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Marlaska toca fondo: el superjuez que encarceló a Otegi acaba salvado por Bildu

Del juez que fue al ministro que es hay un abismo. El titular de Interior ha culminado su transformación en un político que cabalga contradicciones. En su caso, la de la serpiente de ETA.

Fernando Grande-Marlaska en el Congreso.

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Fue la confesión de una etarra recién detenida la que permitió a Fernando Grande-Marlaska enterarse de que el comando Vizcaya había planeado matarle colocando una bomba lapa en los bajos de su coche familiar en uno de sus viajes de fin de semana a la localidad riojana de Ezcaray.

Lo contó él mismo en su autobiografía, Ni pena ni miedo, que publicó en 2016. Cuando aún era presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)... a propuesta del PP. Cuando decía que no se veía en política.

El ahora ministro del Interior escribió este jueves un capítulo con renglones torcidos en su biografía, una vez terminada su transformación en un político de esos que, como dice Pablo Iglesias, cabalga contradicciones. Últimamente, muchas.

Grande-Marlaska se salvó de ser reprobado por el Pleno del Congreso por la crisis ocasionada en la Guardia Civil con la abstención de los cinco diputados de Bildu, descendiente política de la misma Euskadi Ta Askatasuna que él tanto combatió cuando vestía toga y era un juez respetado y admirado.

De ordenar la entrada en prisión de Juan Ignacio de Juana Chaos y dos veces la de Arnaldo Otegi como dirigente de ETA e inductor de un centenar de actos de kale borroka durante una huelga convocada por Batasuna -años 2005 y 2006-, Grande-Marlaska ha pasado a integrar un Gobierno que pacta derogaciones de la reforma laboral con el partido de éste.

De instruir el caso del chivatazo a ETA del bar Faisán y desmantelar Segi -una "auténtica academia terrorista", según sus palabras-, a ser salvado políticamente por quienes jamás han condenado los crímenes etarras.

El ministro del Interior no estuvo este jueves en la votación de su reprobación, como tampoco lo había estado el miércoles en el debate. Pero a buen seguro le llegó alto y claro el mensaje de la portavoz de Bildu, Mertxe Aizpurua, para mayor escarnio:

"Grande-Marlaska se merece la más colosal de las reprobaciones y más que por lo que hizo precisamente por lo que no hizo ante decenas de detenidos vascos que pasaron ante él y en los que no vio ningún signo de las torturas que se le relataban. Hay una cadena de connivencia que permite la tortura, y no hay torturas sin connivencia de los jueces", afirmó.

La portavoz de Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua.

Pero luego añadió: "No vamos a hacer el juego a la derecha. El ministro Marlaska no tiene ni tendrá el apoyo de Bildu porque tenemos memoria". De la misma forma que los herederos de Batasuna, también ERC y el BNG se abstuvieron. El PNV votó en contra de su reprobación y Junts per Catalunya directamente no votó.

"Nos unía una causa, ahora nos separa una traición", le espetó el miércoles la diputada del PP Ana Beltrán al escaño vacío del ministro del Interior. Beltrán, líder de los populares navarros y por tanto buena conocedora de ETA, alguna vez ha confesado que entró en política guiada por el ejemplo de personas valientes como Grande-Marlaska.

Para cuando se votó la reprobación, Pablo Casado volvía de haber pasado la mañana en Rentería, homenajeando al concejal de su partido Manuel Zamarreño en el vigésimo segundo aniversario de su asesinato con una moto bomba. Había sustituido al concejal José Luis Caso, también asesinado. Zamarreño tuvo el coraje de acusar a los concejales de Herri Batasuna de su Ayuntamiento de ser culpables del atentado y ETA acabó llevándoselo por delante a él también.

Corría el año 1998. Y Grande-Marlaska era juez del Juzgado de Instrucción número 2 de Bilbao, su primer destino en la Vizcaya que le vio nacer y de la que tuvo que salir porque ETA le había puesto la cruz.

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