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La cifra real de muertos por COVID que esconde el Gobierno pero conoce de sobra

Es la gran trampa del Gobierno: esconder la cifra real de víctimas mortales por coronavirus. Dice no saberla, pero la conoce a la perfección y la anota. Es ésta.

El mismo Gobierno que oculta las cifras reales de muertos las anota en informes de Sanidad

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La cifra oficial de muertos en España ya es terrible: la segunda más cruel el mundo, tras la de Bélgica, en relación a cada país. Los 26.299 fallecidos consignados formalmente suponen 557 muertes por cada millón de habitantes, una cifra que a 8 de mayo no alcanzan ni Estados Unidos (184) ni Portugal (95) ni Grecia (13). Incluso Francia (398) e Italia (495) están lejos de la mortalidad española.

Solo Bélgica, con más de 700, supera a España, pero probablemente haya "truco", los belgas apuntan a todas las víctimas mortales habidas sospechosas de haber contraído el COVID, aun sin diagnóstico oficial. España, por contra, "elimina" casos, ora echándole la culpa a las Comunidades por su recuento borrando de la estadística miles de víctimas que, sin embargo, tiene perfectamente consignadas.

Ni con esas trampas, la mortandad española se reduce y es única en el mundo. Para hacerse una idea la magnitud del drama nacional, es que los fallecidos sean entre cien veces inferiores a los de España (Corea) y las 32 de Polonia, con muchos países con seis veces menos letalidad, por intentar buscar una media.

Pero es aún peor. La sospecha de que las cifras reales son aún peores está presente desde el primer momento. Y el Gobierno ha señalado sistemáticamente a las Comunidades Autónomas como responsables de ese desajuste por no comunicar los datos a tiempo o por no ser capaces de identificar a las víctimas del COVID-19 y separarlas del resto.

Todo es una maniobra de distracción o un error incomprensible, otro más. Porque desde el primer momento, Moncloa ha podido calcular el número real de víctimas mortales del coronavirus con una precisión cercana al 100%: el Ministerio de Sanidad accede directamente y casi en tiempo real a todos los datos de 3929 registros civiles informatizados que cubren el 93% de la población española.

Si alguien muere, ahí se consigna, y esa información acaba en el Gobierno con un simple clic. Tan es así que, mientras Fernando Simón daba a diario excusas para esquivar una respuesta clara al número de muertes en España; su propio Ministerio publicaba ese número utilizando la telemática con los citados registros.

Se trata del Sistema de Monitorización de la Mortalidad, conocido por su acrónimo, Momo, y es de elaboración diaria. En él se consignan las muertes reales en España y se comparan con las estimaciones previas para establecer cualquier desajuste que, en el caso presente, es abrumador.

Momo hace una previsión, basándose en las medias desde 2008 hasta el año previo a cada informe, que suelen acertar con enorme precisión: si estima que en tal o cual periodo va a morir un número determinado de gente, acierta de manera casi inflalible.

Pues bien, sumando su capacidad de "adivinación" a los datos de mortandad reales, es bien fácil llegar a una conclusión que el propio Ministerio regisra por escrito: en España, solo entre el 17 de marzo y el 6 de mayo, murieron 30.968 personas más de las normales, un terrible incremento del 55.4% con respecto a lo habitual en los mismos periodos de los años precedentes.

Sanidad culpa a las Comunidades de no saber la cifra total de fallecidos, pero las conoce directamente de casi 4.000 registros

Momo no identifica la razón de la muerte, pero sí el exceso. Y parece obvio que la única anomalía que explica el desajuste es el coronavirus: achacarle a él las muertes de más es tan evidente como la inexistencia de otra justificación que explicara el repentino y brutal aumento de mortalidad.

La conclusión es que, cuando menos, España tiene como mínimo 5.000 víctimas mortales más de las que reconoce el Gobierno, una cifra que puede crecer cuando se le añadan todas las de la primera quincena de marzo, no incluidas en el último Momo correspondiente al 7 de mayo ni, tal vez, las de febrero e incluso antes.