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La frase que delata los errores del Gobierno la soltó Sánchez sin darse cuenta

El presidente se "autoinculpó" del contagio masivo en España sin querer al dar un dato clave que ha pasado desapercibido: es éste y es concluyente.

Pedro Sánchez, en una de sus comparecencias recientes

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Javier Rodríguez

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Pedro Sánchez explicó su "Plan de desescalada", que ha generado una confusión nacional en sectores amplísimos por la falta de detalles en aspectos cruciales, apelando a que cada etapa duraría "dos semanas" porque, básicamente, ése es el periodo medio en el que la terrible enfermedad puede incubarse e irrumpir enfermando a su portador.

Solo esperando ese tiempo, vino a decir el presidente, se puede calcular el progreso en la contención del COVID-19 y saber si se ha contenido o, por contra, se extienden las infecciones tras haber levantado paulatinamente las restricciones en el confinamiento más radical aplicado probablemente en ningún lugar del mundo.

Pero ese cálculo le delata, a su pesar, en el aspecto crucial de la pandemia en España: por qué las cifras de mortandad son tan elevadas, hasta cien veces superiores a las de Corea y entre cinco y cuarenta veces con respecto a Grecia, Alemania o Francia; y qué pudo hacerse mal para que algo así ocurriera.

La respuesta, por si la incontable documentación oficial ya conocida y difundida no fuera ya suficiente, la dio el propio Sánchez: porque se alimentó un gran contagio, a pesar de las advertencias internacionales, entre las dos y las tres semanas previas a la adopción de las primeras días.

A partir del 10 de mayo se reconoció el brutal crecimiento de infectados y muertos, dos días después de que la Comunidad de Madrid anunciara la clausura de los colegios. Para que ese pico se produjera durante todo el mes de marzo, batiendo el récord mundial de víctimas y colocando a España junto a Bélgica en la cabeza de mortandad con 500 fallecidos por millón de habitantes; la infección tuvo lugar en esas fechas.

Un contagio masivo

Y además fue masiva, frente a la de la práctica totalidad de países de Europa, provocando a continuación un colapso sanitario por el desbordamiento de pacientes en los hospitales. El propio Ministerio de Sanidad reconoció la semana pasada que el virus ya estaba en febrero en España, a lo que cabe sumar los hasta 40 avisos sanitarios que, entre enero y marzo, recibió el Gobierno desde instancias internacionales como la OMS o Europa o nacionales como la Organización Médica Colegial.

¿Por qué pese a eso hasta el 10 de marzo se permitieron vuelos con Italia o se implantó el confinamiento hasta mediados del mismo mes? La explicación a ese inmenso error puede ser muy variada: desde una incomprensible falta de sensibilidad hacia la envergadura de las advertencias mundiales hasta un imperdonable cálculo para no tener que suspender el 8-M, al que acompañó el permiso para decenas de eventos de masas en toda España.

Pero si la causa admite dudas, siempre entre el error involuntario y la irresponsabilidad, las consecuencias no las ofrecen: el gran contagio en España se produjo justo en las mismas fechas en que el Gobierno se negó a adoptar medidas y retrasó el dique de contención que tal vez hubiera evitado la propagación, solicitado incluso por la Unión Europea hasta el 3 de marzo: catorce días después, justo el periodo descrito por Sánchez, España se convirtió en un inmenso hospital con una gran morgue.

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