Sánchez mantiene sin control el "infectódromo" de Atocha mientras cierra Madrid
El confinamiento de Madrid es más político que real, a tenor de la presión contra Ayuso pero la falta de controles en espacios clave para evitar contagios en masa.
La estampa es sobrecogedora. Miles de personas se aglomeran en los andenes y vagones de Renfe en la estación de Atocha, sin distancia de seguridad, con trenes rebosantes y sin ningún control del Ministerio de Transportes, que dirige José Luis Ábalos.
Las imágenes y vídeos captados y difundidos por decenas de usuarios en las últimas horas reflejan el contrasentido entre la imagen externa de una Comunidad de Madrid confinada y la real de concentraciones en masa que han llevado a muchos a tildar de "infectódromo" el epicentro del transporte ferroviario en Madrid.
En la capital y ocho grandes municipios de su entorno está vigente el "confinamiento blando" desde las 22 horas del viernes, de manera que no se puede ya salir ni entrar en ellos salvo justificación laboral o familiar documentada. Pero la vida real dista luego mucho de un severo control con el que el Gobierno de Pedro Sánchez ha desatado, sobre todo, una tormenta política contra Isabel Díaz Ayuso.
Las imágenes muestran una elevadísima concentración de personas en espacio reducidos y cerrados, en contraste con las medidas contenidas en la resolución del Ministerio de Sanidad que la Comunidad ha decido aplicar ya, sin esperar a que la Audiencia Nacional confirme las instrucciones de Salvador Illa o, por contra, las suspenda en atención al recurso presentado este viernes por Ayuso.
La falta de controles en las grandes estaciones de los trenes de Cercanías, y en otras infraestructuras como el aeropuerto de Barajas que también dependen de José Luis Ábalos, producen una paradoja: en las zonas de restricciones sanitarias no se puede tocar la barra de un bar, acudir a un parque infantil al aire libre o juntarse con más de cinco personas.
Pero en un tren que una Madrid con Getafe, dos municipios afectados por las limitaciones, cientos de personas pueden hacinarse en su interior o aguardar el siguiente convoy aglomerados en un andén si vigilancia alguna ni controles. Algo que también pasa en los AVE, según testimonios recogidos por ESdiario entre sus usuarios.
Tormenta política
Todo ello ocurre en un escenario casi bélico, en términos políticos, desatado en la Comunidad de Madrid apenas diez días después de que Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso se comprometieran a trabajar en equipo como un grupo único de coordinación entre ambas Administraciones.
Desde la Puerta del Sol, según explican a este periódico fuentes políticas, la sensación de "abuso" y de "capricho" es extrema, y se alegan datos sobre la pandemia que, a su juicio, hacen inexplicable la intervención en Madrid por razones sanitarias:
"En el Índice Acumulado de Contagios en los últimos 14 días, es ahora Navarra -y no la Comunidad de Madrid- la que lidera este ranking. Es el cuarto día consecutivo reduciendo el Índice Acumulado de Contagios a 14 días y 7 días. En la última semana, la Comunidad ha bajado de los 262,76 de ayer a los 234,42 del viernes. Y en los últimos cuatro días, con respecto a las dos semanas previas, la reducción es de un 17.3%", explican.
La sensación de que la epidemia es una excusa para un asalto político preparado con antelación, como ya desvelaba ESdiario, se impone con fuerza en la Puerta del Sol, aunque la capacidad de frenar esa supuesta escalada es limitada: el recurso ordinario a la Audiencia Nacional puede tardar varios días y no se confía demasiado en una resolución positiva.
Moncloa "gana"
Y tampoco nadie es capaz de vislumbrar la evolución exacta de la pandemia: si mejora, Sánchez no tardará en anotarse el tanto. Y si no lo hace, podrá decir que las medidas adoptadas eran totalmente necesarias con las cifras sanitarias en la mano.
Un "win win" que le permite a Moncloa ganar o ganar, en cualquier escenario, y colocar a Ayuso al borde de una moción de censura que, llegado el caso, solo podría evitar convocando Elecciones, en un paisaje demoledor y con la ciudadanía agotada y sin ganas de acudir a las urnas.