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Vox aprovecha la errática estrategia de Casado para asestarle un sorpasso letal

"Las pedradas a Santi Abascal han tornado lanzas contra nosotros", se lamenta un alto cargo del PP. El resultado tendrá consecuencias en el electorado de centro derecha, falta saber cuáles.

Abascal durante el cierre de campaña del viernes.

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El fracaso era esperado, pero no por ello es menos triste para el PP. La impotencia y la humillación helaron a los dirigentes populares, una crónica anunciada por vivir pendientes de asesores “progresistas” olvidando a su parroquia. A Génova se le ha hecho bola el 14 de febrero.

“Las pedradas a Santi Abascal han tornado lanzas contra nosotros”, sintetizaba este domingo por la noche un alto cargo de la formación. “Nos hemos tropezado con una campaña a contracorriente. La irrupción de Bárcenas fue el acabose”, reconocía sin paños calientes”.

Pero lo cierto es que el PP se asomó al despeñadero desde el minuto uno, víctima de las circunstancias tanto como de una estrategia de Pablo Casado muy equivocada o, al menos, capaz de desconcertar a propios sin conseguir a extraños.

Todo arrancó con el fichaje de Lorena Roldán por parte de Alejandro Fernández, golpe de efecto para atraerse desencantados de Cs, un proyecto en completa disolución. Desde aquel día (penúltimo de diciembre), Casado no ha dejado de pasear mostrando sus vergüenzas por la casa de los horrores.

Casado junto a Alejandro Fernández y a su "fichaje estrella".

La apuesta por Roldán quedó inmediatamente diluida -apenas duró una hora- ante la noticia de que Salvador Illa sería el candidato del PSC. A la falta de tirón de la ex portavoz naranja hubo que sumar la aún más incomprendida incorporación de la número dos de Manuel Valls, Eva Parera. Tampoco resultó de fácil digestión por la propia marca llevar en las listas a su secretario general, Daniel Serrano, imputado por agresión sexual a una compañera de formación.

Todo parecía escogido para someter las siglas a un imposible test de estrés, añadido al giro de Pablo Casado en su relación con Santiago Abascal desde que interpretó como una agresión la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez. La guerra por un electorado perdido y sin hogar únicamente ha ido in crescendo.

En este contexto, , llegando a enredar al presidente del PP en conspiraciones, intermediarios con el ex tesorero o disparos al corazón de la era de Mariano Rajoy. Un suma y sigue de patinazos que han transmitido una imagen insustancial de Casado.

La deriva de Casado alcanzó otro récord en RAC1

La deriva alcanzó otro récord cuando el mandatario popular, a su paso por RAC1, se quejó por la forma en la que el Gobierno manejó el golpe del 1-O. “Parece que sufrió muchísimo perteneciendo a la dirección del partido en aquella época”, le reprocharon desde el círculo cercano al expresidente.

Por si faltaba algún ingrediente de impacto mediático, la campaña se ha visto salpicada por las diferencias entre los barones del partido. Alberto Núñez Feijóo puso en duda la gestión de la pandemia por Isabel Díaz Ayuso. Para intentar enterrar el choque, Casado reunió telemáticamente a sus presidentes regionales en un acto que debía servir de impulso al candidato Fernández. El acontecimiento, previsto para ofrecer imagen de unidad, acabó en una retahíla de intervenciones en defensa del líder nacional, lo que sonó a excusatio non petita. Fue la imagen de una formación que ya interiorizaba la caída ante Vox.

El rosario de antidemocráticas agresiones sufrido por los partidarios de Abascal en campaña no ha hecho otra cosa que darles un protagonismo muy beneficioso a la hora de recolectar votos, como se ha visto.

En Vox reina la euforia tras su fortísima irrupción

De ahí que en la acera verde, al contrario que en Génova, reine la euforia. Su exitosa entrada en el Parlamento de Cataluña, como cuarta fuerza política, es un enorme éxito. Además, lleva ya a Abascal a mirar desde arriba a su ex amigo Casado. Veremos las consecuencias que esto tiene de cara a la marcha política allí donde colaboran ambas formaciones y, sobre todo, en próximas elecciones.

Porque la irrelevancia en la que se ha sumergido el PP en territorio catalán y la derrota ante los “diablos verdes” son, para un partido que desea asentarse como alternativa de Gobierno y casa común del centro derecha, una auténtica pesadilla.