la voladura de Unidas Podemos de cara, seguramente, a una repetición electoral. Y que para ello no está dudando en emplear todo tipo de artimañas. Desde azuzar el miedo a que Íñigo Errejón entre en la esfera nacional a jugar a dividir a los morados situando a Iglesias como el escollo para que el partido entre el el Gobierno de Sánchez.

Este último fue un match ball que el líder morado salvó este viernes al dar un paso a un lado para no servir de excusa. Ello horas después de que las terminales monclovitas pusieran en circulación en las últimas horas la especie de que Irene Montero podrá tener cartera de ministra si convencía a su pareja de que dé un paso al lado. Es difícil ser más retorcido.

Redondo se sabe en el punto de mira pero lo lleva con filosofía. Gajes del oficio, dice. Es un pilar de Sánchez y uno de los hombres mejor pagados del equipo del presidente en funciones. El año pasado se embolsó más de 105.000 euros como su director del Gabinete, según datos del propio Gobierno. Y tiene un alto concepto de sí mismo y de su trabajo:

Redondo afirma que en política los asesores son el alma, como los peones en el ajedrez

"Me gusta el ajedrez porque los peones, que somos los asesores, somos el alma del ajedrez. En ajedrez, como en política, se aprende a que por los peones uno puede ganar una batalla y sin ellos se pierden todas", afirmó en cierta ocasión en el Parlamento de Extremadura, cuando trabajaba para el popular José Antonio Monago.

No tiene ni tendrá nunca carné del PSOE, como tampoco lo tuvo nunca Pedro Arriola del PP. Son, ambos, el tipo de personajes que un presidente quiere tener cerca pero que a su vez generan desconfianza y rechazo en los partidos porque no son de los suyos. Ya no digamos cuando Sánchez decidió meter a Redondo en el mismísimo comité electoral del PSOE, abriéndole así de par en par también las puertas de Ferraz.

En abril de 2016, cuando la bestia negra de Iglesias no era aún asesor de Sánchez y éste acababa de perder la votación de investidura a la que Mariano Rajoy no quiso presentarse por falta de apoyos, Redondo acudió a La Moncloa junto a un grupo de periodistas para almorzar con Rajoy. Entonces, únicamente como colaborador de diversos medios de comunicación.

Quedó fascinado por el aplomo y el manejo de los tiempos del entonces presidente, cuando el país ya caminaba hacia una repetición electoral (la de junio de 2016). De aquello aprendió. Lo que no podía ni imaginar por aquel entonces es que acabaría siendo protagonista de una situación similar tres años después.

De hecho, a Rajoy sus brujos electorales llegaron a recomendarle unas terceras elecciones generales con la promesa de que gobernaría mucho más tranquilo y con más ventaja. Pero el popular se plantó, horrorizado. Quién sabe lo que le deparará el futuro a España con Iván Redondo en La Moncloa.