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Illa asume que no será presidente y se conforma con ser vicepresidente con ERC

En el PSOE saben que Esquerra no va a hacer presidente al exministro aunque gane. En el peor (y más factible) de los casos acabará de líder de la oposición. En el mejor, de segundo.

Salvador Illa durante un acto de la campaña.

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Ana Martín

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Salvo puede que a Vox, que no tiene nada que perder y mucho que ganar, al resto de partidos les tiemblas las piernas en este final de campaña del 14-F marcado por el cordón sanitario del independentismo a Salvador Illa y por la PCR que éste no quiso hacerse en TV3.



A Junts per Catalunya porque su remontada puede quedarse a medias. A ERC porque hace dos meses era Sansón en las encuestas y ha perdido la fuerza que le daba su cabellera. puede provocar daños colaterales en las alianzas del Gobierno. A Cs porque Inés Arrimadas va a quedar muy tocada de ésta.

Al PP porque si Vox le supera quedará comprometida su posición como partido alfa del centro derecha (aunque el resultado no sea ni remotamente extrapolable). Y a los Comunes porque Pablo Iglesias no puede permitirse otro fiasco como los de las elecciones gallegas (en julio quedó como fuerza extraparlamentaria) y vascas.

A la espera del resultado del domingo, más imprevisible que nunca por el impacto que la alta abstención pueda tener, en Moncloa ya van preparándose para el escenario que no querían: un nuevo bipartito de Junts per Catalunya y ERC que vuelva a poner el pie sobre el acelerador de la independencia.

La confianza de los socialistas en que Esquerra pudiera abrirse a un tripartito con el PSC y los Comunes se afianzó después de que los de Oriol Junqueras votaran a favor de los Presupuestos de Pedro Sánchez. Pero ahora no dan un euro por ello, dada la presión de JxCat y sobre todo la decisión de ERC de firmar un documento en el que se compromete a no pactar el Govern con los socialistas.



El "cordón sanitario" a Salvador Illa.

Por irónico que parezca, la única alternativa que los socialistas ven a una reedición del bipartito independentista es hacer presidente al candidato de ERC, Pere Aragonés. Y que éste, claro, acepte los votos socialistas. Bien porque Illa no gana las elecciones sino que lo hace Aragonés; o porque, aun ganándolas, Illa se sacrifica y le entrega la Presidencia a Esquerra a cambio de que no pacte con JxCat.

De una u otra forma, en Moncloa y Ferraz tienen algo claro: ERC no va a hacer presidente al exministro de Sanidad porque ni sus bases ni tampoco sus dirigentes están preparados para algo así, con el recuerdo de 2010 bien presente. En las elecciones autonómicas de aquel año, las que se produjeron tras el tripartito presidido por José Montilla, no solo se hundió el PSC, sino también ERC.

Para el independentismo, Illa no deja de ser un candidato del 155, como repiten machaconamente Carles Puigdemont, Laura Borràs y el resto de Junts per Catalunya, en alusión al apoyo que los socialistas brindaron a Mariano Rajoy cuando decidió suspender la autonomía catalana tras la declaración unilateral de independencia.

Así que la aventura de Salvador Illa puede acabar de dos maneras. En el mejor de los casos, como vicepresidente de una Generalitat presidida por Aragonés. En el peor pero más factible, como líder de la oposición en el Parlament de Cataluña. Puesto que, atendiendo a lo que el exministro ha prometido, ha vuelto a Cataluña para no marcharse después de las elecciones. Pase lo que pase.

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