El PP "ni se plantea" salir al rescate del soldado Sánchez y hacerle presidente
Génova descarta ser el "flotador" al que se agarre Sánchez para salvarle en agosto o septiembre de su investidura fallida. Aunque haya presiones, el PP no doblará el brazo.
Nada más fracasar la investidura, el runrún comenzó a rodar emitido desde La Moncloa y Ferraz: para evitar nuevas Elecciones Generales o albergar a Podemos en el Gobierno, una opción que nunca gustó ni a Sánchez ni en Europa, PP y Ciudadanos se tienen que inmolar con un apoyo activo en la investidura que, a más tardar en septiembre, tendría que convocarse para evitar un nuevo paso por las urnas.
El propio Sánchez lo reclamó en su primera comparecencia pública tras el fracaso en el Congreso, una entrevista en Telecinco que iba a haber concedido en la víspera, cuando se mantenía la tensión aún con Podemos, pero suspendió en el último segundo de manera extraña.
Pero no valdría con la abstención: tendría que ser un voto positivo y gratis de diputados del PP o Cs en número suficiente para que Sánchez añadiera los 52 escaños que necesita para, sumados a los 123 propios y el del cántabro Revilla, alcanzar la cifra mágica de 176 necesaria para ser presidente.
"El PP no va a entrar en eso", afirman tajantes fuentes del entorno directo de Pablo Casado, que ha salido muy reforzado tras el batacazo del 28 de abril, cuando parecía que todo el horizonte se le llenaba de nubes y, al contrario, su cielo se ha despejado.
Los populares se sienten hacia arriba, y el desgaste, por distintas razones, ha sido superior en Cs, Vox, Podemos e incluso el PSOE. Tanto como para que por Madrid corra la especie, no confirmada oficialmente por nadie, de que si hubiera Elecciones Generales de nuevo no le pillaría tan fragmentado de nuevo al centroderecha.
Sin miedo a otras Elecciones
La tesis es doble: coaliciones electorales de PP y Cs en hasta 21 circunscripciones, en una fórmula similar a la de Navarra Suma, y lo mismo en el Senado, esta vez con dos vías. O PP y Cs, o PP y Vox, conscientes todos de que esta última alianza hubiera dado ya la mayoría absoluta en la Cámara Alta, ahora en manos del PSOE por ese fraccionamiento.
Realidad o quimera, la idea circula con intensidad, y ofrece un argumento a la preocupación de Sánchez si finalmente convoca a las urnas en noviembre: en una sociedad caracteriza por estados de opinión tan fluctuantes, quizá por esas fechas la sensación victoriosa que aún conserva el PSOE haya variado. Y exponerse a perder el Senado para enfrentarse con más o menos diputados a la misma negociación con Podemos, espanta esa opción o al menos la pone en entredicho.