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Las palabras de Sánchez sobre Rajoy que ahora le castigan por su fracaso

El líder socialista culpa desesperadamente a todo el mundo y exige su auxilio cuando, en una situación similar de Rajoy, tenía claro quién era el culpable. Ésa es la prueba.

Sánchez, tras su investidura fallida junto a lo que decía de Rajoy

Publicado por
Javier Rodríguez

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Si hay alguien capaz de contradecirse a sí mismo, de hacer justo lo contrario de lo que había afirmado un rato antes con rotunda solemnidad, ése es Pedro Sánchez. Pidió el endurecimiento del delito de rebelión, para que no se escaparan los presos del procés, solo unos días antes de aliarse con ellos en la moción de censura.

Puso como ejemplo de escándalo y de dimisión el plagio de un ministro alemán, con su tesis doctoral copiada a punto de estallar. Exigió disculpas a quienes le acusaban de estar dispuesto a asaltar la Moncloa con los soberanistas y poco después llegó con ellos a la presidencia. Presentó un Código Ético para que los socialistas no tuvieran empleos paralelos y dieran detalles de su agenda mientras firmaba un contrato comercial para un libro y protegía como secreto de Estado los gastos viajeros de su mujer, Begoña Gómez.

O señaló a Podemos, entre tantos ejemplos, como instigador de la transformación de España "en Venezuela" para tildarle tiempo después de "socio preferente" y ofrecerle una vicepresidencia y tres ministerios. La penúltima tampoco es manca: los socialistas gobernarán Navarra gracias a Bildu, la heredera de Batasuna que se negaba a condenar los asesinatos de, entre tantos otros, más de deiz altos cargos del PSOE.

Todo en Sánchez es adaptable a sus necesidades: cuando determinadas circunstancias rodean a un adversario, son presentadas de una manera, siempre negativa para el contrincante. Cuando las mismas o peores le cercan a él, significan lo contrario: la explicación correcta de hechos idénticos es, en definitiva, la que le beneficie a él. Y cuenta con una maquinaria de propaganda lo suficientemente amplia como para tapar esa insólita tendencia.

La última demostración de ese fenómeno, que resucita la vieja frase de Groucho Marx y le espeta a los españoles aquello de "¿A quién van a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?" esperando que se pongan de su parte, es pletórica.

Contra Rajoy

La pronunció en agosto de 2016, poco después de repetirse las Elecciones Generales por su empecinamiento en bloquear a Rajoy en la Navidad previa, cuando el PSOE cosechó el peor resultado de su historia y, pese a ello, Sánchez intentó ser presidente con un pacto insuficiente con Rivera.

En aquel verano, el PP había aumentado su distancia con los socialistas, Rajoy tenía 137 diputados -50 más que Sánchez- y el "No es No" había perdido todo su valor: nadie, ni siquiera en Ferraz, entendía que se mantuviera el bloqueo y el PSOE estaba a punto de romperse públicamente por el empecinamiento de su candidato en prolongar el bloqueo tras dos citas con las urnas.

Pero Sánchez no se movió ni un milímetro y mantuvo su veto, ése que finalmente le hizo dimitir del Congreso y provocó su expulsión de la secretaría general, luego recuperada en unas Primarias contra Susana Díaz en las que presentó a todos sus compañeros como una especie de aliados del PP: en realidad quería evitar que Sánchez intentará otro asalto a La Moncloa de la mano de Podemos y el secesionismo, pero ante la militancia quedó la idea de que sólo él luchaba contra los populares. Y ganó.

Sánchez es un artista de hacer lo contrario de lo que defendía con vehemencia, en ambos casos con un único objetivo: él mismo

Dejó escrito el candidato socialista un mensaje que ahora, con su investidura fallida y el intento de echar la culpa de ello a todo el mundo, suena a macabra broma del destino: "La responsabilidad de que el señor Rajoy pierda una investidura es exclusiva del señor Rajoy por ser incapaz de articular una mayoría".

La pronunció en Twitter el 29 de agosto de 2016. Menos de tres años después, viviendo exactamente esa situación en sus carnes, toda la culpa es ajena: de Podemos, por no apoyarle, y de PP y Ciudadanos, por no dejarle paso. Rajoy, retirado de la política, ha de observar perplejo la secuencia.

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