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Galicia amenaza con romper en pedazos el breve ciclo triunfal de Sánchez

Los populares plantearán estas elecciones como una especie de reválida, que al presidente le llega en plena luna de miel consigo mismo y con su Gobierno de coalición.

Alberto Núñez Feijóo justo antes de oficializar en adelanto electoral en Galicia.

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La revancha de las elecciones generales del 10 de noviembre se producirá cinco meses después en Galicia. Aunque se trata de unos comicios autonómicos, el PP quiere convertirlos en la primera gran derrota de Pedro Sánchez tras subirse al pedestal del Gobierno de coalición. Cortocircuitando así su ciclo triunfalista.

Y también completar el engranaje del poderoso de oposición al Ejecutivo central que forman tres comunidades vecinas entre sí: Galicia con Alberto Núñez Feijóo, Castilla y León con Alfonso Fernández Mañueco y Madrid con Isabel Díaz Ayuso.

A Pablo Casado suelen acompañarle los tiempos, un concepto muy importante en política. Lo hicieron cuando medio año después de convertirse en presidente del PP vio cómo Juan Manuel Moreno arrebataba la Junta de Andalucía al PSOE.

Lo hicieron también cuando Sánchez condujo a España a una repetición electoral en la que Casado logró crecer 23 escaños. Y ahora lo hacen concendiéndole elecciones en el mejor escenario posible para el PP, el gallego.

Porque Alberto Núñez Feijóo está convencido de poder revalidar su mayoría absoluta, y así se lo ha trasladado a Casado, que confía a pies juntillas en las opciones de su barón gallego. De hecho será Feijóo, solo Feijóo, quien lleve la batuta de la campaña que arranca ahora. El CIS es el único que hasta la fecha se ha atrevido a cuestionar la victoria del presidente de la Xunta. Y en el PPdeG se lo toman casi como un honor, dados los antecedentes de José Félix Tezanos.

La lectura que hace el PP de Galicia es que su marca aglutinará todo el voto de centro derecha. Porque Ciudadanos nunca germinó en la Comunidad (y ahora que está en plena crisis existencial lo tiene aún más complicado); y porque el nacionalismo castellano de Vox -concepto acuñado por el sociólogo Narciso Michavila- no tiene cabida en una de las nacionalidades históricas.

Los de Santiago Abascal se dicen convencidos de que obtendrán representación en el Parlamento gallego, pero a día de hoy no pasan de los 500 afiliados más que en La Coruña. Y en Galicia, con tal dispersión de población, la implantación territorial es clave.

Con el paso que ha dado, Feijóo, además de mantener la tradición de ir de la mano con el País Vasco a las urnas, esquiva las interferencias de Cataluña. Y lo más importante: pilla a la oposición con la guardia baja.

A la hora en que Feijóo oficializaba la convocatoria de elecciones para el 5 de abril, su rival y líder del PSOE gallego, Gonzalo Caballero, publicaba en Twitter una foto con la ministra de Industria, Reyes Maroto, que era un preludio de lo que será su campaña: un intento de aprovechar el viento de cola del Gobierno de coalición.

El líder del PSdeG, Gonzalo Caballero, junto a la ministra de Industria, Reyes Maroto.

Pero Caballero viene de protagonizar en los últimos días una polémica que ha podido dar al traste con las pocas -según las encuestas- opciones que tuviera. Se puso de parte del Ministerio de Hacienda en la guerra que éste mantiene con las comunidades por el IVA de diciembre de 2017 y ello provocó que incluso el PSdeG se le rebelara internamente.

Por si fuera poco, al BNG, aliado indispensable de los socialistas para intentar doblegar a Feijóo, el adelanto le pilla con su candidata, Ana Pontón, de baja por maternidad. Quien ya ha anunciado que la acortará. Las mareas están hundidas y Podemos es una incógnita.

Así las cosas el PP reúne este martes a su Comité Electoral Nacional para proceder a la designación de Feijóo como candidato en Galicia y también de Alfonso Alonso en el País Vasco. Se activa nuevamente el diapasón electoral.

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