Ayuso da una clase magistral de política a toda la izquierda que la ninguneó
La presidenta madrileña es un ejemplo paradigmático de política hecha a sí misma que ha sabido desplegar el catálogo de la mejor y más eficaz “vieja política” cuando algunos la creían muerta
Pocas veces en España un dirigente político ha emergido como una “referencia de país” en tan breve espacio de tiempo como lo ha hecho Isabel Díaz Ayuso. Su victoria en las urnas este 4-M, aunque anunciada, ha sido arrolladora.
Ayuso es un ejemplo paradigmático de política hecha a sí misma que ha sabido, rebosante de juventud, desplegar el catálogo de la mejor y más eficaz “vieja política” justo cuando algunos la creían ya muerta y enterrada para siempre.
Hablar con claridad, decir lo que se piensa con naturalidad, pisar la calle, escuchar a los ciudadanos, ser una administradora tan eficaz como valiente y dar la batalla de las ideas son algunos de sus signos característicos. Una política sin dogmatismos, pero sin complejos. Eso es el “ayusismo”, del que todavía quedan muchos renglones por escribir: la originalidad como antídoto a las manufacturas de serie que hoy inundan las carreras públicas.
Ayuso ha dado una lección a la izquierda que la ninguneó desde el principio
Isabel Díaz Ayuso, además, ha dado una lección a toda esa legión de dirigentes y columnistas de la izquierda que la ningunearon desde el primer momento. Fueron muy crueles las burlas con las que la asaetearon, llenas además de tics de machismo rancio. Esos mismos críticos brutales, cuando finalmente comprobaron que no la habían podido “partir”, la han tratado de enterrar en las catacumbas del fantasma “fascista” al grito histriónico de “No pasarán”.
Pues bien, el tiempo y los votantes han demostrado que PSOE, Podemos y sus correveidiles mediáticos agitaban un espantajo para disfrazar su propia incapacidad de rebatir con datos y propuestas la hoja de servicios de la presidenta de Madrid. Los resultados electorales son inapelables.
Ayuso ha obtenido su espectacular triunfo a base de “pico y pala” (permítaseme utilizar el gráfico eslogan de su antecesora Esperanza Aguirre). También por el trabajo eficaz iniciado con la legislatura y no pocas veces saboteado por su propio socio de coalición, con su vicepresidente Ignacio Aguado como cabeza visible de la deslealtad de Cs. E igualmente por su premonitoria visión de los verdaderos planes trazados por Pedro Sánchez desde La Moncloa para lapidar el modelo de libertad que ha convertido Madrid en la locomotora de España y el freno al populismo anacrónico y demagógico que se ha impuesto en el Consejo de Ministros social-comunista.
Los votantes del PP recuperan el orgullo
Díaz Ayuso ha recuperado para los votantes del PP -pero no solo para ellos- el orgullo de ser madrileño, español y defensor de nuestras esencias y tradiciones. Algo que a una parte de la izquierda, estúpida, le cuesta tanto abrazar. Además, lo ha hecho desde la visión moderna del patriotismo de una persona que encara con visión de futuro el siglo XXI. Y todo, pese al empeño de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en boicotear esa forma de vida (abierta, liberal y acogedora: tolerante y, por ello, radicalmente anti sectaria) que ha sido siempre, es y va a seguir siendo la madrileña.
Los 65 escaños obtenidos por Isabel Díaz Ayuso son, además del lógico premio a una gestión mayoritariamente aplaudida dentro y fuera de nuestro país, un incalculable capital político para lo que está por venir. Su capacidad para conectar de forma transversal con jóvenes y mayores, mujeres y hombres, ciudadanos más escorados al centro derecha y otros más cómodos en la órbita de centroizquierda le proporciona a Pablo Casado una indudable pista para despegar hacia la Presidencia del Gobierno.
Pedro Sánchez e Iván Redondo estarán a buen seguro lamentándose por haber dado a Isabel Díaz Ayuso el estatus de “enemiga prioritaria” para tratar de desgastar al líder del PP y abrir grietas en Génova 13.
Porque ese alquimismo político de probeta con el que tanto disfruta el líder socialista ha fracasado en esta ocasión. Hoy, más que ayer, se ha impuesto la política de Madrid, que deja en evidencia al sanchismo: rebajas fiscales, libertad social y económica, defensa de la escuela concertada y eficiente colaboración de lo público con lo privado.
Díaz Ayuso nunca se dejó ni impresionar ni amedrentar por el inmenso aparato de poder y propaganda del Gobierno de España. El fiel y eficaz Miguel Ángel Rodríguez lo vio venir y plantó cara en aquella cumbre de las banderas, donde la baronesa popular cortó de raíz el ensayo de paseo triunfal que Pedro Sánchez preparaba por los pasillos de la Puerta del Sol.
La famosa "cumbre de las banderas" entre Sánchez y Ayuso.
El secretario general del PSOE ha recibido un severo correctivo. Un castigo de los que duelen. Porque pone el foco sobre dos maneras de gobernar muy distintas.
Ayuso trabaja para todos, escucha a la calle, pulsa el ritmo de autónomos, pequeños comerciantes, trabajadores, universitarios o emprendedores que cada día tienen que hacer frente a la vida para dar de comer a su familia.
La "izquierda pija"
Precisamente una de las grandes diferencias entre la presidenta de Madrid y esa “izquierda pija” que se llena la boca desde sus poltronas hablando de los desfavorecidos es que ella no es una "niña de papá". Al revés: nadie le ha regalado nada y sabe bien lo que es pasar penalidades por no poder pagar el alquiler mensual de un piso. De ahí su “valentía” para salvar vidas en la pandemia sin cerrar una actividad comercial que evita desdichas.
Sánchez, al revés de Ayuso, es un presidente encastillado. Un mandatario soberbio que vive en una enorme Torre de Marfil alejado de sus vecinos, a los que sólo ve de paso por la ventanilla de su coche oficial. Su incapacidad para empatizar con quienes tanto están sufriendo, o su desprecio hacia una infraestructura como el Hospital Isabel Zendal, aplaudido en todo el mundo (y que ha sido incapaz de visitar a lo largo de todo un año), no los tapa la propaganda.
Si el líder del PSOE pensaba que atacando y despreciando a los madrileños estos le iban a votar, ya tiene el veredicto. Las urnas han dictado la sentencia de la España sensata.