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El extraño silencio de Dina Bousselham en las horas más bajas de Pablo Iglesias

Iglesias vende tranquilidad en su entorno, pero el miedo se ha apoderado de Podemos tras la declaración de Calvente. Se temen más revelaciones en un contexto muy adverso al partido.

Calvente, entre Dina e Iglesias

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Yolanda Lorenzo / Javier Rodríguez

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Aunque se necesitan y se ayudan, la relación de Pablo Iglesias y Dina Bousselham no es precisamente boyante. Ella, sin ser periodista, dirige un "periódico" que no existiría sin el apoyo de Podemos, "La última hora". Y él, sin el testimonio favorable de su antigua colaboradora, tendría un futuro judicial aún más borroso del que ya tiene tras la declaración de José Manuel Calvente en el juzgado.

En este asunto, el uno sin el otro no son nada, aunque en su entorno destacan que hay heridas entre ellos difíciles de cerrar: fuera de micrófonos, casi todo el mundo da por hecho que la difusión de mensajes privados de Iglesias y de Podemos partió de la propia Bousselham, enfadada por su ostracismo en la formación.

Y que cuando intentaron pararlo, ya era tarde. Había al menos dos copias del contenido de su tarjeta SIM en varias sendas redacciones, y fragmentos de esas intimidades en alguna más. A partir de ahí, se montó la idea del robo de un móvil cuyo contenido en realidad estaba en manos del propio Pablo Iglesias.

Ésa es la tesis de José Manuel Calvente, la que sostiene en los tribunales y la que, además, tiene indicios de verosimilitud: que Iglesias denunció el robo de la tarjeta de su "amiga" cuando en realidad estaba en su posesión, es un hecho ya comprobado. Quién se la dio, cómo encajan ahí las filtraciones y qué hubo antes de todo el lío entre ambos para provocar ese distanciamiento, es una quimera.

Pero esas incógnitas no son relevantes a efectos jurídicos ni políticos y pertenecen más a la esfera privada. Lo sustantivo es que Podemos montó uno de sus mensajes centrales de su campaña electoral: la cloaca se había puesto en marcha para acabar con sus opciones de llegar al Gobierno. Y el robo y difusión de la SIM de Dina era una pieza central de esa estrategia de extorsión y derribo.

Ahora ya está claro que no fue así. Ni es probable que a Bousselham le robaran el teléfono ni, tampoco, que a Iglesias le pillara nada de sorpresa. Lo que se investiga es si montaron esa mentira para protegerse ellos y, además, para lanzar a Podemos.

¿Y Pablo Iglesias?

En las cercanías de Iglesias aseguran a ESdiario que, pese a todo, el líder de Podemos está tranquilo. "Confía en que los tribunales archiven el asunto", aseguran. Y fabulan sobre la supuesta debilidad del testimonio de Calvente ante el juez, más desde el deseo que desde la realidad.

Porque el abogado tiene clara su denuncia, y no se priva de sostenerla en el Tribunal: fuentes conocedoras de su declaración afirman que, además de ratificar punto por punto la acusación del montaje de Podemos, no dudó en señalar las "amistades" peligrosas del fiscal Stampa con su antigua subordinada, la abogada Marta Flor, para exonerar a Podemos y ayudar en su montaje contra "la cloaca".

Para Iglesias ha sido importante un apoyo en las últimas horas. El de su compañera en el Consejo de Ministros y en la vida, Irene Montero, con una posición algo incómodo en un asunto en el que muchos señalan que el origen de todo está en la supuestamente estrecha "amistad" del líder de Podemos con Dina.

La ministra de Igualdad ha sido de las pocas que ha hablado en público tras conocerse el testimonio de Calvente, y lo ha hecho en defensa de su pareja y de su partido, quizá comiéndose una porción de sapo: "Todo el mundo ha podido comprobar que se ha intentado dañar la reputación de Podemos y perjudicarnos electoralmente", dijo aparentemente convencida en una entrevista en la Cadena Ser.

El silencio de Dina

Pero los dos grandes protagonistas callan. El periódico de Dina Bousselham no dedica ni una línea a este asunto, y despliega todas sus energías en atacar al PP con el caso Kitchen o, como es su costumbre, en atizar a comunicadores como Risto Mejide y Carlos Herrera.

Y ella misma guarda un silencio sepulcral en las redes desde hace horas, solo roto para difundir un vídeo en el que arremete contra la Comunidad de Madrid y su gestión sanitaria de la pandemia, sin caer en la cuenta de que, durante semanas, fue "su" Pablo Iglesias el responsable máximo de las residencias. O que en tiempos de pandemia, el Ministerio de Asuntos Sociales tiene competencias indelegables en la materia, según la Ley de Salud Pública.

En el caso de Iglesias, su "desaparición" es aún más llamativa. Solo ha interrumpido su estruendoso silencio para lamentar la muerte de un rapero y para glosar un articulo de Ignacio Escolar sobre la operación Kitchen, sin recaer en el nexo de unión que tiene con su "caso Dina" por mor de Villarejo, el perejil de todas las salsas al que Podemos denigra o utiliza según le va la función.

¿Y ahora qué pasará? Nadie es capaz de hacer una puesta. Pero el miedo se ha instalado en Podemos. Su antiguo asesor jurídico conoce bien las entretelas de la formación. Y aunque nada ha sugerido de nuevos movimientos judiciales, nadie pondría la mano en el fuego afirmando que esto ya ha terminado.

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