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La debilidad de Sánchez le obliga a hacer un giro de guión inesperado con Casado

La losa de 20.000 muertes -y subiendo- y la catástrofe económica que tiene España encima han obligado al presidente y a su equipo a replantearse toda su estrategia por pura supervivencia.

Sánchez y Casado durante su videoconferencia.

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En poco más de dos semanas España ha rebasado dos barreras dramáticas. La de 10.000 muertos el 2 de abril y la de 20.000 muertos el pasado sábado, el día 18. Y eso solo contando las cifras oficiales, que el propio Gobierno ha reconocido que son inferiores a las reales. La gran incógnita es cuánto.

El país se encamina a la insoportable cifra de 25.000 víctimas del Covid-19 más pronto que tarde, mientras se anuncia un progresivo desconfinamiento sin un plan detrás; puesto que es más fruto de la presión social y económica que de una evaluación de los expertos.

El ambiente en Moncloa es irrespirable, desolador. Pedro Sánchez creyó que ésta iba a ser la legislatura de las mieles, la de la subida del SMI, la legalización de la eutanasia, la devolución de los bienes expoliados del franquismo, la desinflamación de Cataluña y la nueva ley de Igualdad. Y por el contrario el sueño se volvió pesadilla.

Por si fuera poco, al demoledor informe del FMI de la semana pasada se unió este lunes uno del Banco de España que cayó como una bomba en la Presidencia del Gobierno. El organismo prevé que la economía se desplome más de un 13% este año y descarta que la recuperación vaya a ser en V, como la vicepresidenta Nadia Calviño repetía hasta hace días.

El presidente está débil, muy tocado. En los últimos días incluso alguien ha hecho correr la especie de que Margarita Robles podría acabar presidiendo un Gobierno de concentración. Un rumor totalmente infundado pero que da muestras de la profunda herida que la gestión del coronavirus está haciendo a la imagen de Sánchez, a diferencia de lo que ocurre con el común de los mandatarios europeos. También los hay que empiezan a ver en el horizonte, a medio plazo, elecciones.

La paradoja es que el presidente tiene dos muletas que, sin embargo, no puede agarrar a la vez. Una es Pablo Iglesias, y de hecho ya se ocupó el socialista de dejar bien claro el sábado en su comparecencia que bajo ningún concepto romperá el Gobierno de coalición. No puede, por propia supervivencia. De ahí que esté dejando incluso ganar al vicepresidente de lo Social batallas internas como la de la renta mínima vital.

Casado en su visita al hospital de campaña de Ifema.

La otra muleta es Pablo Casado. El cambio de actitud del presidente respecto al líder de la oposición en los últimos días es copernicano. Tal es así que este lunes, al término de la reunión mantenida entre ambos, en el equipo de Casado se frotaban los ojos, aún incrédulos y sin fiarse del todo: "Sánchez le ha dicho que sí a todo".

Lo primero de todo es que el presidente ha accedido a que la negociación política de esos acuerdos para la reconstrucción -utilizando su terminología- se celebre en el Congreso, de forma que el PP se garantiza su papel preponderante respecto al resto de partidos, como segunda formación política del arco parlamentario que es.

Lo segundo es que no será el Gobierno el que lleve la batuta y marque los tiempos, sino la Cámara Baja. "Lo de menos para el presidente Sánchez es el formato, pero que se haga rápido", señaló la ministra portavoz haciendo ver las urgencias del Ejecutivo. Aunque aún no está hablado, los populares dan por sentado que esa comisión la presidirá el PSOE. Cuentan con ello.

Y lo tercero es que el socialista ha aceptado que la negociación no pasará por un acuerdo global, sino por pactos sectoriales y puntuales. Sabe que no puede mantener su coalición con Iglesias y en paralelo pedirle al líder de la oposición que le garantice su "programa de Gobierno", en palabras de Casado. "Nosotros no somos parte del Gobierno. Lideramos la oposición y la alternativa", resumió éste.

Más allá de la emergencia sanitaria y del torniquete para contener la hemorragia económica, Sánchez y el PSOE están muy preocupados por las medidas que habrá de tomar el Ejecutivo en el medio plazo. Empezando por la elaboración de los Presupuestos de 2021, de los que el presidente del PP ya se encargó de desvincularse este lunes.

La liquidez de momento no es un problema, pero la deuda enorme que va a contraer España no será sin condiciones por parte de la UE. Nunca lo es. Sánchez, consciente de que todo empieza y acaba en Bruselas, ha decidido jugar más fuerte y llevará al Consejo Europeo del jueves una propuesta para crear un fondo de reconstrucción dotado con hasta 1,5 billones de euros. No lleva buena mano de cartas pero a ver cómo le sale.

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