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Iglesias deja la política con una derrota humillante y la calle en contra

Hasta los propios le han dado la espalda, ignorando su discurso guerracivilista y trasnochado. No ha querido dejar que su cadáver político se pudriera: pone rumbo al conglomerado Roures.

Iglesias anunciando su retirada de la política.

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Pablo Iglesias anunció esta noche electoral que dimite de todos sus cargos en Podemos y deja la política después de la derrota humillante sufrida por su candidatura, que se quedó en 10 escaños.

Va a tener algo de “justicia poética” que ese mismo Madrid abierto y generoso que prestó a Pablo Iglesias sus calles y sus plazas para levantar su discurso populista haya sido el que le enseñe la puerta de salida. A velocidad vertiginosa, además, para un “enfant terrible” de la política: desde el “sí se puede” fundador de 2014 al vapuleo en las urnas de mayo de 2021.

La gran “Realpolitik”, las urnas, tan objetivas, tan democráticas, han obligado más pronto que tarde a Iglesias a vivir de los platós de su padrino Jaume Roures. El líder de Unidas Podemos cruzará una puerta giratoria de esas que tanto ha denigrado. Será la penúltima traición a sus principios. Quién sabe si no tendrá tiempo aún para la última, en una carrera que ha derivado en una mascarada.

Al líder de Unidas Podemos ya solo le rodea la izquierda más bukanera

Las elecciones convocadas por Isabel Díaz Ayuso han servido para demostrar que el líder morado conecta ya con muy pocos. Le rodea la izquierda más “bukanera”. Los “extraños” le habían calado hace tiempo... salvo, al parecer, Pedro Sánchez, que le ha dado complicidad a cambio de que él le sentase en La Moncloa.

Ahora, hasta los “propios” le han dado la espalda ignorando su discurso guerracivilista y su último numerito para mantener intacto su estatus y su nivel de vida. Ese estilo de nuevo rico que inauguró cuando se mudó junto a Irene Montero al chalet de Galapagar.

Se va

No tardó Iglesias en despejar una incógnita que venía acompañándole durante toda la campaña: se va. Se va en estampida rumbo al proyecto que le sirve en bandeja un empresario al que siempre le ha unido la abnegación por el independentismo y la especial habilidad para hacer del espectáculo leninista una buena manera de llenarse los bolsillos.

La amplísima mayoría obtenida este martes por Isabel Díaz Ayuso, atiborrada en parte por los votantes madrileños de esa izquierda razonable a la que abochornan tanto Sánchez como Iglesias, se acaba de convertir en la mejor vacuna contra la “pandemia” antisistema del secretario general de Podemos. Iglesias se ha encontrado de frente con una política que con total naturalidad, sin complejos, le ha dado la batalla ideológica. Y le ha derrotado.

Por si fuera poco, la escisión de Más Madrid, que representa a una izquierda radical, sí, pero dispuesta a hacer el camino sin excesivas estridencias ni discursos rupturistas, ha aglutinado a la mayor parte de los votantes que nutrían la formación de Iglesias, hartos del proyecto caudillista que se había montado.

Íñigo Errejón y Mónica García, no digamos ya Tania Sánchez, han vengado así a esa larga lista de los purgados por el guardián de la ortodoxia izquierdista: Luis Alegre, Carolina Bescansa, Ramón Espinar, Lorena Ruiz-Huerta, Teresa Rodríguez estarán a buen seguro pensando que el fracaso de su antiguo amigo “se veía venir”.

La derrota que Ayuso le ha infligido a Iglesias le deja desnudo ante los españoles. Y asimismo pone al descubierto un bagaje escaso en lo político, si bien muy rentable en lo personal. Su paso por el Parlamento Europeo primero, por el Congreso de los Diputados después y, finalmente, por el Consejo de Ministros deja mucho ruido y pocas nueces.

Su gestión de las residencias de ancianos como “mando único” fue de una negligencia dolosa. Demasiado agit-prop y excesiva demagogia, pero una aportación casi nula a la mejora de la calidad de vida de la “gente” que decía representar.

Algo bien distinto si nos referimos a la faceta personal. El mandamás morado sale con las alforjas más llenas que cuando se coló en la élite pública. En este sentido, puede decirse que él si ha asaltado los cielos, aunque bajo sus pies deja una España peor, dividida y enfrentada por su discurso envenenado. Ese que los madrileños, tan tolerantes, tan alejados siempre de los extremismos, han rechazado de plano.

Queda por saber, como escribió en su día el Nobel Mario Vargas Llosa, “cuándo se jodió Podemos”. Ese movimiento ciudadano que pretendía abrir ventanas para regenerar la política, democratizar las instituciones, combatir las castas y mejorar las cosas a los ciudadanos corrientes. De la mano de Iglesias, Podemos ha acabado siendo una secta mantenida por un grupúsculo de palmeros que han sobrevivido bien pagados a costa de decir siempre amén al jefe.

Los principios que Iglesias dijo defender los fue soltando rápidamente por el camino. Casi al mismo ritmo que aumentaba su condición de burgués. Los madrileños han doblegado a un mandatario que abrazó un rumbo repleto de purgas, hipocresía, odio, demagogia y sectarismo.

Iglesias, con malas artes, ha tratado de sortear a la democracia en Madrid. Pero, finalmente, la democracia madrileña le ha cortado la coleta.

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