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La pinza del independentismo contra Illa rebaja la euforia inicial del PSC

La abstención récord que se prevé el 14-F, la polarización de la campaña en torno al exministro y la fragmentación del bloque constitucionalista hacen de estas elecciones una incógnita.

El arranque de la extraña campaña en Cataluña.

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Arranca la carrera a las urnas en Cataluña. La liturgia de mítines y pegada de carteles está sometida esta vez a la emergencia sanitaria. ¿O ha sido al revés? Eso parece, desde luego. Se puede multar con 30.000 euros a un contagiado que sale de su casa a comprar comida a un supermercado, pero se relajan los confinamientos para asistir a actos electorales o se va a permitir que infectados con coronavirus acudan a votar. Todo es un sinsentido. En fin, como suele decirse, con estos mimbres debemos hacer el cesto. Y estos son los gestores que tenemos.

Sobre el terreno, Salvador Illa no tiene malas perspectivas. Ha demostrado ser un personaje inoperante: 85.000 muertos le contemplan como ministro de Sanidad. Pero, viendo el plantel de candidatos independentistas, para muchos será un mal menor.

Illa ya ha logrado polarizar la campaña a su alrededor

. Tanto como para dejar colgada en el aire la entente con ERC e instalar la expectativa de ganar las elecciones o, al menos, de vender al PSC como única alternativa para dejar atrás los tiempos del 155. La verdad es que Illa ya ha logrado polarizar la campaña a su alrededor.

Mérito de Sánchez sobre todo, cuya prioridad ha sido estirar la transición desde el Ministerio a la candidatura sin solución de continuidad poniendo durante semanas a su servicio la enorme exposición mediática que ofrece La Moncloa. Un sonrojante uso partidista, descrito en el Gobierno con eufemismos tales como “el lógico reconocimiento del presidente al ministro que se ha comido el marrón de una pandemia”.

Sánchez en el arranque telemático de la campaña del PSC.

Habiendo dejado tras de sí una complejísima tarea por realizar en Sanidad, en plena tercera ola, con los contagios batiendo todos los récords, las UCI colapsadas, el reparto de las vacunas en el punto de mira, etc., etc., los estrategas monclovitas aspiran a combatir una abstención histórica y concentrar en el candidato del PSC todo el voto útil a su alcance.

El desembarco del Gobierno para arropar a Illa, con Sánchez a la cabeza, va a ser una constante. “Los independentistas siempre votan. Los nuestros, en cambio, no. Y con el virus será todavía peor”, me argumenta un alcalde catalán con quien me mensajeo por WhatsApp. Los separatistas ya han respondido al envite socialista llamando a rebato a sus fieles y amplificando -aún más, si cabe- la explotación de TV3 al servicio de la causa.

Los socialistas quieren dejar claro que Illa nunca dará una espantada como la de Arrimadas

Está pasando. Y todo ello de golpe. De momento, el entorno de Sánchez ya advierte, a modo de contraataque, que “Illa jamás haría un Arrimadas”. Es decir, que se presenta para ser investido presidente. Ese futuro, en cualquier caso, estaría cegado si los secesionistas alcanzan la mayoría. En ERC tienen muy claro que no hay otra opción para ellos que abrazarse a JxCAT y a la CUP si los números salen. Aunque, por ahora, sean las cuentas de la lechera.

Pero tampoco las sumas y restas de Illa son otra cosa. Porque sus opciones pasarían, si el independentismo se enroca, por conformar un gobierno junto a un grupo como En Comú .que no se sabe bien si va o viene- apoyado desde fuera por fuerzas como Cs y PP.

Por cierto, los sondeos monclovitas apuntan a que . Ciertamente, las últimas decisiones de los populares catalanes han sido un desastre. Sin embargo, tal vez estén menospreciando la fortaleza del candidato del PP, Alejandro Fernández. No será ninguna sorpresa si el popular acaba aguantando el envite de los de Santiago Abascal e incluso supera a los naranjas.

La otra suma, aunque ahora el sanchismo quiera que se olvide en campaña, es que del 14-F pudiese salir un tripartito de izquierda que permitiese a Illa negociar con Oriol Junqueras el apoyo de ERC para añadir al de Ada Colau. El papel todo lo aguanta, claro, pero esta opción, ahora mismo, se ve muy lejana.

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