La fusión de Bankia con Caixabank: una operación letal para Iglesias y Torra
La fusión de las entidades genera un gigante económico, pero también levanta un muro para contener al populismo y al separatismo. Éstas son las claves.
A principios de semana, Luis de Guindos, exministro de Economía con Rajoy, actual vicepresidente del Banco Central Europeo y principal responsable de la caída de Rato en Cajamadrid y de la reforma estructural en Bankia, dio la pista: "Tiene que haber fusiones bancarias".
Dicho y hecho. Caixabank y Bankia está a punto de fusionarse, creando un gigante español con casi 7.000 oficinas y 50.000 empleados, aunque con la operación esas cifras se reducirán: fuentes del sector afirman a este periódico que unos 10.000 empleos pueden quedar en el aire.
Pero el objetivo es claro: resistir la crisis en marcha, compensar la morosidad que se espera en el sector y culminar un proceso de reunificación que, bajo la nueva marca, reunirá lo que un día fueron 16 cajas de ahorro de toda España.
Pero hay una derivada política muy relevante que reconocen a ESdiario fuentes del sector, con dos derrotados: el vicepresidente segundo y líder de Podemos, Pablo Iglesias; y el presidente de la Generalitat y delegado de Carles Puigdemont, Quim Torra.
Por distintas razones, la fusión que creará el primer banco por negocio de España, ambos paladean ahora el sabor de una cierta derrota. Bankia era el oscuro objeto de deseo de Podemos en su plan, al que nunca ha renunciado, de crear de nuevo una fuerte "banca pública".
En la entidad madrileña ese objetivo horrorizaba sin Podemos en el Gobierno, pero con los "morados" en él aún más: nada peor que recrear un intervencionismo que en el pasado llevó a la quiebra a tantas cajas; pero aún más inquietante es que ese "asalto" llegara desde un partido incapaz de entender las claves de la gestión y dispuesto a imponer su visión política a todo.
Más rentabilidad
Pero hay otro derrotado. El "puente aéreo" creado con la operación entre Madrid y Barcelona es un batacazo para el nacionalismo: mientras la fusión demuestra el vigor de una alianza entre lo que representan ambas ciudades; el mensaje independentista se ha traducido en pérdida de PIB y de empleo y en el éxodo de miles de empresas. Entre ellas, la propia Caixabank trasladó a la capital su sede social al principio del procés.
"Mientras la política destruye puentes y empobrece; la fusión los fortalece y mejora las expectativas de los impositores". El mensaje es claro y tanto la vieja La Caixa como la antigua Cajamadrid lo saben: juntos, mejor.
El Estado, que dedicó 22.400 millones al rescate inicial de Bankia, es propietaria en la actualidad del 61% de la entidad. Con la fusión, su participación se quedará en torno al 14% y la probable presidencia de Goirigolzarri, un porcentaje suficiente para tener más opciones de recuperar esa aportación.