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Marlaska pincha en hueso: Rodríguez-Medel, la juez que nunca se deja intimidar

Si el Gobierno piensa impresionar a la magistrada con el despliegue de sus recursos y sus medios afines, que se vaya olvidando. La investigadora del 8-M sabe navegar en aguas turbulentas.

La juez Carmen Rodríguez Medel, instructora del 8-M.

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Este martes cuando, evidentemente incómodo y nervioso, el ministro del Interior trató de apagar el incendio provocado por él mismo en la Guardia Civil con el anuncio de la subida de las nóminas de sus miembros, aún sacó tiempo Fernando Grande-Marlaska para sacar pecho de su trayectoria profesional, con una amenaza velada a la magistrada que le ha hecho perder los papeles con su investigación sobre las marchas del 8-M.

Recordando su carrera de juez desde su inicios hace 30 años en la localidad cántabra de Santoña, Marlaska vino a advertir a su compañera de toga, Carmen Rodríguez-Medel, que a él nadie le tenía que explicar como hacer su trabajo. Nada que objetar -o sí, visto el cese extemporáneo del coronel Diego Pérez de los Cobos- salvo que la magistrada del 8-M puede, también, presumir de lo mismo.

Y es que si por algo es conocida la juez Rodríguez Medel -ahora en el punto de mira del Gobierno, los partidos de izquierda y sus medios afines- es por su rigor, su independencia y su alergia a las componendas políticas, más allá de su estricta tarea jurisdiccional.

Vamos, que no se casa con nadie. De hecho, un puñado de sus casos más mediáticos demuestran bien a las claras que cuando sobre su mesa hay una instrucción judicial, a este hija y hermana de guardias civiles, le amilana nada quien sea el objetivo de sus pesquisas. Ni su adscripción ideológica.

Lo sabe bien el propio presidente del PP, Pablo Casado, -pese a que el PSOE lleva días agitando a modo de estigma contra Medel su militancia en la conservadora APM-; lo conoce mejor aún la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; y lo comprobó ese sindicato del delito que se sentó en el banquillo en la macrocausa de la Malaya, el iceberg de la corrupción en Marbella con intereses delictivos cruzados de, por decirlo así, lo mejor de cada casa.

En esos tres sumarios, como en el resto de los que ha instruido a lo largo de su trayectoria, Carmen Rodríguez-Medel ha demostrado su rigor, su persistencia y su capacidad para abstraerse de la presión política y mediática que acompañan a este tipo de casos. Lo pudo comprobrar el líder del PP cuando la juez decidió entrar a saco en la polémica de su master en la Universidad Rey Juan Carlos.

Afiliada a la citada Asociación Profesional de la Magistratura, Rodríguez-Medel ocupó su actual destino en los Juzgados de la madrileña Plaza de Castilla en enero. Antes, como titular del Juzgado de Instrucción número 51 de la capital, había instruido el caso máster que afectaba a Cifuentes, a quien la juez imputó tras su instrucción sendos delitos de falsificación documental y cohecho.

Rodríguez-Medel ha pasado por los juzgados de Santoña -por los que también pasó Marlaska en su primer destino- y Fuenlabrada, y fue titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Marbella. Allí le sorprendió una de las patatas calientes de la historia reciente de la Administración de Justicia: el caso Malaya y el todopoderoso exresponsable de Urbanismo de Jesús Gil, Juan Antonio Roca.

Medel, que también tiene experiencia en el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Marbella,ha intentado dar el salto a la misma Audiencia Nacional en la que Marlaska tuvo su despacho primero como instructor y luego como presidente de la Sala de lo Penal.

La juez compartió terna para ocupar una vacante con la juez Carmen Lamela -instructora del caso Trapero- y el mediático Pablo Ruz. Este fue finalmente el que cerró el paso de Rodríguez-Medel a la Audiencia.

Sin haber jugado en la primera división, la que supone tener destino en el siempre convulso tribunal de la madrileña calle Génova, la juez del 8-M sabe bien lo que son las presiones y trabajar bajo los focos de los medios y los partidos políticos. Por eso, el Gobierno ha pinchado en hueso.