La metamorfosis de Gabilondo: quiere ser como Ayuso y parecer el original
La campaña avanza con el candidato socialista renegando de Sánchez, la factoría de La Moncloa intentando abrir una grieta entre Ayuso y Casado e Irene Lozano hablando del "procés madrileño".
Ángel Gabilondo ha renegado de Pedro Sánchez antes de que cantase el gallo. Ni siquiera esperó al arranque de la campaña oficial. En la precampaña el guión le marcó destacar sus noes. Y no han sido tres veces, como el apóstol Pedro con Jesús, sino cuatro.
Si lograse sustituir a Isabel Díaz Ayuso, el candidato socialista -a quien algunos en el PSOE-M tildan de “candidato a la fuga”, porque todos saben que su máximo deseo es pasar el “mal trago” del 4-M para salir corriendo del infierno en el que de nuevo lo ha embarcado su líder- ha prometido que no cerrará el hospital Zendal, no subirá los impuestos, no cerrará los bares (al menos, dijo que él “no lo habría” hecho) y no pactará con Pablo Iglesias. No, no, no y no… y sonó el gong del comienzo de la campaña. Total, una enmienda en toda regla a cuanto ha dicho y, sobre todo, hecho el presidente del Gobierno.
Las promesas de Gabilondo son una enmienda a la totalidad de lo que ha hecho Sánchez
Me entero por la brillante periodista Leyre Iglesias -siempre un placer leerla- de que Gabilondo fue novicio de los hermanos corazonistas y ha publicado dos catecismos. Le supongo entonces conocedor a fondo de los evangelios. Quizá sus negativas -forzadas, según explican los analistas, por las especiales circunstancias electorales de Madrid- hayan sido una pequeña manera de rebelarse contra esos redactores del “Nuevo Testamento” de La Moncloa que le han obligado a reconocerse como el hombre “soso, serio y formal” de la campaña.
La obsesión de los estrategas monclovitas por retorcer la realidad con publicidad para presentar a Ayuso como Donald Trump y a Gabilondo como Joe Biden tiene mucha guasa.
El “trumpista” Gabilondo
Ciertamente, Gabilondo no es la alegría de la huerta, pero de ahí a llamerle “soso” urbi et orbe hay un largo trecho. Pero, en fin, quien se pone en manos del sanchismo... ya se sabe: acaba “vendido” como si fuese jabón de lavadora. Aunque tanto se aleja de Sánchez para acercarse a lo que ha hecho Sol durante estos meses que, si seguimos la analogía que sostienen los chicos de Iván Redondo, puede llegar a dar la impresión de que don Ángel también se ha hecho “trumpista”. Ojo, que Pablo Iglesias ya le ha tomado la matrícula.
El refranero está cargado, casi siempre, de sentido común, y ya se sabe lo que dice al respecto: “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”. Pero tampoco olvide Ángel Gabilondo que hay otra máxima casi infalible: entre la copia y el original, siempre mejor elegir lo auténtico. Seguro que el catedrático de Metafísica lo sabe muy bien.
Lombriz para ingenuos
Llama la atención el machacón runrún mediático destacando que una gran victoria electoral de Isabel Díaz Ayuso sería un enorme disgusto para Pablo Casado. Cuando se leen cosas así parece como si ambos políticos no compartieran las mismas siglas de partido. Tonterías. Más bien parece el deseo de la maquinaria de propaganda del PSOE-M. Los estrategas de Redondo ponen la lombriz en movimiento para que pescadores -quiero pensar ingenuos- piquen. Toman ibuprofeno antes de que les llegue el dolor de cabeza insoportable e imposible de disimular que se les viene encima el 4-M.
El 4-M Casado y Ayuso compartirán sonrisas si toca, como otras veces compartieron lágrimas
Lo tienen complicado. Porque, miren, la noche del 4 de mayo, si la victoria es la que vaticinan los sondeos, en la marquesina de Génova 13 donde se celebran los triunfos compartirán sonrisas y aplausos Ayuso y Casado. Igual que otras veces han compartido lágrimas. “Isa” y Pablo, amigos desde hace tantísimos años, cada uno consciente de su responsabilidad y del papel que tiene encomendado, políticamente comparten algo que les une por encima de lo que pueda separarles: ambos son del Partido Popular.
Lozano y la casa de los líos
No sé si la desmesura es fruto de la desesperación socialista o meramente de estos tiempos de redes sociales, cuando cualquier burrada corre como la pólvora por los teléfonos móviles. También el hambre de protagonismo de algunos personajes tendrá algo que ver, digo yo.
Fíjense si no en la última boutade de la candidata número cinco de la lista del PSOE-M, Irene Lozano, acusando a Isabel Díaz Ayuso de estar haciendo “otro procés” en Madrid tratando de “enfrentar a los madrileños con el resto de España”. Acabáramos.
Irene Lozano en un acto de la campaña de Gabilondo.
Sí, les recuerdo: Lozano fue una diputada de UPyD que saltó del barco de Rosa Díez, cuando se hundía, para caer rendida ante Pedro Sánchez y recalar en las listas del PSOE al Congreso de los Diputados. Rápidamente, cuando el líder del puño y la rosa llegó a La Moncloa, fue nombrada para dirigir “España Global” sustituyendo a Carlos Espinosa de los Monteros -curiosamente, el suegro de la candidata de Vox, Rocío Monasterio-.
No sé bien si el tiempo de Lozano en esa Secretaría de Estado fue provechoso para la “marca España". No me consta ningún logro suyo allí. Pero desde luego fue muy rentable para su jefe, porque aprovechó el despacho, el coche oficial y el sueldito público para escribir el libro Manual de Resistencia que firmaría Sánchez en solitario.
Más tarde, con el “texto de autoayuda” ya publicado, el presidente la envió a la Secretaría de Estado para el Deporte. Ciertamente se cruzó la pandemia por medio y las cosas deportivas cambiaron, como casi todo en nuestras vidas. Pero el carácter de la escritora en la sombra del presidente fue todo un calvario para la inmensa mayoría de los ídolos deportivos del país. “Con casi todos los cracks que se ha cruzado ha terminado chocando”, me decía hace unas semanas un importante presidente de una federación deportiva, contento tras su marcha.
El “premio” estaba más que claro. Sánchez, como tantas veces, le dio una “patada hacia el gallinero” y la sacó del Gobierno para hacerla diputada autonómica en Madrid a partir del 4 de mayo. Otro refuerzo envenenado para el equipo de Ángel Gabilondo.