Sánchez pierde el debate por un error garrafal y el PSOE intenta ocultarlo
Los candidatos tardaron en entrar en la confrontación. Abascal estuvo solvente en su estreno, Casado se lanzó al ataque, Rivera tardó en encontrarse e Iglesias tiene prisa por gobernar.
Hay debate sobre el debate. Porque después de casi tres horas de fuego cruzado entre los cinco candidatos, no quedó claro quién ganó. Lo que sí quedó claro fue quién no lo hizo: Pedro Sánchez, el que más tenía que perder y muy poco que ganar.
La negativa del candidato del PSOE a contestar a varias preguntas clave fue su perdición, su error garrafal. Sánchez se negó a responder a Pablo Casado si pactará con los "supremacistas violentos" -en alusión a los indepedentistas- con tal de quedarse en La Moncloa, por más que el líder del PP insistió en ello una y otra vez, consciente del talón de Aquiles de su adversario.
Pero es que tampoco contestó el presidente en funciones a Pablo Iglesias cuando éste le pidió que aclarara de una vez si lo que pretende es "un gobierno de coalición con nosotros o busca al PP". Ni a Albert Rivera cuando le retó a decir si dimitirá en caso de que la sentencia de los EREs sea condenatoria. Y mucho menos a Santiago Abascal cuando el candidato de Vox le pidió el coste de la asistencia sanitaria universal para los inmigrantes irregulares.
Tan poco se lució el secretario general del PSOE en el debate (con razón no quería debatir en esta campaña) que la parroquia socialista se lanzó rauda y veloz a las redes para intentar trampear el resultado de las primeras encuestas sobre el ganador del debate. Entre ellas, las de El País y El Confidencial. Y también para convertir en trending topic en Twitter la etiqueta #GanaPSanchez (y lo consiguieron).
Aquí un llamamiento a votar masivamente en uno de los grupos más concurridos del PSOE en Facebook (tiene más de 22.600 miembros).
En realidad no hubo debate hasta transcurrida, casi, hora y media de emisión. Durante ese tiempo Sánchez se dedicó a pasar lo más desapercibido posible y a pedir al resto que dejen gobernar a la lista más votada si no hay acuerdo, Casado tomó la iniciativa y la delantera, Rivera intentó encontrarse a sí mismo, Iglesias buscó el abrazo imposible del oso a Sánchez y Abascal rehuyó toda contienda dialéctica para adoptar un tono netamente mitinero.
Cataluña fue lo más destacado de esta primera mitad, con Sánchez incapaz de aclarar si a su juicio España es una nación de naciones y el PP, Ciudadanos y Vox haciendo frente común para pedirle dureza y garantías de que el 10N reinará la normalidad en los colegios electorales catalanes.
Los "chiringuitos"
Cómo sería el no debate para que el candidato de Unidas Podemos, en un momento dado, recordó a sus compañeros que en ese plató tenían "la obligación de debatir", y no de soltar cada uno "nuestro rollo".
Y poco a poco los candidatos fueron despojándose de corsés y la temperatura subió a raíz de un encontronazo entre Casado y Rivera primero y entre éste y Abascal después. El líder de Cs golpeó al del PP con la corrupción y él picó. "He ganado unas primarias para acabar con la corrupción. No dé lecciones. Viene a embarrar el terreno", se quejó Casado.
Después Rivera se lanzó a por Abascal por haber cobrado de "chiringuitos" cuyo cierre luego pidió. Y en ésas que Iglesias terció: "La derecha discute mucho entre ellos pero luego no tienen dudas en gobernar en coalición. A ver si aprendemos nosotros también", le espetó a Sánchez.
Hasta entonces el candidato del PSOE no se había dirigido siquiera a Vox ni a su líder, pese a su empeño e interés en que Abascal estuviera en el debate. Pero cuando este último mencionó la exhumación de Franco, un asunto que ha resultado un bluf electoral para Sánchez (a tenor de las encuestas), el socialista sacó su vena más combativa.
Y volvió a ser él hablando de la "ultraderecha" y de la memoria histórica: "La dignidad y reparación no es abrir heridas sino cerrarlas", dijo.
Abascal, el único novato en esas lides, sin embargo maximizó sus oportunidades y logró introducir en el debate todos los asuntos troncales para Vox. La suspensión de la autonomía catalana, la supresión de las autonomías, la inmigración ilegal "subvencionada", las leyes de género, el "expolio" a las clases medias y la defensa de la unidad de España.
Hasta se permitió la licencia de recordar a Iglesias y a Sánchez que mientras uno estaba en una herriko taberna con Otegui y el otro "jugando al baloncesto y en el Consejo de Caja Madrid" él se jugaba la vida en el País Vasco.
En el minuto de oro cada candidato aprovechó para apuntalar una idea. Casado, la del voto útil al PP para echar a Sánchez. Rivera, la de la ruptura del binomio rojos/azules. Abascal, la de que por fin no son otros los que hablan de Vox sino Vox. Iglesias, la de un gobierno de coalición que cambie las cosas. Y Sánchez, la de un gobierno "fuerte y estable".
Pero el presidente en funciones sonó muy poco convincente. En el debate se visualizó lo que todas las encuestas pronostican: el panorama político estará aún más complicado el lunes 11 de noviembre.