La trampa que oculta la semana laboral de cuatro días defendida por Iglesias
El vicepresidente ha introducido en la agenda del Gobierno la reducción de horas de trabajo como fuente de generación de empleo, aunque se tapan los gravosos inconvenientes que conllevaría.
La reducción de la semana laboral a solo cuatro días ya forma parte de la agenda del Gobierno. Y una vez más ha sido el vicepresidente Pablo Iglesias el que lo ha puesto encima de la mesa por su cuenta y riesgo, tras la defensa entusiasta y muy comentada del líder de Más País, Íñigo Errejón, en una enmienda presupuestaria que no prosperó.
Ambos lo han hecho, como es lógico, destacando solo las bondades y las ventajas de esta medida y tapando los grandes inconvenientes que conllevaría. Hasta tal punto que, en las actuales circunstancias sociales y económicas en España, hacen desaconsejable su aplicación.
“Nosotros siempre hemos sido partidarios de la reducción de la jornada laboral. La propuesta es interesante y me consta que el Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz la está estudiando, y en el marco del diálogo social se va a explorar, porque favorecería sin duda la generación de empleo”, ha declarado esta semana el líder de Podemos.
“El tiempo de trabajo exige una nueva concepción, que atraviese, como ya estamos haciendo, leyes y usos laborales. La reducción de jornada, el control de horas extraordinarias, el derecho a la desconexión o la conciliación son elementos que deben dialogar en este necesario debate”, ha declarado también la ministra Díaz.
A la vez, no han parado de airearse las ventajas que traería consigo este cambio en nuestros trabajos: más facilidades para la conciliación familiar, más tiempo y salud, más contratos laborales, más teletrabajo, más productividad... Pero pasar de trabajar 32 horas semanales en lugar de las 40 que rigen en estos momentos tendría indudables efectos perniciosos que, de manera tramposa, no se han hecho ver en las últimas horas.
Básicamente, si los trabajadores tienen que ser más productivos y rentables, se necesita más mano de obra, lo cual genera un coste añadido para las empresas. Además, redistribuir el trabajo en cuatro días en lugar de en cinco también supondría rebajar el salario a los empleados presentes y futuros. Por eso, algunos expertos afirman que la medida no sería viable en nuestro país, precisamente porque el salario anual promedio de los españoles es bajo: algo más de 24.000 euros.
Agravios y desorganización
Otro problema podría ser tener que pagar lo mismo al trabajador aunque se redujesen sus horas semanales. Aparte del agravio comparativo con respecto a aquellas que mantuviesen los cinco días.
En cuanto a la organización del trabajo, también podrían darse mayores complicaciones con esta modificación: turnos rotativos, reducción de días, cambio en cuanto a los días en los que se trabajase de forma física... Todo esto podría llevar a que fuese más complejo registrar la jornada laboral de los empleados.
Así las cosas, y por lo pronto, los empresarios no están muy dispuestos a contemplar esta reducción de jornada, que el vicepresidente Iglesias parece querer convertir en su nuevo caballo de batalla dentro del gabinete. Tampoco las multinacionales lo ven claro, pues ni la situación coyuntural de la pandemia ni la propia estructura de empleo y economía del país, así lo aconsejan.