Sánchez mantuvo los vuelos de Italia cuando ya sabía que eran una bomba de virus
El 28 de febrero el Gobierno tenía la información de que el 83% de los casos diagnosticados en España eran importados del extranjero, casi todos de Italia. Hasta el 10 de marzo no hizo nada.
El mayor error del Gobierno de Pedro Sánchez no fue la multiplicación del virus con todos los actos masivos del 8-M, sino importarlo. El 28 de febrero, el 83% de los casos de coronavirus en España eran importados, según datos en poder ya entonces del Ejecutivo. No se habían infectado en territorio nacional, sino en el extranjero.
¿En Hubei, la provincia china origen de la pandemia? No. Cero casos entonces procedentes del foco inicial de la pandemia. Los informes del Gobierno apuntaban a Italia, cuyos vuelos aún tardó más de dos semanas en suspender el presidente.
Sánchez no sólo erró en la respuesta, sino en su pronóstico. El Ejecutivo español creyó que el desembarco del virus, si acaso, llegaría por Hubei. Y sería fácilmente derrotable: “Debido a la situación epidemiológica mundial no se puede descartar que lleguen a España personas infectadas por SARS-CoV-2 procedentes de diferentes provincias de China, así como de otros lugares donde se están produciendo casos. La probabilidad de que esto ocurra se considera alta.
Según las estimaciones del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC por sus siglas en inglés), el riesgo de que se produzcan brotes similares al que está teniendo lugar en Italia, en otros países de Europa, se considera moderado-alto.
"Si esto ocurriera en España, tenemos mecanismos suficientes de contención, que incluyen protocolos clínicos, una red asistencial y de salud pública coordinada y capacidad suficiente para el diagnóstico y tratamiento de los casos. En la situación actual, el riesgo global para la salud pública en nuestro país se considera moderado”.
España mantenía sus vuelos directos con las zonas confinadas de Italia. Lo hizo hasta el 10 de marzo
Era el optimismo que respiraba el Ministerio de Sanidad el 24 de febrero, cuatro días antes de consignar que el 83% de los casos españoles venían del extranjero. En esa última fecha, 28 de febrero, de los 836 casos existentes en Europa, 650 correspondían ya a Italia, y sólo 32 a España.
Pero Hubei (China) aún hoy sigue sin suponer ni el 1% de los casos producidos en España. No es mérito del Gobierno español. Tiene más que ver con el rigor del confinamiento chino que con las medidas de protección españolas, apenas el uso de guantes y mascarillas para policías en los aeropuertos españoles, cuyo comisario/padre intelectual ha sido destituido a modo de reconocimiento.
Esta cautela solo serviría para que los policías no se contagiaran. No impidió la entrada de pasajeros infectados de Hubei, como corroboran los informes españoles. Reiteradamente aparece su rastro en los informes del Ejecutivo. ¿Origen del contagio? Viaje a Hubei. Pero su peso porcentual es insignificante.
El coladero nunca fue China, sino Italia
El gran agujero español para importar contagios nunca fue China, según los informes del Gobierno. El coladero ha sido otro. Porque a esa minúscula horquilla de contagios procedentes de China hay que sumar otro poderoso porcentaje de “casos importados” sin distinguir el origen del país, que siempre multiplicó la tasa de Hubei. En el inicio la goleada era absoluta: Cero casos Hubei, 83% resto de países. Esa desproporción siempre se mantuvo.
La tasa de infectados procedentes de países ajenos a China ha tenido un peso atroz en la pandemia española. Desde el 83% el 27 de febrero, la secuencia del porcentaje de los casos importados en el total de contagiados en España es la siguiente: 61% el 2 de marzo; 65% el 3 de marzo; 47% el 5 de marzo; 44% el 9 de marzo y el 11 de marzo; 19% el 13 de marzo y el 16 de marzo; 18% el 18 de marzo; 9% el 20 de marzo; 6% el 23 de marzo y bajando...
Por el contrario, la curva de infectados de Hubei era la siguiente: cero porcentaje y casos el 28 de febrero, 8% (dos casos) el 2 de marzo; 4% (dos casos) el 3 de marzo; 4% (tres casos) el 5 de marzo; 3% (tres casos) el 9 de marzo; 3% (cuatro casos) el 11 de marzo; 3% (seis casos) el 13 de marzo; 2% (seis casos) el 16 de marzo y el 18 de marzo; 1% (ocho casos) el 20 de marzo; 1% (7 casos) el 23 de marzo; 0,5% (7 casos) el 24 de marzo; 0,5% (nueve casos) el 25 de marzo; 0,4% (nueve casos) el 26 de marzo; 0,3% (nueve casos) el 27 de marzo.
El porcentaje de infectados por viajar a Hubei siguió bajando día a día posteriormente. El 30 de marzo ya se le asignaba un valor cero. El contagio chino era irrelevante estadísticamente.
Pero si el virus no llegó de Hubei, nunca pasó de un 8% en su pico más alto, ¿de dónde llegó? El Gobierno no quiso o no supo identificar el origen del foco. Pero sus informes dan una pista clave: “La curva epidémica, según fecha de inicio de síntomas de los casos, indica dos agrupaciones de casos, una del 14 al 18 de febrero y otra mayor del 21 al 29 de febrero que coincide con la identificación de casos en Italia”.
Casualmente, el porcentaje de casos importados ha bajado drásticamente desde el 10 de marzo, el día que Sánchez por fin suspendió los vuelos de Italia: desde un 83% el 28 de febrero hasta apenas un 6% el 23 de marzo, diez días después de cerrar el pasillo aéreo del virus desde Italia.
En dos semanas de vuelos con el norte de Italia antes del 10 de marzo podrían haberse trasladado desde la Italia contaminada hasta España cerca de 2,5 millones de pasajeros. Incluso descontando cancelaciones que a fines de febrero rondaban el 30% o el 60%, según cada compañía, más de un millón de pasajeros pudieron importar el virus desde Italia sin control cuando España todavía no sufría la pandemia que sí asolaba al país vecino.
El 22 de febrero ya se producían en Italia medidas de confinamiento en una decena de municipios del norte de Italia al dispararse los contagios y muertos. El 25 de febrero el Gobierno italiano ampliaba las zonas confinadas a otras regiones norteñas. Paradójicamente, España mantenía sus vuelos directos con las zonas confinadas de Italia. No podían salir por carretera, pero sí rumbo a cualquier aeropuerto español.
Los cuatro ministros que tienen delegadas las funciones durante el estado de alarma.
Pero este error inicial de permitir pasajeros de zonas contaminadas y confinadas de Italia se agravaba porque no les aguardaba ningún control sanitario a su llegada a España. No hubo ninguna criba en los aeropuertos españoles como tomar la temperatura de los pasajeros o vigilar sus síntomas ni seguimiento o cuarentena posterior, en contra de lo que recomendaba la OMS como medida preventiva. Otra más que ignoró el Ejecutivo español, como queda de manifiesto aquí.
Ya el 27 de enero la OMS recomendaba el cribado de entrada en los aeropuertos mediante controles de temperatura y posterior seguimiento médico a los pasajeros para prevenir el coronavirus, especialmente los provenientes de zonas calientes: “Centrarse en aplicar controles a los viajeros de vuelos directos de zonas afectadas podría ser más eficaz y menos costoso”.
El Gobierno español nunca adoptó tales medidas de control sanitario en sus aeropuertos, como revelaban con sorpresa en pleno confinamiento los pasajeros de Italia en cada telediario. “Nadie nos ha tomado la temperatura al llegar”. No hacía falta ningún informe de la OMS para entonces: el Gobierno español permitía volar desde una Italia contaminada y confinada.-
El argumentario para exculpar la gestión de Sánchez pivota en que el Gobierno no importó el virus. Pero si el Gobierno ya sabía el 28 de febrero que el 83% de los casos nacionales eran importados del extranjero, ¿por qué no tomó entonces la decisión de suspender los vuelos de Italia? Tardó semanas decisivas en adoptar esa medida. Lo hizo el 10 de marzo. No necesitó decretar el estado de alarma. Fue previo. No necesitó el permiso de la OMS. Lo hizo cuando creyó oportuno.
Pero una buena medida tomada tarde ya no es buena. Porque el número de portadores de coronavirus llegados entre esos millones de pasajeros de Italia previos al 10-M hay que multiplicarlos por tres o cuatro, que es la media de infectados por contagiado. No es casual que entre las zonas más castigadas por el coronavirus figuren Madrid y Cataluña, que copan los vuelos con Italia.
Pero los vuelos del contagio se repartieron también por la mayoría de las comunidades españolas a través una amplia lista de aeropuertos que actuaron como redistribuidores del coronavirus.
Si esa masa de infectados de coronavirus sin control llegados de Italia se mezcla con la población española y se agita en actos masivos (manifestaciones del 8-M, partidos, mítines…) el cóctel de la expansión está servido. La falta de control posterior de los pasajeros contagiados procedentes de Italia añadió volumen a la expansión del contagio.
Ni se les identificó, ni se les vigiló, ni se conocieron sus contactos posteriores. Pero, ¿cómo aplicar seguimientos si no se sabe si son o no infectados los pasajeros de Italia porque no se les identifica con ningún control sanitario?
Y cuando, a posteriori, el sistema sanitario español pudo detectar, ya como enfermos, a quienes se contagiaron en Italia, en Hubei o en Tomelloso…, el Gobierno ordenó desobedecer a la OMS y “no realizar seguimiento activo de los contactos”, como publicó ESdiario el viernes pasado. Ni tests.
El fin de semana el Gobierno español vendió un plan para la “detección precoz” de casos probables de coronavirus. Muy precoz no es. Porque Sanidad informó el 30 de enero que en una reunión de la OMS con participación de España se acordó igual medida:
“Las principales recomendaciones, no difieren de las dadas en la reunión anterior del Comité el 23.01.2020, y son las siguientes: tener preparada una vigilancia activa, detección precoz, aislamiento y manejo de casos, y seguimiento de contactos con el objetivo de reducir la infección humana, prevenir la transmisión secundaria y la propagación internacional”.
Por el contrario, una orden de Sanidad vigente durante la crisis ha prohibido hacer seguimientos activos y tests a los contactos directos, en eufemismo actual “casos probables” o “asintomáticos”.