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Sánchez se queda solo, desenmascarado y sin relato creíble ante el Rey

Ni con Unidas Podemos, ni con el PP, ni tampoco con Cs. Su respuesta a la oferta in extremis de Rivera ha sido la constatación de que desde julio no busca otra cosa que elecciones.

Sánchez se queda solo, desenmascarado y sin relato creíble ante el Rey

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Las botas que este lunes se calzó Pedro Sánchez para visitar Níjar y Almansa han sido lo único que se ha manchado el candidato del PSOE desde que en julio fracasara su investidura. La única vez que el presidente en funciones ha bajado al barro desde entonces ha sido, literalmente, para recorrer ambos municipios de Almería y Albacete, afectados por la gota fría.

Porque negociar, lo que se dice negociar, Sánchez no ha negociado nada. La oferta que Albert Rivera le hizo este lunes, aun a riesgo de comprometer su propia coherencia, terminó de sacar a flote cuál ha sido el único objetivo del socialista en -al menos- los dos últimos meses: elecciones el 10 de noviembre.

Remontémonos a abril de 2016, antes de la repetición electoral de junio de 2016. Por aquellos días Pablo Iglesias llevó a Iván Redondo a su programa de entrevistas Otra Vuelta de Tuerka y el ahora jefe de Gabinete de Sánchez e ideólogo de su estrategia sostuvo que en ese momento se estaban librando dos partidas políticas: una por el Gobierno, otra por el relato.

Sánchez no se ha movido de su pedestal de 123 escaños, aunque diga lo contrario

En ésas está el presidente en funciones ahora, en convencer a los españoles de que ha hecho lo humanamente posible para lograr un acuerdo de investidura cuando en realidad no se ha movido de su pedestal de 123 diputados. Pidiendo una abstención gratuita a diestra -a PP y Cs- y una adhesión inquebrantable a siniestra -a Unidas Podemos-.

Vetó a Iglesias en su Gobierno y luego tuvo que improvisar una negociación que no quería para un Gobierno de coalición que tampoco quería cuando el líder morado tumbó su coartada y dio un paso atrás.

Tampoco quiso pactar nada con Pablo Casado, que este lunes le recordó todas las ofertas que le ha hecho en estos meses. En mayo, en su primera reunión en La Moncloa tras las elecciones generales, el presidente del PP le ofreció un acuerdo en política fiscal y presupuestaria, así como ir de la mano en la estrategia en Cataluña.

Más tarde le propuso un pacto entre constitucionalistas en Navarra a cambio de los votos de los dos diputados de Navarra Suma para su investidura. Y la respuesta de Sánchez fue autorizar a María Chivite para ser investida presidenta de la Comunidad Foral con la colaboración, vía abstención, de Bildu. Una línea que el PSOE nunca antes se había atrevido a cruzar.

Este lunes el único que faltaba por tender un puente con La Moncloa, Rivera, le ofreció una salida a Sánchez. No gratuita, claro, sino a cambio de tres condiciones que probablemente habrían firmado el PSOE de Susana Díaz, o el de Emiliano García-Page, o el de Guillermo Fernández Vara: comprometerse a no indultar a los presos del procés, abrirse a una segunda aplicación del 155 en Cataluña si fuera necesario y evitar más impuestos a las clases medias.

La respuesta del socialista, pillado a contrapié, fue decir que eso ya lo hace y pedir nuevamente a Casado y Rivera que le abran paso.

Los líderes del PP y de Cs se reunieron por la tarde en el Congreso durante dos horas. De forma "cordial" según los primeros y "muy positiva" según los segundos. Casado estaba molesto por la envolvente de Rivera a escasas horas de verse ambos con el Rey, aunque no lo dijera.

El presidente de los populares rechazó de forma muy diplomática unirse al líder naranja en su propuesta de abstención, pero reconoció la coincidencia en las reclamaciones a Sánchez sobre "política territorial, constitucional y económica", según fuentes de su partido.

Rivera, por su parte, prefirió quedarse con lo bueno: que ambos estuvieron de acuerdo en que Sánchez "es el culpable de esta situación de bloqueo, pues ha fracasado al no cumplir con el encargo que recibió del Jefe del Estado para formar Gobierno".

La jugada de última hora del líder de Cs, aplaudida hasta por los que se han ido del partido -como Toni Roldán- y por los críticos que quedan -como Luis Garicano- tiene una evidente intencionalidad electoralista. Pero ha terminado de desenmascarar a Sánchez y su inmovilismo, aunque los socialistas hayan salido en tromba a decir que lo que pasa es que está nervioso.