Lo que ha ocultado Sánchez a los españoles en su discurso de investidura
El candidato del PSOE escenifica su metamorfosis en el Congreso: de prometer mano dura contra el independentismo en campaña a abjurar del 155 y de la vía judicial para pedir solo diálogo.
En sus casi dos horas de discurso tuvo Pedro Sánchez una oportunidad de oro para explicar el contenido de ese ambiguo acuerdo al que ha llegado con ERC para desencallar su investidura, uno tan beneficioso para los de Oriol Junqueras que ni el bombazo de la Junta Electoral Central hará tambalear. Por más gesticulación que se produzca en las próximas horas.
Tuvo, pero no quiso Sánchez. No por más que la portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, pidió al comienzo de la sesión que se hiciera público. Terció la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, para decir: “El texto es conocido”. El texto sí, pero la letra pequeña no.
Cataluña fue el asunto central del discurso del candidato del PSOE, que durante el mismo dejó clara cuál es su intención: “Dejar atrás la deriva judicial”, sostuvo, y volver a la “política”; al “diálogo, la negociación y el pacto amparado por la Constitución”.
Pero no solo eso. Sánchez fue más lejos y expresó su desacuerdo con la decisión de la JEC -lo atribuyó a “zancadillas de última hora” de la derecha”-, siguiendo así la línea que expresaron este viernes su portavoz en el Congreso, Adriana Lastra, y el líder del PSC, Miquel Iceta. Por no hablar del futuro ministro de su Gobierno Alberto Garzón.
Es más. Incluso abjuró de la aplicación del 155 en Cataluña, a pesar de que el PSOE votó a favor junto con el PP. La catalana es, según la definió, “na crisis heredada de la que ya advirtió el PSOE cuando estaba en la oposición”.
Con todo ello dejó el socialista claro que renuncia a la legítima vía judicial, porque ya se ha gastado “demasiado tiempo en querellas”, sostuvo. Ni siquiera entonces le miraron a los ojos los diputados independentistas catalanes. Ni los de ERC.
Concluye así, pues, la metamorfosis de Sánchez, el que en campaña electoral prometía recuperar en el Código Penal el delito de rebelión. El que decía que no tenía nada que hablar con Torra y ahora ha pactado una mesa de diálogo entre el Gobierno y el Govern.
Habló Sánchez de “recomenzar” y de “diálogo”, pero sin embargo excluyó de la ecuación a todos los que no apoyarán su investidura, bien con su voto a favor o al menos con su abstención. Lo denominó la “coalición variopinta”, en la que metió a la “derecha” la “ultraderecha”, los “antisistema” y los “nacionalismos más intransigentes de uno u otro signo”. Es decir. Todos los que votarán no a su investidura. Con esos, diálogo ninguno.
“No se va a romper es España, no se va a romper la Constitución. Aquí lo que se va a romper es el bloqueo”, enfatizó. “El PSOE es, como acreditan sus siglas, un partido español formado por compatriotas. Lo repito: un partido español. Se equivocan quienes desde la bancada de la derecha ponen en duda el compromiso de la izquierda con España”, proclamó a la ofensiva.
Después desgranó algunos de los puntos del acuerdo de Gobierno de coalición con Pablo Iglesias, mientras éste asentía con la cabeza. Ni un euro para la educación segregada, control de los alquileres en las zonas sensibles, subida de impuestos (supuestamente solo a las rentas más altas, por encima de los 130.000 euros), derogación parcial de la reforma laboral y total de la ley de seguridad ciudadana, recuperación de los bienes inmatriculados de la Iglesias y actuaciones de reconocimiento y reparación para las víctimas de la guerra civil y el franquismo, entre otros.
A partir de ahora, según la terminología de Sánchez, existirán tres tipos de partidos en la Cámara: los que están con él, los que están contra él y los que al menos no estorban.