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Por qué es falso el mensaje "feminazi" y cierta la necesidad de más igualdad

Con una fuerte división del feminismo y una lucha entre el PSOE y POdemos por quedarse la bandera, analizamos la situación de la mujer en España que esconde el 8M.

Por qué es falso el mensaje "feminazi" y cierta la necesidad de más igualdad

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Marco Ballesteros

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El 8M llega por vez primera en España con los mismos que agitaban la causa como una bandera contra el PP gobernando. Y con una división ruidosa del movimiento feminista, enfrentado a quienes, en el PSOE y Podemos, se arrogan ahora una causa que consideran suya, tal vez con fines políticos: desde el pin parental hasta la oposición de Vox a la Ley de Violencia de Género se esgrimen como razones para la protesta, aunque en Moncloa ya no gobierna la derecha.

Más allá del juego político, subyace una realidad resumida en varias preguntas cruciales ¿Existe una cultura de la violación como denuncian los colectivos feministas más combativos? ¿Es España un país inseguro para las mujeres? ¿Hace falta una nueva Ley de Libertad sexual como propone Irene Montero? ¿Sufren más o menos violencia que sus homólogas europeas? ¿Hay muchas agresiones sexuales? ¿Cobran menos que los hombres por idéntico trabajo?

ESdiario analiza, con cifras oficiales, su situación real partiendo siempre de una evidencia: ellas lo tienen más difícil. Pero el panorama dista mucho del paisaje apocalíptico que dibuja la izquierda para achacárselo, a continuación, a sus rivales del centroderecha. Ésta es la realidad, sin excesos ni silencios,


¿Existe una brecha salarial?


Es una de las denuncias más recurrentes y, también, peor explicadas. Sí existe, pero no exactamente por la razón que se esgrime. Se suele decir que la mujer cobra menos que el hombre a idéntico trabajo y se da un dato que parece atestiguarlo: en número redondos, el sueldo medio anual de ellos es de 25.000 euros y el de ellas de 20.000.

Esa diferencia, sin embargo, no se explica porque paguen menos a unas que a otros por el mismo trabajo, sino por el horario medio que, a igual categoría profesional, sale de un dato definitivo: dos millones de mujeres se acogen a la reducción de jornada (el triple que los hombres) y el 90% de las 60.000 excedencias las piden ellas. Es eso lo que reduce su salario, no que éste sea inferior para idéntica categoría.

La brecha salarial real, por todos los conceptos, es del 14% en España, una cifra estimable que, no obstante, es inferior a la medida europea, situada al 16%, y sensiblemente menor a la de Alemania o Inglaterra, ambos por encima del 20%.

En España es ilegal desde 1980 pagar menos a una mujer que a un hombre por el mismo trabajo y además es imposible en ámbitos como la Administración Pública. Para hacerse una idea del camino recorrido, que permitiría a cualquier mujer víctima de esa ilegalidad acudir al juzgado y ganar el pleito al 100%, baste recordar la miríada de países del mundo donde esa brecha es escandalosa: en Irán una mujer cobra un 75% menos que un hombre por el mismo destino laboral.

Conclusión: la brecha salarial no existe tal y como se explica y es la conclusión, simple, de que al hacer las medias a igual categoría no se tiene en cuenta el horario inferior por reducción de jornada en el triple de mujeres que de hombres. Pero sí existe en una franja de edad y con tu tipo de contrato: las mujeres de más de 50 años con contratos temporales.


¿Es España un país muy desigual?


Es una afirmación difícil de avalar con los datos en la mano. El World Economic Fórum emitió en 2015 su último gran informe sobre la situación de la mujeres en el mundo, analizando cuatro variables para clasificar a todos los países en función del resultado conjunto: economía, salud, educación y política.

El país mejor puntuado es Islandia con un 0.881 de nota (1 sería igualdad total; 0 desigualdad absoluta). A España le adjudicaron un 0.742 y la posición 25 entre los 145 países analizados al detalle, por delante de países tan avanzados como Canadá, Luxemburgo, Estados Unidos o Japón y por detrás de los países nórdicos y bálticos.



Otro informe, complementario al anterior porque incorpora al análisis la variable de seguridad, coloca a España como el quinto país del mundo con mayor bienestar para la población femenina, en un pañuelo con los mejores: Islandia, Noruega, Suiza y Eslovenia.

Este estudio de la Universidad de Georgetown y el Instituto de Investigación de la Paz de Oslo analiza a fondo once índices que van desde la violencia de género hasta la inclusión laboral. Es uno de los mejores lugares del mundo para vivir, aunque otros informes matizan esa conclusión: la ONU, el Foro de Davos o el Instituto Europeo de la Igualdad de Género (EIGE, por su siglas en inglés) bajan a España de posición, aunque en todos los casos la sitúan por encima de la media de los países europeos y más desarrollados del resto del mundo.


¿Hay techo de cristal en política?


lo hay, pero con dos matices: lo hay menos que en el resto del mundo y el avance ha sido espectacular en los últimos años. El problema es que la mujer partía desde muy abajo en este epígrafe tradicionalmente dominado por los hombres. Para juzgar a España hay que hacerlo con arreglo a su entorno y teniendo en cuenta el punto de partida.



Con esas dos variables, la situación es esperanzadora: el acceso de la mujer a puestos políticos de relevancia se cifra cerca del 40% del total, tal y como recogía una ley de 2007 que imponía el criterio de 'cremallera' para alternar a hombres y mujeres en puestos políticos.

En concreto, y según el informe de Georgetown que examina a los países en materia de inclusión, justicia y seguridad, la representación parlamentaria de ellas en España es del 38.6%, casi el doble de la media y a once puntos de la paridad absoluta.


¿Y el techo de cristal en el ámbito privado?


Aquí sí se puede decir que existe, aunque es muy difícil de valorar con precisión. El dato más elocuente sería el de número de mujeres en los Consejos de Administración, donde su presencia sí está rezagada: no llega al 25% en los órganos de decisión de las compañías del Ibex 35 y es la mitad de esa cifra en las empresas que, sin estar cotizadas, deberían cumplir la Ley de Paridad de 2007 y tener al menos un 40% de mujeres en sus cuarteles generales.

Más difícil de medir es el calado de la presencia femenina al frente de las responsabilidades máximas en cualquier ámbito profesional. Para empezar, si se analiza sólo quién es el máximo responsable en cualquier actividad, habría que añadir que si es hombre quedarían aritméticamente excluidas el 100% de las mujeres... pero también el 98% de los varones, pues sólo es un puesto. Y si es al revés, la cifra sería la contraria, con una conclusión en ambos casos: si sólo se mira al máximo responsable de un gran periódico, una multinacional, un ayuntamiento o un programa de televisión, todo el mundo está excluido.


Con esas cifras, no resulta sencillo saber con exactitud cuál es exactamente el techo de cristal de la mujer en la vida cotidiana, aunque sí intuir que, sin duda, ellas lo tienen más difícil para alcanzar posiciones de poder más allá de la política o los consejos de Administración.


¿España es inseguro y violento para la mujer?


Las cifras de asesinatos machistas son terribles, aunque no guardan relación exacta ni con las leyes proclamadas para combatirla ni con los presupuestos asignados para tal fin: el peor año en términos de crímenes fue 2008, a su vez el que más se invirtió en combatir esa lacra con más dinero y la conocida Ley de Violencia de Género.

Los feminicidios en España son menores que en Europa y, en general, la violencia hacia la mujer es inferior a la que padecen o perciben en todo el mundo, incluyendo los países más avanzados. Los distintos informes que analizan este capítulo en sus distintas variables (crímenes, violencia doméstica, denuncias por violación, sensación de inseguridad) concluyen que, por dramáticos que sean los terribles casos que cada día aparecen en los medios, la situación para la mujer en España es una de las mejores del mundo, de largo además.

Yendo por partes, la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea coloca a España en el sexto mejor país en el capítulo de violencia de género, muy lejos de los peores, algunos tan reputados como Dinamarca (el peor), Francia o Alemania. La percepción por parte de las mujeres de sufrir algún tipo de violencia física a partir de cumplir los 15 años es del 22%, una cifra desasosegante pero once puntos inferior a la media europea y la mitad que en los países nórdicos u Holanda, países tradicionalmente contemplados como los más igualitarios.



Esa conclusión la reafirma la práctica totalidad de estudios oficiales, institucionales y científicos que se realizan en el mundo para determinar la seguridad global de la mujer en en el seno de su sociedad. Por ejemplo, Woman Stats Project, una de las organizaciones más respetadas y solventes, sitúa a España en el sexto puesto mejor del planeta para vivir siendo mujer.

Otros índices atestiguan también que España es uno de los mejores países del mundo para vivir siendo mujer. Eurostats, la oficina europea de estadísticas oficiales, sitúa las denuncias por violación en 2.65 por cada 100.000 habitantes. Suecia multiplica casi por treinta esa tasa hasta llegar a las 57.

El Instituto de Oslo para la Investigación de la Paz y la Universidad de Georgetown reafirman esa conclusión: si en el mundo se concluye con la terrible cifra de que el 33% de las mujeres ha sufrido violencia en el seno del hogar, en España esa cifra recula hasta el 13%. Y con respecto a los países más avanzados, también es inferior: en ellos, la media es del 25.2%.

La cara más cruel de la violencia son los crímenes, y por espeluznante que sea cualquier estadística al tratarse siempre de seres humanos con nombre y cara, la de España es sensiblemente mejor a la de casi cualquiera en Europa: aproximadamente, aquí se registran 5 asesinatos por cada millón de habitantes; mientras que la media en Europa es de 11.6 y de 40 en América. Un sólo caso ya es mucho, pero conviene conocer el contexto para entender la magnitud del fenómeno.


¿El presupuesto explica el auge o descenso de los crímenes?


Suele relacionarse el aumento de los presupuestos públicos con una mejor atención de la violencia machista, sugiriendo que el aumento de víctimas mortales guarda relación con los recortes en este epígrafe o con la ausencia de medidas legislativas. Para empezar, es prácticamente imposible cuántos recursos exactos se dedican a este enorme problema social, pues habría que sumar el gasto en muy distintos epígrafes y desde distintas administraciones en un sinfín de áreas muy transversales: policía, justicia, atención social, educación, formación, etc.

Sólo hay un capítulo específico en los Presupuestos Generales destinado a la Violencia de Género que se puede tomar por referencia, aunque el gasto es sensiblemente mayor si se pudieran reunir en un único epígrafe todos los que se hacen desde Ayuntamientos, Comunidades y otros Ministerios concernidos por este drama que ha acabado con casi 950 vidas desde 2003 hasta el 1 de enero de este año.


Pues bien, la mayor cifra de asesinadas coincide, sorprendentemente, con el mayor presupuesto dedicado a este frente y con la mayor presión legal, resumida en la aprobación de la Ley de Violencia de Género. Por resumirlo en datos, sin querer establecer ninguna responsabilidad política al respecto, los peores años de la serie fueron 2008 y 2010, con Zapatero en Moncloa y el gasto más alto en ese capítulo. Y el menos en víctimas fue 2016, con Rajoy en la presidencia y un presupuesto específico más bajo en ese capítulo concreto.

De hecho, 2020 ha comenzado con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias gobernando y, lejos de mejorar la situación, ha empeorado con 14 víctimas mortales en apenas dos meses. Es uno de los peores arranques de la historia desde que se computan las cifras.



Por resumirlo en pocas palabras y cifras, en los años del PSOE en el Gobierno murieron de medida doce mujeres más cada año que en los del PP, con otro dato llamativo: el triste récord desde que se computan estadísticas es de 76 en el año 2008 y el mejor 44 en 2016. Con el centro derecha gobernando y en plena crisis económica con la subsiguiente merma en el gasto, las víctimas se redujeron en casi un 40% y la media ha sido mayor entre 2003 y 2017 con gobiernos socialistas y más gasto, aunque el reproche al PP ha sido, de largo, muy superior.

No es sencillo, en fin, establecer una causa única para este terrible fenómeno; pero no resulta fácil relacionarlo tampoco con el color político del gobierno de turno ni con la magnitud del gasto, al menos como hasta ahora se ha encauzado: en políticas directas genéricas y en una encomienda de trabajos a asociaciones de todo tipo que, por conceptos de igualdad y de mujer, recibireron entre 2014 y 2017 cerca de cien millones de euros en 9.000 subvenciones distintas, según el rastrero elaborado en la web económica estadolimitado.com.


¿Hay más agresiones sexuales en España?


En Suecia se denuncian 56.8 violaciones por cada 100.000 habitantes, veinte veces más que en España, cuya tasa es de 2.65. Es un dato controvertido que puede reflejar tanto algo positivo como negativo: se puede creer que hay menos agresiones sexuales a la mujer, pero también que simplemente es más difícil denunciar en España. De hecho, la Fiscalía de Violencia contra la Mujer suele situar el número de violaciones que no llegan a denunciarse entre un 70% y un 80%.


Yendo a los últimos datos oficiales completos, de 2015 y 2016, que incluyen todo tipo de agresiones sexuales denunciadas, las condenas finales y las entradas en prisión, en España se denuncian unas 6000 agresiones sexuales al año, de las cuales 2.500 terminan en condena: de éstas, 2.100 incluyen entrada en prisión, el 64% por periodo máximo de dos años y el 17% por encima de los cinco años, según el estudio elaborado por El País.

En toda Europa se registran unos 215.000 delitos sexuales al año, una cifra terrible de la que un tercio son violaciones, según los datos oficiales de Eurostat. España tiene una tasa de 25 casos por cada 100.000 habitantes, en resumen. Es uno de los más bajos de Europa, con Suecia, Reino Unido y Bélgica multiplicando por entre cuatro y seis la estadística española.

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