La transformación de Calviño y lo que podría aprender Laya de Álvarez-Pallete
A la vicepresidenta económica le ha cambiado hasta el humor tras la marcha de Iglesias. También a Grande-Marlaska, pero por otra cuestión: sigue sangrando por la herida de Brahim Ghali.
Cuando le preguntan al respecto aquellos que gozan de su máxima confianza, a la vicepresidenta segunda y ministra de Asuntos Económicos se le suelta la lengua para decir con rotundidad: “La salida de Iglesias del Gobierno ha sido una bendición”. No es, por supuesto, la única ministra que así se expresa.
Ciertamente, el ex líder de Podemos tenía entre ceja y ceja a Nadia Calviño y le hizo la vida imposible en los últimos meses. Además, de la forma más hipócrita, "tirando la piedra y escondiendo la mano”. Porque utilizaba a las legiones podemitas de “bots” para ponerla a caldo constantemente en las redes sociales, echándole la culpa incluso de la caída de Roma.
Calviño sabe que a partir de ahora tendrá que dedicar menos tiempo a explicar a sus amigos del “establishment” europeo qué hacía alguien como Pablo Iglesias, un antisistema de libro, como vicepresidente del Gobierno de España. Nadie podía entenderlo, salvo Pedro Sánchez, que lo necesitó para llegar a La Moncloa.
La ministra, sin duda, ha cambiado de cara. Sabe que la sucesora en Unidas Podemos, Yolanda Díaz, no es menos “atípica” que Iglesias en recetas económicas, pero cuenta con que los exabruptos públicos contra ella rebajen su intensidad.
Además, a la vicepresidenta se la nota con otro ánimo. Vaticina que se van a apuntalar los “brotes verdes” de nuestra economía, expresión de infausto recuerdo por haber sido usada en vano por los desastrosos equipos de José Luis Rodríguez Zapatero durante la anterior crisis. “El turismo va a empezar a llegar y con el empujón que nos van a dar los fondos europeos las cosas pintan muy distintas”, aseguran miembros de su equipo.
Luego, claro, viene la otra cara de la moneda. Saben bien que tendrán que hacer reformas estructurales que son imprescindibles para que Bruselas suelte el dinero. Y cuando llegue ese momento, Calviño no duda de que la tensión con sus socios de ultraizquierda sentados en el Consejo de Ministros va a ser insoportable.
La T.I.A. de Mortadelo y Filemón
Arancha González Laya tiene problemas para comunicar. Al menos, eso resulta cuando se trata de enredar lo evidente. Ahora dice en una entrevista en La Razón que la entrada de Brahim Ghali a España no fue “secreta” sino “discreta”. ¡Caramba!
Discreción es que alguien entre en un hospital por la puerta lateral. Ahora bien, si el líder del Frente Polisario llega a España con pasaporte falso en vuelo desde Argelia a Zaragoza, lo montan a pie de avión en una ambulancia preparada por el Gobierno español para trasladarlo a un hospital de Logroño, y en el centro hospitalario se le ingresa con otra identidad, se han empleado demasiados medios como para hablar meramente de discreción.
Además, la ministra de Exteriores no contaba con que en este país el “fuego amigo” nunca falta a la cita. Fíjense cómo llora por las esquinas su compañero Fernando Grande-Marlaska porque no se le hizo caso y no se rechazó ese viaje siguiendo el ejemplo de Alemania.
A González Laya, como suele decirse, le han metido un gol por toda la escuadra por jugar a Mortadelo y Filemón en lugar de dedicarse a lo que sabe hacer.
Álvarez-Pallete y la marca España
La operación de compra de 02 por parte de Telefónica en el Reino Unido ha traído ahora la fusión con Virgin, que ya es un hecho y convierte a la empresa en un coloso que disputa el liderazgo de las Telecomunicaciones a British Telecom.
José María Álvarez-Pallete, presidente de la compañía, con su estilo de gestión reservado, está llevando eficazmente a la empresa española a las más altas cotas. Hablamos de una nueva generación de empresarios que colocan la marca España a altísimo nivel por el mundo entero.