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La sociedad de Sánchez e Iglesias sufre una severa derrota que dejará secuelas

La primera reválida tras seis meses gobernando en coalición ha sido pésima para ambos. Podemos arrastra una enfermedad degenerativa electoral que ni su llegada a La Moncloa ha mitigado.

Sánchez y el candidato del PSdeG en un acto en La Coruña.

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La avería que sufrió el avión de Pedro Sánchez el viernes y que le impidió viajar a Vigo para acompañar a Gonzalo Caballero en el cierre de la campaña ha acabado siendo premonitoria del estado del PSdeG.

Un partido que no despega desde aquel gobierno de coalición con el BNG que presidió el socialista Emilio Pérez Touriño y que tan mala resaca pareció dejar a los gallegos que desde entonces Alberto Núñez Feijóo ha encadenado cuatro mayorías absolutas. Póquer, y esta vez con 42 escaños, cuatro por encima de la mayoría absoluta.

En 2016 los socialistas cedieron la segunda posición a las Mareas, entonces en sociedad con Podemos. En esta ocasión, al BNG de Ana Pontón (14 diputados frente a 19). Creía Sánchez que con él en La Moncloa el PSdeG tendría una prima de votos, pese al escaso carisma y conocimiento ciudadano de su candidato, Gonzalo Caballero. Un plus suficiente para desalojar a Núñez Feijóo y con él asestar un golpe seco y doloroso al PP y a Pablo Casado. Se equivocó.

Las primeras elecciones a las que se enfrentaban Sánchez y Pablo Iglesias después de formar el primer gobierno de coalición de la democracia han supuesto un severo correctivo para ambos que tendrá secuelas, sin duda.

Más aún para Podemos, desaparecido del mapa electoral gallego (ni un solo escaño tendrá) tras la voladura de las Mareas y condenado a la irrelevancia en el Parlamento vasco con seis escaños. Porque no habrá tripartito con Bildu. Los números dan (Bildu, el PSE y Podemos suman 38 escaños), pero Sánchez no va a hacerse el haraquiri así.

Iglesias junto a su candidata en el País Vasco, Miren Gorrotxategi.

La enfermedad degenerativa que sufre Podemos desde hace años en términos electorales no se ha detenido ni con su entrada en el Gobierno central. Por más que Iglesias haya vendido como méritos propios el aumento del SMI y el ingreso mínimo vital. La duda es: ¿Habrá pesado en algo la llamada cloaca morada o ya estaba sentenciado el partido tanto en Galicia como en el País Vasco?

Sánchez ha cosechado un muy mal resultado en tierras gallegas, pero tampoco en las vascas puede estar satisfecho. El PSE de Idoia Mendia sube un escaño hasta los 10 y seguirá de socio del PNV en la Lendakaritza. Y hasta ahí. Sin embargo, teniendo en cuenta el importante retroceso de Podemos, algo más deberían haber recogido los socialistas de ese voto de izquierdas, que por lo que se ve ha emigrado en masa a Bildu. Tampoco la caída del PP, esta vez unido a Cs (cinco diputados), le ha beneficiado.

Se supone que un Gobierno tan joven, con solo medio año de vida, debería estar en un momento aún muy dulce. Y resulta que, por contra, el de Sánchez e Iglesias sufre un desgaste que difícilmente es solo atribuible a la pandemia y su gestión. Por no hablar de lo tensa que se prevé, en términos internos, la elaboración de los próximos Presupuestos.

A buen seguro en uno y otro partido tienen mucho que analizar, cuando se atisban a la vuelta del verano otras elecciones, las catalanas. Y allí ambos aspiran a poder formar un tripartito con ERC como en tiempos de José Montilla y de Pasqual Maragall.

"Nosotros no disimulamos, somos el rojo del PSOE y estamos aquí", afirmó el presidente en un mitin en La Coruña en el ecuador de la campaña, recriminándole a Núñez Feijóo que no se haya vestido la camiseta del PP. Los electores gallegos y vascos tampoco lo han hecho, tampoco han disimulado.

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