VOX padece su primera crisis interna con una bronca muy indiscreta en Melilla
El partido de Abascal expulsa a uno de sus presidentes en uno de los puntos más sensibles para su discurso. Y lo hace entre sospechas y reproches aireados sin ambages.
Vox también tiene sus broncas internas, como cualquier partido cuando supera la "luna de miel" de sus años fundacionales. Le pasó a Podemos y a Ciudadanos y ahora le ocurre al partido de Santiago Abascal, con el mismo estruendo y contundencia a los que acostumbra en casi todo.
Anoche, la formación "verde" anunció la expulsión de su presidente en Melilla, Jesús Delgado Aboy, uno de los dos diputados que tiene en la Ciudad Autónoma, clave para VOX en su discurso sobre los peligros de la inmigración subsahariana y de la política al respecto de Marruecos.
Pero la polémica antes de tan expeditiva decisión promete una larga resaca. Oficialmente, la expulsión obedece a la supuesta indisciplina del expresidente, a su tendencia a saltarse las instrucciones del partido y a negociar con otros sin permiso:
"Como consecuencia de sus actuaciones personales, incompatibles con ostentar la representación de esta formación política", resume una nota pública.
Pero hay más, y aunque VOX no lo precisa, lo sugiere al incorporar la coletilla "actuaciones personales" a las causas de la destitución. No las precisa, pero en Melilla sí se conocen y se habla de ellas: atienden a las sombras que pesan sobre Aboy al respecto de su gestión pasada en el Colegio de Médicos. No hay más datos, aunque la prensa local de la ciudad africana de España no deja de comentarlo haciéndose eco de la calle.
¿Y ahora qué pasará?
Lo que sí denuncia VOX ya es suficientemente duro: "Ha intentado dañar la imagen de Vox con comportamientos que son inadmisibles y contrarios al régimen disciplinario con el que se comprometió al entrar en el partido”, entre los que destaca la difusión de conversaciones "en las que criticaba abiertamente a los dirigentes de Vox".
El "insurgente" de Melilla ha intentado convencer a su dirección de que esos audios estaban trucados, pero no ha convencido a nadie. La herida interna siguió borboteando sangre y, antes de que llegara al mar, ha sido cauterizada. Al menos de momento. Porque todo indica que la crisis no ha terminado. Aboy se acuartelará en su escaño, como diputado no adscrito, y desde allí, tal vez, contraatacará.