Dos meses sin una llamada: la nueva normalidad de Sánchez es ignorar a Casado
Desde aquel 4 de mayo no ha habido ninguna conversación. En el PP dicen que el presidente no busca ningún acuerdo de calado, sino orillarlo constantemente y que parezca que se autoexcluye.
Dos meses. En total, 61 días con sus 61 noches. Y parece que serán más. Es el tiempo que lleva Pedro Sánchez sin establecer la más mínima comunicación privada con Pablo Casado, en medio de la mayor crisis sanitaria, económica y social a la que se ha enfrentado España.
Este 4 de julio se cumplen dos meses desde que el presidente conversó por última vez con el líder de la oposición, dos días antes de que el Congreso votara la cuarta prórroga del estado de alarma. Hasta entonces el PP había apoyado las tres anteriores, pero en la cuarta viró hacia la abstención.
Se trata de una anomalía democrática que rompe por completo el relato de Sánchez, esos llamamientos al entendimiento en público que, cuando se encierra en el despacho de La Moncloa, no son tales.
Casado, más que contrariado, está ya acostumbrado. Pero no hay precedentes, y menos en una situación crítica. Cuando Mariano Rajoy afrontó la crisis catalana, para pactar la aplicación del 155 se reunió más de media docena de veces con Sánchez, entonces líder de la oposición. Algunos encuentros fueron conocidos; otros, discretos. Y eso que el PP tenía mayoría absoluta en el Senado, la cámara que debía aprobar la intervención de la autonomía catalana.
Aquel 4 de mayo Casado comunicó a Sánchez que el PP no votaría a favor de más prórrogas del estado de alarma. Y al socialista dejó de interesarle la comunicación que mantenían. Era poca pero al menos era alguna. Ese día cortó el cable rojo.
En el PP están convencidos de que el presidente no busca ningún acuerdo de calado con el principal partido de la oposición, sino orillarlo constantemente y que parezca que se autoexcluye. Convertirlo, al fin y al cabo, en el hermano siamés de Vox, aunque en las últimas semanas los populares hayan votado a favor de la prolongación de los ERTEs, el ingreso mínimo vital y el decreto de la nueva normalidad.
Solo esta semana, Sánchez ha marginado a la escuela concertada de la ayuda de 2.000 millones de euros a la educación por la Covid-19, ha llegado a su segundo gran acuerdo con Inés Arrimadas y ha anunciado una subida de impuestos del todo incompatible con lo que viene pidiendo el PP. También se oponen a ella el Banco de España y los empresarios, como han explicitado este mismo viernes en La Moncloa.
Y los esfuerzos del presidente por tener como aliados a los empresarios son vistos con cierta desconfianza en Génova 13. Creen en el PP que Sánchez quiere utilizarlos como medida de presión sobre Casado; como en su día José Luis Rodríguez Zapatero promovió la creación de un Consejo para la Competitividad con Emilio Botín,César Alierta, Ignacio Sánchez Galán, Juan Roig, Pablo Isla y otros grandes nombres del papel salmón cuando el forjado de la economía española padecía ya una severísima aluminosis y el entonces presidente quería llevar a Rajoy a su terreno.
Zapatero reunido con el Consejo para la Competitividad que creó en la anterior crisis.
De momento, en el corto plazo, socialistas y populares siguen negociando un acuerdo de mínimos en la Comisión de la Reconstrucción, exclusivamente en lo que respecta a la Sanidad y a la postura única en Europa para la condicionalidad de las ayudas recibidas. Pero solo porque a Sánchez le interesa que la foto de la reconstrucción quede lo más plural posible.
En el medio plazo, por contra, la negociación presupuestaria entre Sánchez y el PP se prevé inexistente. Casado se lo está trasladando así a los empresarios que en los últimos meses le han insistido en la necesidad de que pacte con el presidente los Presupuestos de 2021: si no rompe su coalición con Podemos, no hay nada que hacer.
El presidente está en el medio de la pista moviendo a la vez varios platos chinos, desde ERC a Ciudadanos pasando por el PNV, Bildu y los nacionalistas canarios -entre otros-, sin dejar que ninguno caiga. Para, llegado el momento, tener todas las opciones de pacto abiertas. Todas salvo la del PP.