Podemos sonríe por su demostración de fuerza con Pedro Sánchez
El presidente quiso cambiar a varios ministros del bloque podemita, sin tocar su cuota acordada y firmada casi ante notario en su pacto inicial con Pablo Iglesias. Pero no le han dejado.
Si hubiera podido, al menos tres ministros de Podemos hubieran salido del Gobierno en la mayor remodelación de un Gabinete que se recuerda en la democracia: Manuel Castells, Alberto Garzón y hasta Irene Montero estarían ahora en la misma "lista negra" que los ilustres Carmen Calvo, José Luis Ábalos e Iván Redondo.
O en la menos refulgente de Juan Carlos Campo, destituido unos días después de tragarse el sapo de los indultos. Ninguno de ello, en fin, tiene más predicamento que los Uribe, Duque o Celáa, caídos en el lifting con el que Sánchez pretende dar un giro estético a su propia presidencia para orientarla hacia dos objetivos: lograr un perfil más técnico y económico potenciando a Nadia Calviño y toda el área financiera; y congraciarse algo con los restos que quedan del PSOE, devolviendo a Ferraz un timón cedido durante años a Redondo.
Pero no ha podido. Y lo ha intentado: Sánchez quiso cambiar a varios ministros de Podemos, sin tocar su cuota firmada casi ante notario en su pacto inicial con Pablo Iglesias. Pero no le han dejado. Fuentes cercanas a Moncloa confirman a ESdiario las conversaciones del equipo de Sánchez con Belarra y Montero, por un lado, y con Yolanda Díaz, por otro; para incluir en la operación a algún ministro "morado", con nulo éxito: "Lo nuestro no se toca", vino a ser la respuesta.
El entusiasmo en Podemos por haberlo evitado se completa con la sensación, presente en el partido, de que además de sobrevivir a la limpia se ha anotado otras victorias parciales de enjundia: Carmen Calvo era la gran detractora de las leyes de género de Montero; Ábalos el principal opositor de las leyes intervencionistas de Podemos en el área de Vivienda; y Redondo el muñidor de un discurso cambiante del PSOE hacia sus socios que generaba una incómoda sensación de inestabilidad.
Todos ellos han caído. Y Podemos lo celebra, con la conciencia sin embargo de cuál es la jugada final de Sánchez: "Quiere que el PSOE vuelva a parecer el PSOE de antes, más centrado; y que Podemos sea como la antigua IU, un socio necesario pero de influencia muy relativa", explican fuentes del entorno morado.
El muro de Irene Montero
Pero eso no pasará, al menos mientras la voz cantante la siga llevando el dúo de Belarra y Montero, verdaderas muñidoras de todo lo que se cuece en Podemos: Yolanda Díaz es su cara en el Gobierno y, si acepta que no está claro, su candidata en las Elecciones Generales de dentro de 30 meses. Pero ni controla el partido ni tampoco al grupo parlamentario: esa jerarquía la tienen y ejercen las ministras de Asuntos de Sociales y de Igualdad, y tal vez no por ese orden.
Con Cataluña Sánchez parecer querer dar un cambio de rumbo electoral, pero el independentismo sabe que le tiene intervenido
Mantener a todos los ministros de Podemos diluye la dimensión de la aparatosa remodelación y deja claro que, mientras el partido fundado por Pablo Iglesias sea decisivo para conformar Gobierno, su peso nunca disminuirá. Tampoco el del nacionalismo, imprescindible aritméticamente para que a Sánchez le salgan las cuentas. Hoy y mañana.
La salida de Iceta de Política Territorial y de Calvo de la Vicepresidencia, desde la que muñía las relaciones de Moncloa con los nacionalismos vasco y catalán sin demasiada satisfacción en ERC y el PNV; abre una incógnita a dos meses de la celebración de la "Mesa de Diálogo" comprometida por Sánchez en su reciente encuentro con Pere Aragonés.
¿Qué significa exactamente el traslado del secretario general del PSC a la cartera de Cultura? ¿El nombramiento para su cargo de una ministra manchega, muy alejada de Cataluña como Isabel Rodríguez, supone un giro en los acontecimientos y cesiones futuras? Nadie lo cree en el nacionalismo, pero algo sí sugiere un cambio de rumbo táctico.
Con el dinero de Europa y los Presupuestos aprobados, Sánchez intentará llegar a las Elecciones sin el baldón de Cataluña, priorizando la agenda de la recuperación y la vacunación. Y puede permitirse, durante unos meses al menos, dejar en segunda fila el "conflicto" catalán. "Pero siempre necesitará a ERC para su investidura", recuerdan a modo de aviso.