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Podemos entra en pánico y ultima su campaña contra un juez implacable

Iglesias moviliza a Echenique y Monedero presa de los nervios y se sirve de sus aliados para intentar coaccionar a un magistrado capaz de aguantar las presiones

Pablo Iglesias, entre Echenique y Monedero

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El juez Escalonilla es un hombre discreto. Quienes le conocen aseguran a ESdiario que es un profesional riguroso, poco dado a las alharacas, difícil de impresionar y muy ajeno al ruido mediático. “Hace su trabajo, sin más, y nada le condiciona”, afirman.

Con él dará en hueso Podemos, pues, pero lo intentará. El eje de su defensa, antes al menos de llegar a su juicio, ya se ha decidido en los cuarteles generales de Pablo Iglesias; denigrar al magistrado, presentándole como alguien cercano a VOX y en todo caso contrario al partido; y hundir la imagen de Calvente, el "garganta profunda" nada anónimo que ha sumido al "clan de Galapagar" en un calvario con sus denuncias.

La campaña ya está en marcha y, en lo referente al letrado que ha reconstruido ante el juez la maquinaria de financiación irregular que podría haber montado Iglesias, su ya famosa Caja B; se servirá como ariete del periódico de Dina Bousselham, "La última hora".

Allí ya han empezado a difundirse audios y correos electrónicos de Marta Flor a Calvente para resucitar la acusación que utilizaron para despedirle de Podemos y abrió la Caja de Pandora: el supuesto acoso del jefe de los servicios jurídicos a su subordinada, un estigma que nunca tuvo recorrido judicial pero sí lo tiene público.

En los mismos, se le presenta de nuevo como una especie de despechado que, al no haber logrado su conquista, se revolvió y acabó en los juzgados poniendo "denuncias falsas" atendidas por un juez que, con tal de cercar a Podemos, está dispuesto a darles pábulo.

Es una estrategia "casi suicida", explican fuentes jurídicas a ESdiario, pero es la que Podemos ha elegido para desautorizar las minuciosas denuncias de Calvente, resumidas en una precisa reconstrucción de cómo Podemos tejió un "by pass" de dinero entre España y Latinoamérica con varias vías de financiación.

A saber: los contratos a Neurona en Venezuela, las "aportaciones" de los cargos públicos a la "Caja de Solidaridad" del partido y los donativos de los seguidores de Podemos; en un totum revolutum que ha llamado la atención de un juzgado en España, del Tribunal de Cuentas y, con menor precisión y vaivenes, de distintas instancias judiciales extranjeras, sobre todo en Bolivia.

La otra pata de la campaña pone en la diana al juez, ese hombre tranquilo al que se quiere meter, directamente, en los espacios de la "ultraderecha" por dos casos concretos, entre los cientos que ha gestionado en su larga carrera: fue él quien zanjó la denuncia contra unos policías locales que vejaron a Manuela Carmena en un chat privado de Whastsapp.

El "lawfare" como excusa

Y ha sido él, también, quien ha admitido a VOX como acusación particular en el caso de malversación de Podemos; algo que es cualquier cosa menos inusual: el partido de Abascal se ha caracterizado por hacer lo imposible por participar en los procesos judiciales más sonoros, como el caso catalán en el mismísimo Tribunal Supremo.

"Al juez Escalonilla no le afectan las presiones", explican fuentes conocedoras de su trayectoria. "No decidirá nada ni a favor ni en contra por ese tipo de juegos, lo hará por lo que digan las pruebas y la ley", zanjan.

Pero a Podemos no le frena. Su respuesta, en marcha y creciendo, es ésa y a ella se aferran Echenique y Monedero, los dos puntas de lanza de la teoría de la "lawfare", una supuesta "guerra jurídica" desde las "cloacas" para minar con malas artes a un partido de Gobierno. Escalonilla no acariciará ningún gato mientras lee esas acusaciones, no es hombre de vendettas. Pero tampoco sufrirá temblores de pulso. Los desafíos, en fin, no le afectan.