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El 4M decide también el futuro de un sanchismo entregado a la extrema izquierda

Los madrileños tienen en su poder la clave para cambiar el rumbo político de España o confirmar su deriva a posiciones radicales y violentas resumidas en Pablo Iglesias.

Ayuso, Monasterio y Bal, entre Sánchez e Iglesias

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Ha sido una decisión estratégica de Pablo Iglesias radicalizar esta campaña electoral. Él fue quien provocó los choques violentos contra aquellos a quienes tildó de “fascistas”. Ahora quedan ya pocas dudas. Al escribir esto no me mueve la diferencia de ideas con el líder morado. No. La detención de los miembros de seguridad de Podemos por agredir a policías en el mitin de Vox en Vallecas le ha dejado al descubierto.

Podemos instigó la violencia y ha hecho de ella el eje de su campaña. Culpó al PP y a Vox de estar tras las acciones violentas, a sabiendas de la realidad. Eran "los fascistas”. Iglesias llegó incluso a exigir que se condenase la violencia porque quien no lo hiciera se convertiría en cómplice de ella.

Y ahora resulta que era el propio secretario general de Podemos, hasta hace unas semanas vicepresidente del Gobierno, quien había encendido la mecha de unos disturbios que acabaron con 21 policías heridos.

Sólo alguien con una visión de las cosas enfermiza y sin escrúpulos es capaz de comportarse así. Un farsante. Un peligroso farsante que llegó a Madrid a “reventar” la campaña como fuera para seguir manteniendo el cómodo y rentable modus vivendi que le permite su vida política. Un amoral. Merece la inhabilitación absoluta.

Madrid, este martes, debe decir un NO con mayúsculas a los tejemanejes partidistas de Pedro Sánchez.

Luego está el silencio de Fernando Grande-Marlaska. Una ocultación en toda regla durante días. Marlaska ha “escondido” a la opinión pública, valiéndose de su cargo, un dato muy relevante para evitar que perjudicara las opciones electorales del “bloque de izquierda”. El Ministerio del Interior, al servicio de intereses partidistas. Una desfachatez.

Más todavía cuando quien lo hace es un exjuez profesional que desde que fue nombrado ministro se comporta como un militante adscrito al sanchismo. Un hooligan del partidismo, más que un ministro, en un departamento que debe ser imparcial, puesto que es vital para garantizar las libertades y la seguridad de todos.

Todo esto es un riesgo democrático difícil de asumir en un país como España, después de una Transición modelo que nos llevó a estar entre los países más avanzados en derechos y libertades ciudadanas. Desde la llegada al poder de Pedro Sánchez, por obra de sus aliados de ultra izquierda y con la inestimable ayuda del presidente dejándoles hacer, se han puesto de moda estilos y formas más propios de autocracias que de sistemas democráticos.

No se puede seguir por este camino. Y el PSOE haría bien en reflexionar serenamente, si es que queda gente razonable en el cuadro de mandos de una formación que ha sido tan importante para construir nuestra democracia.

Solo por esto, y aunque el 4 de mayo hablamos de unas elecciones autonómicas en Madrid, es imprescindible votar opciones que pongan el énfasis en garantizar la libertad y la seguridad de los madrileños, incluso de España entera.

Más allá de Madrid

Son, sí, unos comicios regionales, pero nadie puede negar que lo que ocurra en Madrid será un mensaje nítido para el resto del país. Y puede suponer un correctivo para una clase política, constituida ahora en “bloque” para alzarse con el poder autonómico en la capital española, que pretende imponer sus estigmatizadas políticas incluso bordeando la ley, cuando no saltándosela deliberadamente.

Madrid, este martes, debe decir un NO con mayúsculas a los tejemanejes partidistas de Pedro Sánchez. Y, sobre todo, poner en su sitio el peligro que supone Pablo Iglesias, un político que ha emponzoñado nuestra vida pública.

Este 4-M hay en juego mucho más que quién se sienta en un sillón de la Puerta del Sol.

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