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Miguel Ángel Rodríguez: el alter ego de Ayuso desquicia a Sánchez e Iván Redondo

El muñidor de la estrategia que ha dejado en evidencia al clan de Moncloa, a Arrimadas y a Iglesias es un hombre discreto que se quita todo el mérito. “Es mi jefa, que le echa huevos”, dice.

Miguel Ángel Rodríguez junto a Iván Redondo, duelo de 'titanes'.

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Como parte de ese “adanismo” que tanto caracteriza a los representantes de la nueva política desde su irrupción en 2015, está esa idea de que los Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Inés Arrimadas han traído a la cosa pública y a los partidos las más modernas y efectivas fórmulas de comunicación y estrategia.

De tal presunción, y del gigantesco plató de televisión en el que se ha convertido la gestión de la administración, nace el encumbramiento de esos nuevos gurús ante quienes líderes, candidatos y opinadores caemos rendidos en los últimos tiempos.

Casi todos tienen un denominador común: son abanderados del regate corto, del tuit improvisado y de las series televisivas que las élites devoran en las nuevas plataformas mediáticas. No es raro que con semejantes “virtudes” España se haya convertido políticamente en la nueva Italia.

Paradigma de estas formas es Iván Redondo, con su legión de hagiógrafos siempre veloces a la hora de adjudicar al “Rasputín de La Moncloa” los éxitos de Sánchez -que indudablemente los tiene- e igualmente veloces para exonerarle de los desatinos y resbalones del presidente, que se han ido acumulando en tiempo récord.

Pero, como tantas otras cosas, la “nueva política” no ha inventado nada que no se hubiese explorado y practicado antes con éxito. Lo han demostrado en estas últimas horas Isabel Díaz Ayuso y su “discreta sombra”, Miguel Ángel Rodríguez, el gran artífice (digámoslo, aunque le moleste) de una estrategia que ha dejado en evidencia a Sánchez, Iglesias y Arrimadas.

“Si fue capaz de convertir en caballo ganador al ‘peor’ candidato a la Presidencia del Gobierno de las últimas décadas, qué no será capaz de lograr con un animal político de la talla de Ayuso”, me ironiza un ilustre dirigente del PP recordando que MAR transformó a José María Aznar en todo un referente del centroderecha europeo, derrotando de paso a un líder de la talla de Felipe González. Y todo eso aunque se repetía que Aznar era un hombre sin carisma, un mero “secarrón castellano" que caía antipático “incluso a Ana Botella”.



Aznar y Rodríguez bromeando.



“Es mi jefa, que le echa huevos”, se resta méritos Rodríguez en estas frenéticas horas, tras una genial maniobra que al servicio del presidente.

Les pegó un vuelco tal que el propio Sánchez hubo de encerrarse cerca de tres horas con su núcleo duro para planificar la manera de desliar con los menos daños posibles la madeja en la que se había enredado. Erraron, de nuevo, por infravalorar a la presidenta madrileña.

En realidad, no es la primera vez que Miguel Ángel Rodríguez le gana un pulso al spin doctor de Sánchez. Recordemos cuando el líder del PSOE pretendió asaltar la Puerta del Sol improvisando una visita a la sede de la CAM en pleno primer estado de alarma para tratar de demostrar a los madrileños quién era el que mandaba.

Al jefe del Ejecutivo le recibió Ayuso sin complejo alguno, con una escenografía de banderas de España y de Madrid que alejó cualquier síntoma de vasallaje de la presidenta regional hacia el inquilino de La Moncloa. Una cumbre de tú a tú, vino a decirle a Sánchez la presidenta a tan hostil auto-invitado con una recepción que fue diseñada por MAR y que terminó por diluir un pronóstico muy repetido hasta entonces por el propio Redondo ante los suyos: “Ayuso va a caer”.

Una cosa sí deseo resaltar. Al contrario que su homólogo en La Moncloa, Rodríguez ha huido de grandes exhibiciones propagandísticas y, sin recurrir en exceso al marketing, ha ido moldeando la imagen de una Ayuso que era percibida como una política joven e inexperta.

Una vez sentada en la Presidencia de la Comunidad de Madrid, MAR ha cultivado las mejores virtudes de la “lideresa”: decir sin complejos lo que piensa, dar la batalla de las ideas, no dejarse amedrentar por la enorme potencia de fuego mediático de la izquierda y defender, nada más pero nada menos, los intereses de todos los madrileños. Madrid con mayúscula y orgullo. Todo sin sucumbir a esa supuesta superioridad de la izquierda contra la que Rodríguez lleva décadas batallando.

Conozco a MAR desde hace casi 40 años y jamás le he visto presumir de nada. Al revés

Conocí a Miguel Ángel Rodríguez cuando, en los 80, era un jovencísimo periodista de El Norte de Castilla que traía por la calle de la amargura a los procuradores populares de Castilla y León publicando incluso los planes más secretos que pergeñaban en los cónclaves del grupo parlamentario. Ya ha llovido mucho. Luego, siempre desde la distancia, he observado cómo ha campado a sus anchas por los tableros de la política exhibiendo con hechos las dotes de un auténtico “gurú”. Jamás le he visto presumir de nada. Al revés.

Nadie discute la brillantez de MAR. En eso coinciden amigos y detractores. Pero no a todos gusta. Lógico. Es un personaje “incómodo”. Nunca se ha mordido la lengua. Por eso molesta, sobre todo a quienes lo tienen enfrente. Aunque tampoco es sencillo tener al lado a alguien dispuesto a decir en todo momento las verdades del barquero, por desabridas que sean, en una profesión tan dada a mirarse el ombligo y al autoengaño como es la política.

Pues bien, tres décadas después, Miguel Ángel Rodríguez lo ha vuelto a repetir. Al igual que encumbró a Aznar en el siglo XX, ahora preparó la pista de despegue hasta Sol de una candidata sin apenas práctica ni colmillo, y luego la ha convertido en tiempo récord en una lideresa reconocida en toda España y cuyo techo político es aún desconocido.

Y eso roba el sueño a los asesores de La Moncloa. Parafraseando al Premio Cervantes Augusto Monterroso y su cuento del dinosaurio, “cuando Iván Redondo despertó, MAR todavía estaba allí”.