Esquizofrenia en la Generalitat; Buch con los Mossos, Torra en la manifestación
El consejero de Interior defiende el papel de la Policía y señala a los violentos infiltrados, mientras su jefe máximo jalea a los radicales de las marchas contra los mismos mossos.
Este miércoles ha quedado bien patente la esquizofrenia que reina en el Palau de la Generalitat en estas últimas horas tras la sentencia del procés.
El mismo Gobierno que llama a los catalanes a tomar las calles, les envía a los Mossos para dispersárlos. Y a la misma hora en el que el consejero de Interior saca la cara por sus policías, el presidente de la Generalitat se codea con los manifestantes que les agreden.
El consejero de Interior de la Generalitat, Miquel Buch, ha defendido las actuaciones y la proporcionalidad de los Mossos d'Esquadra y también las manifestaciones cívicas que se han dado de respuesta a la sentencia, aunque ha alertado de que al final de algunas de esas protestas hay "grupos violentos" que pide aislar.
Buch ha mantenido una reunión la mañana de este miércoles con la cúpula del Govern: con el presidente, Quim Torra, con el vicepresidente, Pere Aragonès, y con la consellera de Presidencia y Portavoz, Meritxell Budó, tras los altercados del martes en varias ciudades de Cataluña que se saldaron con 125 heridos.
"Ni se pueden romper cordones policiales ni se pueden lanzar objetos contundentes, son actos de violencia que no representan al pueblo de Cataluña”, ha insistido Buch. "La policía ha de actuar para garantizar el orden y evitar conductas cívicas y violencias", ha añadido antes de reconocer que "se ha detectado la presencia de grupos provocadores al final de las manifestaciones pacíficas".
Respecto a la posible aplicación de la Ley de Seguridad Nacional, el consejero ha asegurado que "el Cuerpo de Mossos está garantizando los derechos de todos los ciudadanos y el orden público evidentemente en una situación compleja".
Mientras el consejero de Interior defendía el trabajo de los Mossos, Quim Torra jaleaba en las redes a los manifestantes. Una muestra de la esquizofrenia que reina en el independentismo