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La verdadera historia de la renovada amistad entre Pedro Sánchez y Zapatero

¿Actúa como un "lobo solitario" Zapatero o tiene mandato de Sánchez? Las claves del cambio político de España, con pactos antes prohibidos y guiños a regímenes repudiados, están ahí.

Pedro Sánchez y Zapatero

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Javier Rodríguez

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En 2015, un frío día de finales de enero, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez coincidieron en un acto, la presentación de un libro de Jordi Sevilla, ministro con el primero y asesor del segundo. No estrecharon las manos, aunque en la sala se insistió en ello. No hubo forma.

Era el clímax del desencuentro entre ambos, por una circunstancia que hoy nadie recuerda: el expresidente se reunió en privado con Pablo Iglesias, auspiciado por José Bono, a espaldas del entonces secretario general del PSOE, que en aquellos momentos tenía un discurso muy duro contra Podemos: representaban, llegó a decir, el "populismo de Venezuela" y traerían a España "cartillas de razonamiento".

La liquidación posterior de José Blanco como eurodiputado, muñidor de Zapatero y defensor sobrevenido de Sánchez, demostró cómo el ya plenipotenciario jefe de los socialistas se las gastaba con quienes, cuando estaba débil, le ningunearon: en ese epígrafe queda también la defenestración de Elena Valenciano o de Soraya Rodríguez, puntales del mismo Rubalcaba al que despreció antes de dedicarle, tras su muerte, algo parecido a un funeral de Estado.

¿Cómo entender, entonces, las actividades y declaraciones de Zapatero dentro y fuera de España? ¿Actúa por su cuenta o está mandatado por Moncloa? ¿Sus relaciones con Venezuela son personales o tienen rango oficial? ¿Y sus mensajes a favor de Podemos o de la integración del independentismo incluso en el Consejo de Ministros?

Desde el Congreso, la oposición lo tiene claro: "A todo es enviado por Sánchez, no tenemos dudas", explican fuentes del PP a ESdiario. En esa línea incluyen la llamada de Zapatero al número 2 popular, Teodoro García Egea, para reunirse informalmente el pasado 10 de junio.

Y en la misma dirección apuntan oficiosamente en el entorno de Moncloa, donde resulta "impensable" que Zapatero tenga una agenda propia ajena a los designios del presidente, que gobierna Ferraz con mano de hierro y no deja que se mueva ni una hoja sin su conocimiento e impulso.

Es imposible creer que Zapatero actúa sin el conocimiento y el mandato expreso de Pedro Sánchez

Por ejemplo, a Sánchez le preocupa el mensaje de que su relación con Podemos vive malos momentos y de que eso presagia una ruptura y una legislatura corta. Sus planes son bien distintos y cree que ha integrado a Pablo Iglesias a la perfección en una línea de trabajo: tanto como para que el líder de Podemos tenga más sintonía con el secretario general del PSOE que con algunos de "sus" ministros, caso de Alberto Garzón o Yolanda Díaz.

Y Zapatero, allá donde puede, recalca ese mensaje: el pacto con Podemos ha llegado para quedarse y la legislatura, salvo desastre e intervención de Europa, llegará hasta el final con novedades en la "agenda catalana" y, en menor medida, en la vasca.

El pasado reciente

Más incertidumbre hay en la hoja de ruta venezolana de Zapatero, opuesta a la de Felipe González: uno defiende a Maduro y el otro a Guaidó. Y Sánchez se pone algo de perfil, aunque se siente más próximo al primero: el extravagante y misterioso encuentro entre José Luis Ábalos y Delcy Rodríguez en Barajas es la mejor prueba de ellos.

Ahora, tras no ser capaces de estrechar la mano, la relación es fluida y la comunicación entre ambos habitual. Sánchez se siente fuerte, como referencia única del PSOE, y a Zapatero le encanta estar activo, por una poderosa razón: puede así "rehabilitar" su condición de tótem progresista, degradada tras su última decisión importante como presidente: aprobar el 135 en la Constitución para garantizar por ley el control del déficit. Algo que, por cierto, su "nuevo" amigo Sánchez también votó como diputado raso.

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